domingo, 31 de agosto de 2025
Lecturas del 31/08/2025
Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres, y te querrán más que al hombre generoso.
Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y así alcanzarás el favor del Señor.
«Muchos son los altivos e ilustres, pero él revela sus secretos a los mansos» Porque grande es el poder del Señor y es glorificado por los humildes.
La desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues la planta del mal ha echado en él sus raíces.
Un corazón prudente medita los proverbios, un oído atento es el deseo del sabio.
Hermanos:
No os habéis acercado a un fuego tangible y encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni al estruendo de las palabras, oído el cual, ellos rogaron que no continuase hablando.
Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a las miríadas de ángeles, a la asamblea festiva de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos; a las almas de los justos que han llegado a la perfección, y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.
Un sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro y te diga: “Cédele el puesto a éste”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».
Palabra del Señor.
31 de Agosto 2025 – San Dominguito del Val
Dominguito del Val nació en Zaragoza, la ciudad de la Virgen y de los Innumerables Mártires, el año 1243. Era rey de Aragón Jaime el Conquistador, vicario de Cristo en Roma, Inocencio IV, y obispo de Zaragoza, Arnaldo de Peralta. Media España estaba bajo el dominio de los moros y en cada pecho español se albergaba un cruzado.
Los padres de Dominguito se llamaban Sancho del Val e Isabel Sancho. Su madre era de pura cepa zaragozana, y su padre, de origen francés. El abuelo paterno había sido un esforzado guerrero a las órdenes del rey don Alfonso el Batallador. A su lado estuvo en el asedio de Zaragoza, que fue duro y prolongado. Todos los cruzados franceses se marcharon a sus casas; todos, menos uno. "Fue nuestro antepasado —decía Sancho del Val a su hijo, siempre que le contaba la historia—. El señor del Val, hijo de la fuerte Bretaña, sufrió inquebrantable el hambre y la sed, los hielos del invierno y los fuegos del verano, las vigilias prolongadas y los golpes de las armas enemigas. Y al rendirse la ciudad, el rey le hizo rico y noble, igualándole con los españoles más ilustres".
Sancho del Val no siguió a su padre por el camino de las armas. Prefirió las letras. Fue tabelión o notario y su firma quedó estampada en las actas de las Cortes de Aragón, al lado de las firmas de condes y obispos.
Dios bendijo la unión de Sancho e Isabel dándoles un hijo que iba a ser mártir y modelo de todos los niños y, de un modo especial, de los monaguillos. Porque Santo Dominguito del Val es el patrono de los monaguillos y niños de coro. Él fue infantico de la catedral de Zaragoza, vistió con garbo la sotanilla roja y repiqueteó con gusto la campanilla en los días de fiesta grande. La imagen que todos hemos visto de este tierno niño nos lo representa con las vestiduras de monaguillo. Clavado en la pared con su hermosa sotana y amplio roquete. La mirada hacia el cielo y unos surcos de sangre goteando de sus pies y manos. Una estampa de dolor ciertamente, pero, también, de valentía superior a las fuerzas de un niño de pocos años. Las nobles condiciones, especialmente su piedad, que se advertían en el niño según crecía, indujeron a los padres a dedicarlo al santuario, al sacerdocio. Cuando fue mayorcito lo enviaron a la catedral. Entonces la catedral era la casa de Dios y, al mismo tiempo, escuela. Todas las mañanas, al salir el sol, hacía Dominguito el camino que separaba el barrio de San Miguel de la Seo. Una vez allí, lo primero que hacía era ayudar a misa y cantar en el coro las alabanzas de Dios y a la Virgen.
Cumplido fielmente su oficio de monaguillo, bajaba al claustro de la catedral a empezar la tarea escolar. Con el capiscol o maestro de canto ensayaban los himnos, salmos y antífonas del oficio divino. La historia y la tradición nos presentan a nuestro Santo especialmente aficionado y dotado para el canto. Por algo es el patrono de los niños de coro y seises.
La tarea escolar incluía más cosas. Había que aprender a leer, a contar, a escribir. Los pequeños dedos se iban acostumbrando a hacer garabatos sobre las tablillas apoyadas en las rodillas. La voz del maestro se oía potente y, al acabar, las cabecitas de los pequeños escolares se inclinaban rápidamente para escribir en los viejos pergaminos lo que acababan de oír. Así un día y otro día. Al atardecer volvía a casa. Un beso a los padres, y luego a contarles lo que había aprendido aquel día y las peripecias de los compañeros.
Uno se resiste a creer la historia que voy a contar. Es increíble que haya hombres tan malos. Sin embargo, parece que la substancia del hecho es verdad.
Los judíos solían amasar los alimentos de su cena pascual con sangre de niños cristianos. La historia nos ha conservado los nombres de estas víctimas inocentes: Simón de Livolés, Ricardo de Norwick, el Niño de la Guardia y Santo Dominguito del Val. "Óyenos decir —escribía el rey Alfonso el Sabio, en aquellos mismos días de Santo Dominguito del Val— que los judíos dijeron, et facem el día de Viernes Santo remembranza de la pasión de Nuestro Señor, furtando los niños et poniéndolos en la cruz, et faciendo imágenes de cera et crucificándolas, cuando los niños no pueden haber."
Los judíos eran por entonces muchos y poderosos en Zaragoza. En la sinagoga se había recordado "que al que presentase un niño cristiano sería eximido de penas y tributos". Y un sábado al terminar de explicar la Ley el rabino, dijo: "Necesitamos sangre cristiana. Si celebramos sin ella la fiesta de la Pascua, Jehová podrá echarnos en cara nuestra negligencia".
Estas palabras fueron bien recogidas por Mosé Albayucet, un usurero de cara apergaminada y nariz ganchuda. Por su frente arrugada pasó una idea negra. Pensó en aquel niño que todos los días al oscurecer pasaba delante de su tienda. Este niño era Dominguito del Val, que volvía de la catedral a casa. A veces solo y otras con un grupo de compañeros. Con frecuencia, al cruzar el barrio judío, de tiendas obscuras y estrechas callejuelas, cantaban himnos en honor del Señor y su Santísima Madre. Seguramente los que acababan de ensayar con el capiscol de la catedral.
Más de una vez los había oído Mosé Albayucet y, desde la puerta de su tienda, los había amenazado con su mano. Le pareció la ocasión oportuna y prometió a sus compañeros de secta que aquel año iban a tener sangre de niño cristiano para la Pascua y bien reciente.
Era el miércoles 31 de agosto de 1250. El atardecer se hacía más obscuro en las estrechas callejuelas del barrio judío por donde pasaba Dominguito camino de su casa. De repente, y antes de pensarlo o poder lanzar un grito, nota que algo se le echa encima. Son las manos de Mosé Albayucet que le cubren el rostro con un manto. Le amordaza bien la boca para que no pueda gritar y le mete de momento en su casa. Las garras de la maldad acaban de hacer su presa.
Aquella misma noche es trasladado el inocente niño a la casa de uno de los rabinos principales. Allí están los príncipes de la sinagoga. Dominguito tiembla de miedo ante aquellos rostros astutos y malvados. Sus manos aprietan la cruz que pende de su pecho.
—Querido niño —le dice una voz zalamera—, no queremos hacerte mal ninguno; pero si quieres salir de aquí tienes que pisar ese Cristo.
—Eso nunca —dice el niño—. Es mi Dios. No, no y mil veces no.
—Acabemos pronto —dicen aquellos malvados ante la firmeza del niño.
Va a repetirse la escena del Calvario. Uno acerca las escaleras que apoya sobre la pared; otro presenta el martillo y los clavos, y no falta quien coloca en la rubia cabellera del niño una corona de zarzas, así el parecido con la crucifixión de Cristo será mayor.
Con gran sobriedad de palabras refieren las Actas del martirio lo que sucedió:
"Arrimáronle a una pared, renovando furiosos en él la pasión del divino Redentor; crucificáronle, horadando con algunos clavos sus manos y pies; abriéronle el costado con una lanza, y cuando hubo expirado, para que no se descubriese tan enorme maldad, lo envolvieron y ataron en un lío y lo enterraron en la orilla del Ebro en el silencio de la noche."
Todos nos imaginamos fácilmente los espasmos de dolor que estremecerían aquellos músculos delicados de niño. Abrieron sus venas para recoger en unos vasos preparados su sangre. Sangre inocente que iba a ser el jugo con que amasasen los panes ácimos de la Pascua.
Una vez muerto cortaron sus manos y cabeza, que arrojaron a un pozo de la casa donde había tenido lugar el horrendo crimen. Su cuerpo mutilado fue llevado, como dicen las Actas, a orillas del Ebro. Allí sería más difícil encontrarlo.
Los judíos se retiraron a sus casas contentos de haber hecho un gran servicio a Dios. La Seo había perdido a su mejor monaguillo y el cielo había ganado un ángel más. Todo esto ocurría la noche del 31 de agosto de 1250.
Dios tenía preparado su día de triunfo, su mañana de resurrección, para Dominguito del Val.
Mientras en la casa del notario Sancho del Val se oían gemidos de dolor, una extraña aureola aparecía en la ribera del Ebro. Los guardas del puente de barcas echado sobre el río habían visto con asombro durante varios días el mismo acontecimiento. La noticia recorre toda Zaragoza.
Algunas autoridades y un grupo de clérigos se dirigen hacia el lugar de la luz misteriosa. Allí hay un pequeño trozo de tierra recientemente removida. Se escarba y, metido en un saco, aparece un bulto sanguinolento. Se comprueba que es el cuerpo mutilado de Dominguito. Una ola de dolor e indignación invade la ciudad de punta a punta.
La cabeza y las manos aparecen, también, de una manera milagrosa. Aunque aquí la leyenda no concuerda. Según una versión, un perrazo negro gime lastimeramente, y sin que nadie le pueda espantar, al borde del pozo a que fueron arrojados los miembros del niño mártir. Es el perro del notario Sancho del Val. Se agota el agua y en el fondo aparecen las manos y cabeza de Dominguito. Otra versión dice que las aguas del pozo se llenaron de resplandeciente luz, que crecieron y desbordadas mostraron el tesoro que guardaban en el fondo. Pronto se supo toda la verdad del hecho. El mismo Albayucet lo iba diciendo: "Sí, yo he sido. Matadme, me es igual; la mirada del muerto me persigue, y el sueño ha huido de mis ojos". El santo niño había de conseguir el arrepentimiento para su asesino. Bautizado y arrepentido, Albayucet subirá tranquilo a la horca.
"Divulgado el suceso —escribe fray Lamberto de Zaragoza—, y obrados por el divino poder muchos milagros, el obispo Arnaldo dispuso una procesión general, a la que asistió con todo el clero la ciudad, la nobleza, la tropa y la plebe, todos con velas blancas, y llevaron el santo cuerpo por todas las iglesias y calles de la ciudad, hasta por la puerta Cineja, mostrándolo a todos y haciendo ver en él las llagas de las manos y pies y costado."
Hoy mismo es muy viva la devoción que Zaragoza siente por su glorioso mártir. Su fiesta está incluida entre las de primera clase y los niños de coro de La Seo y del Pilar le festejan como Santo patrono. Desde los días del martirio existe la cofradía de Santo Dominguito. El rey Jaime I de Aragón tuvo a honor ser inscrito en ella.
Sus restos mortales se conservan en una capilla de la catedral en hermosa urna de alabastro. Sobre la urna un ángel sostiene esta leyenda: "Aquí yace el bienaventurado niño Domingo del Val, mártir por el nombre de Cristo".
Los padres de Dominguito se llamaban Sancho del Val e Isabel Sancho. Su madre era de pura cepa zaragozana, y su padre, de origen francés. El abuelo paterno había sido un esforzado guerrero a las órdenes del rey don Alfonso el Batallador. A su lado estuvo en el asedio de Zaragoza, que fue duro y prolongado. Todos los cruzados franceses se marcharon a sus casas; todos, menos uno. "Fue nuestro antepasado —decía Sancho del Val a su hijo, siempre que le contaba la historia—. El señor del Val, hijo de la fuerte Bretaña, sufrió inquebrantable el hambre y la sed, los hielos del invierno y los fuegos del verano, las vigilias prolongadas y los golpes de las armas enemigas. Y al rendirse la ciudad, el rey le hizo rico y noble, igualándole con los españoles más ilustres".
Sancho del Val no siguió a su padre por el camino de las armas. Prefirió las letras. Fue tabelión o notario y su firma quedó estampada en las actas de las Cortes de Aragón, al lado de las firmas de condes y obispos.
Dios bendijo la unión de Sancho e Isabel dándoles un hijo que iba a ser mártir y modelo de todos los niños y, de un modo especial, de los monaguillos. Porque Santo Dominguito del Val es el patrono de los monaguillos y niños de coro. Él fue infantico de la catedral de Zaragoza, vistió con garbo la sotanilla roja y repiqueteó con gusto la campanilla en los días de fiesta grande. La imagen que todos hemos visto de este tierno niño nos lo representa con las vestiduras de monaguillo. Clavado en la pared con su hermosa sotana y amplio roquete. La mirada hacia el cielo y unos surcos de sangre goteando de sus pies y manos. Una estampa de dolor ciertamente, pero, también, de valentía superior a las fuerzas de un niño de pocos años. Las nobles condiciones, especialmente su piedad, que se advertían en el niño según crecía, indujeron a los padres a dedicarlo al santuario, al sacerdocio. Cuando fue mayorcito lo enviaron a la catedral. Entonces la catedral era la casa de Dios y, al mismo tiempo, escuela. Todas las mañanas, al salir el sol, hacía Dominguito el camino que separaba el barrio de San Miguel de la Seo. Una vez allí, lo primero que hacía era ayudar a misa y cantar en el coro las alabanzas de Dios y a la Virgen.
Cumplido fielmente su oficio de monaguillo, bajaba al claustro de la catedral a empezar la tarea escolar. Con el capiscol o maestro de canto ensayaban los himnos, salmos y antífonas del oficio divino. La historia y la tradición nos presentan a nuestro Santo especialmente aficionado y dotado para el canto. Por algo es el patrono de los niños de coro y seises.
La tarea escolar incluía más cosas. Había que aprender a leer, a contar, a escribir. Los pequeños dedos se iban acostumbrando a hacer garabatos sobre las tablillas apoyadas en las rodillas. La voz del maestro se oía potente y, al acabar, las cabecitas de los pequeños escolares se inclinaban rápidamente para escribir en los viejos pergaminos lo que acababan de oír. Así un día y otro día. Al atardecer volvía a casa. Un beso a los padres, y luego a contarles lo que había aprendido aquel día y las peripecias de los compañeros.
Uno se resiste a creer la historia que voy a contar. Es increíble que haya hombres tan malos. Sin embargo, parece que la substancia del hecho es verdad.
Los judíos solían amasar los alimentos de su cena pascual con sangre de niños cristianos. La historia nos ha conservado los nombres de estas víctimas inocentes: Simón de Livolés, Ricardo de Norwick, el Niño de la Guardia y Santo Dominguito del Val. "Óyenos decir —escribía el rey Alfonso el Sabio, en aquellos mismos días de Santo Dominguito del Val— que los judíos dijeron, et facem el día de Viernes Santo remembranza de la pasión de Nuestro Señor, furtando los niños et poniéndolos en la cruz, et faciendo imágenes de cera et crucificándolas, cuando los niños no pueden haber."
Los judíos eran por entonces muchos y poderosos en Zaragoza. En la sinagoga se había recordado "que al que presentase un niño cristiano sería eximido de penas y tributos". Y un sábado al terminar de explicar la Ley el rabino, dijo: "Necesitamos sangre cristiana. Si celebramos sin ella la fiesta de la Pascua, Jehová podrá echarnos en cara nuestra negligencia".
Estas palabras fueron bien recogidas por Mosé Albayucet, un usurero de cara apergaminada y nariz ganchuda. Por su frente arrugada pasó una idea negra. Pensó en aquel niño que todos los días al oscurecer pasaba delante de su tienda. Este niño era Dominguito del Val, que volvía de la catedral a casa. A veces solo y otras con un grupo de compañeros. Con frecuencia, al cruzar el barrio judío, de tiendas obscuras y estrechas callejuelas, cantaban himnos en honor del Señor y su Santísima Madre. Seguramente los que acababan de ensayar con el capiscol de la catedral.
Más de una vez los había oído Mosé Albayucet y, desde la puerta de su tienda, los había amenazado con su mano. Le pareció la ocasión oportuna y prometió a sus compañeros de secta que aquel año iban a tener sangre de niño cristiano para la Pascua y bien reciente.
Era el miércoles 31 de agosto de 1250. El atardecer se hacía más obscuro en las estrechas callejuelas del barrio judío por donde pasaba Dominguito camino de su casa. De repente, y antes de pensarlo o poder lanzar un grito, nota que algo se le echa encima. Son las manos de Mosé Albayucet que le cubren el rostro con un manto. Le amordaza bien la boca para que no pueda gritar y le mete de momento en su casa. Las garras de la maldad acaban de hacer su presa.
Aquella misma noche es trasladado el inocente niño a la casa de uno de los rabinos principales. Allí están los príncipes de la sinagoga. Dominguito tiembla de miedo ante aquellos rostros astutos y malvados. Sus manos aprietan la cruz que pende de su pecho.
—Querido niño —le dice una voz zalamera—, no queremos hacerte mal ninguno; pero si quieres salir de aquí tienes que pisar ese Cristo.
—Eso nunca —dice el niño—. Es mi Dios. No, no y mil veces no.
—Acabemos pronto —dicen aquellos malvados ante la firmeza del niño.
Va a repetirse la escena del Calvario. Uno acerca las escaleras que apoya sobre la pared; otro presenta el martillo y los clavos, y no falta quien coloca en la rubia cabellera del niño una corona de zarzas, así el parecido con la crucifixión de Cristo será mayor.
Con gran sobriedad de palabras refieren las Actas del martirio lo que sucedió:
"Arrimáronle a una pared, renovando furiosos en él la pasión del divino Redentor; crucificáronle, horadando con algunos clavos sus manos y pies; abriéronle el costado con una lanza, y cuando hubo expirado, para que no se descubriese tan enorme maldad, lo envolvieron y ataron en un lío y lo enterraron en la orilla del Ebro en el silencio de la noche."
Todos nos imaginamos fácilmente los espasmos de dolor que estremecerían aquellos músculos delicados de niño. Abrieron sus venas para recoger en unos vasos preparados su sangre. Sangre inocente que iba a ser el jugo con que amasasen los panes ácimos de la Pascua.
Una vez muerto cortaron sus manos y cabeza, que arrojaron a un pozo de la casa donde había tenido lugar el horrendo crimen. Su cuerpo mutilado fue llevado, como dicen las Actas, a orillas del Ebro. Allí sería más difícil encontrarlo.
Los judíos se retiraron a sus casas contentos de haber hecho un gran servicio a Dios. La Seo había perdido a su mejor monaguillo y el cielo había ganado un ángel más. Todo esto ocurría la noche del 31 de agosto de 1250.
Dios tenía preparado su día de triunfo, su mañana de resurrección, para Dominguito del Val.
Mientras en la casa del notario Sancho del Val se oían gemidos de dolor, una extraña aureola aparecía en la ribera del Ebro. Los guardas del puente de barcas echado sobre el río habían visto con asombro durante varios días el mismo acontecimiento. La noticia recorre toda Zaragoza.
Algunas autoridades y un grupo de clérigos se dirigen hacia el lugar de la luz misteriosa. Allí hay un pequeño trozo de tierra recientemente removida. Se escarba y, metido en un saco, aparece un bulto sanguinolento. Se comprueba que es el cuerpo mutilado de Dominguito. Una ola de dolor e indignación invade la ciudad de punta a punta.
La cabeza y las manos aparecen, también, de una manera milagrosa. Aunque aquí la leyenda no concuerda. Según una versión, un perrazo negro gime lastimeramente, y sin que nadie le pueda espantar, al borde del pozo a que fueron arrojados los miembros del niño mártir. Es el perro del notario Sancho del Val. Se agota el agua y en el fondo aparecen las manos y cabeza de Dominguito. Otra versión dice que las aguas del pozo se llenaron de resplandeciente luz, que crecieron y desbordadas mostraron el tesoro que guardaban en el fondo. Pronto se supo toda la verdad del hecho. El mismo Albayucet lo iba diciendo: "Sí, yo he sido. Matadme, me es igual; la mirada del muerto me persigue, y el sueño ha huido de mis ojos". El santo niño había de conseguir el arrepentimiento para su asesino. Bautizado y arrepentido, Albayucet subirá tranquilo a la horca.
"Divulgado el suceso —escribe fray Lamberto de Zaragoza—, y obrados por el divino poder muchos milagros, el obispo Arnaldo dispuso una procesión general, a la que asistió con todo el clero la ciudad, la nobleza, la tropa y la plebe, todos con velas blancas, y llevaron el santo cuerpo por todas las iglesias y calles de la ciudad, hasta por la puerta Cineja, mostrándolo a todos y haciendo ver en él las llagas de las manos y pies y costado."
Hoy mismo es muy viva la devoción que Zaragoza siente por su glorioso mártir. Su fiesta está incluida entre las de primera clase y los niños de coro de La Seo y del Pilar le festejan como Santo patrono. Desde los días del martirio existe la cofradía de Santo Dominguito. El rey Jaime I de Aragón tuvo a honor ser inscrito en ella.
Sus restos mortales se conservan en una capilla de la catedral en hermosa urna de alabastro. Sobre la urna un ángel sostiene esta leyenda: "Aquí yace el bienaventurado niño Domingo del Val, mártir por el nombre de Cristo".
sábado, 30 de agosto de 2025
Lecturas del 30/08/2025
Hermanos:
Acerca del amor fraterno, no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros; y así lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia.
Sin embargo os exhortamos, hermanos, a seguir progresando: esforzaos por vivir con tranquilidad, ocupándoos de vuestros propios asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.
En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”.
Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”.
Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.
Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.
El señor le respondió: “Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo?
Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses.
Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y rechinar de dientes”».
Palabra del Señor.
30 de Agosto 2025 – Santos Félix y Adauto
En una poesía papa Dámaso recuerda Feliz y Adautto como mártires cuyo fue prestado un culto en el lugar de su sepultura; El Martirologio Geronimiano, y luego otros textos, recuerdan su memoria al 30 de agosto. La primera Vida, que parece fechable a época precarolingia (siglo VII), pero es conocida en varias versiones, cuenta que Feliz fue romano y presbítero, como un hermano.
Parado en cuanto seguidor de Cristo, al tiempo de Diocleciano, fue conducido en el templo de Serapide porque sacrificara al dios; Feliz sopló sobre la estatua haciéndola caer y el mismo ocurrió con las estatuas de Mercurio y Diana. La potencia manifestada le proporcionó la tortura y la condena capital.
El último episodio está sobre la calle Ostiense, fuera de la ciudad, dónde se levantó un gran árbol consagrado a los dioses y, en los aprietas, un templo: invitado una vez más a sacrificar, Feliz ordenó al árbol de caer en el templo, arruinándolo, como en efecto ocurrió.
Feliz fue entonces decapitado y mientras lo llevaron poco lejos del Ostiense para ejecutar la condena, un cristiano se acercó declarando la misma fe: fue tan decapitado junto a Feliz.
En la Vida escrita por Adone en su Martyrologium, (siglo IX), se acuerda que el anónimo pudiera llamarse Adauctus, "agregado", "quod sancto martyri Felices auctus sit a coronam." Una vida en versos ha escrito Marbodo de Rennes, refiriéndose a la Vida más antigua, pero acentuando el contraste entre el mártir cristiano y el prefecto pagano y enriqueciendo el repertorio mitológico del contexto.
Feliz fue enterrado junto al compañero en una cripta en las catacumbas de Commodilla, cerca de la calle Ostiense, dónde surgió pronto una capilla o una pequeña basílica en su honor, también por cura de Giovanni I y de Leone III. En ella son conservados algunos frescos del siglo VI con las imágenes de los dos mártires.
Leone IV donó a la mujer de Lotario, Ermengarda, una reliquia de los dos mártires, que llevó aquel culto a Norte de los Alpes, hasta a Cracovia, dónde en el edificio real una capilla está dedicada a ellos.
Parado en cuanto seguidor de Cristo, al tiempo de Diocleciano, fue conducido en el templo de Serapide porque sacrificara al dios; Feliz sopló sobre la estatua haciéndola caer y el mismo ocurrió con las estatuas de Mercurio y Diana. La potencia manifestada le proporcionó la tortura y la condena capital.
El último episodio está sobre la calle Ostiense, fuera de la ciudad, dónde se levantó un gran árbol consagrado a los dioses y, en los aprietas, un templo: invitado una vez más a sacrificar, Feliz ordenó al árbol de caer en el templo, arruinándolo, como en efecto ocurrió.
Feliz fue entonces decapitado y mientras lo llevaron poco lejos del Ostiense para ejecutar la condena, un cristiano se acercó declarando la misma fe: fue tan decapitado junto a Feliz.
En la Vida escrita por Adone en su Martyrologium, (siglo IX), se acuerda que el anónimo pudiera llamarse Adauctus, "agregado", "quod sancto martyri Felices auctus sit a coronam." Una vida en versos ha escrito Marbodo de Rennes, refiriéndose a la Vida más antigua, pero acentuando el contraste entre el mártir cristiano y el prefecto pagano y enriqueciendo el repertorio mitológico del contexto.
Feliz fue enterrado junto al compañero en una cripta en las catacumbas de Commodilla, cerca de la calle Ostiense, dónde surgió pronto una capilla o una pequeña basílica en su honor, también por cura de Giovanni I y de Leone III. En ella son conservados algunos frescos del siglo VI con las imágenes de los dos mártires.
Leone IV donó a la mujer de Lotario, Ermengarda, una reliquia de los dos mártires, que llevó aquel culto a Norte de los Alpes, hasta a Cracovia, dónde en el edificio real una capilla está dedicada a ellos.
viernes, 29 de agosto de 2025
Lecturas del 29/08/2025
Hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús:
Ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguid adelante.
Ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.
Esto es la voluntad de Dios: vuestra santificación, que os apartéis de la impureza, que cada uno de vosotros trate su cuerpo con santidad y respeto, no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios.
Y que en este asunto nadie pase por encima de su hermano ni se aproveche con engaño, porque el Señor venga todo esto, como ya os dijimos y aseguramos: Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino santa. Por tanto, quien esto desprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo.
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré».
Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?».
La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista».
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.
Palabra del Señor.
29 de Agosto 2025 – Martirio de San Juan Bautista
Juan Bautista fue llamado a una vida tensa y difícil. Su nacimiento ha sido milagroso. El Señor lo ha alejado de lo que llena ordinariamente la existencia humana, y lo ha mandado a la soledad. Vive en el desierto, con suprema austeridad, alimentándose de langostas y miel silvestre. Vive pendiente de la voluntad divina. Va a ser el Precursor del Redentor.
Es el último de los profetas y el más grande de todos ellos. Juan por su parte afirma refiriéndose a Jesús: Conviene que Él crezca y que yo mengüe. Yo no soy digno de desatarle la correa de las sandalias. Pero Jesús dirá de él: Es más que un profeta. Entre los nacidos de mujer no hay uno más grande que Juan Bautista. Efectivamente, los profetas dijeron: Pronto llegará el Mesías. Pero Juan dice sin rodeos: Ése es el Cordero de Dios.
Es difícil el destino de los profetas. Ser profeta, dice Guardini, significa decir a su tiempo contra su tiempo, lo que Dios manda decir. - No te es lícito tener como esposa a Herodías, la mujer de tu hermano, le grita Juan a Herodes Antipas. Y Juan lo paga en la cárcel de Maqueronte.
Un día manda Juan mensajeros a Jesús para preguntarle: - ¿Eres tú el que ha de venir, o hemos de esperar a otro? - Y Jesús responde: "Id y referid a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados". Son palabras sacadas de Isaías. Y Juan sabe lo que significan. Jesús añadió: "Y dichoso el que no se escandalice de mí".
Suele decirse que Juan lo preguntó a causa de sus discípulos, para que Jesús les confirmase lo que él ya les había explicado. Pero podría ser que Juan lo preguntase por su propia cuenta. En realidad, la vida de los profetas está expuesta a toda clase de tormentas del espíritu.
No hay descripción más vehemente y emocionante del destino y ser de todo profeta que la de los capítulos 17-19 del primer libro de los Reyes, en que se nos describen los azares y vaivenes del profeta Elías, hasta tumbarse en el desierto, bajo un arbusto, en total desamparo, pidiendo la muerte. Y así se ve en Ezequiel, Jeremías y en otros profetas.
Por eso podemos imaginar que Juan mandó interrogar a Jesús, por su propia cuenta, en aquellas horas de terrible abandono. Siente que la muerte le amenaza, pendiente del capricho de Herodías. ¿No serían estos los momentos más sombríos de su vida? ¿Es verdaderamente el Mesías, cuyo servidor soy -pudo pensar Juan- el que me impone esta prueba?
En este caso, las palabras de Jesús "dichoso el que no se escandalice de mí", serían dichas para confortar a Juan, animándole a aceptar el supremo sacrificio. Los discípulos no entenderían el mensaje que llevan a la oscuridad de la cárcel. Pero Juan Bautista lo ha comprendido.
Luego se cumple su destino. Herodías quiere verlo desaparecer. Cuando su hija Salomé cautiva a los invitados con sus danzas en un banquete, el rey le promete cumplir cualquier deseo que se le ocurra. Salomé acude a su madre, y Herodías le hace pedir la cabeza de Juan Bautista en una bandeja. El rey se estremece ante la enormidad del crimen, pero es débil y cede. Los esbirros cumplen la orden y le traen la cabeza del Bautista.
Juan ha cumplido ya su misión. Pero ¿cómo es posible, Señor, que tus discípulos estén a merced de los impíos? El misterio de la Cruz de Jesús está ya presente en este martirio. Su sangre no será inútil. "La cabeza de Juan Bautista predica mejor desde la bandeja que sobre sus hombros".
Es el último de los profetas y el más grande de todos ellos. Juan por su parte afirma refiriéndose a Jesús: Conviene que Él crezca y que yo mengüe. Yo no soy digno de desatarle la correa de las sandalias. Pero Jesús dirá de él: Es más que un profeta. Entre los nacidos de mujer no hay uno más grande que Juan Bautista. Efectivamente, los profetas dijeron: Pronto llegará el Mesías. Pero Juan dice sin rodeos: Ése es el Cordero de Dios.
Es difícil el destino de los profetas. Ser profeta, dice Guardini, significa decir a su tiempo contra su tiempo, lo que Dios manda decir. - No te es lícito tener como esposa a Herodías, la mujer de tu hermano, le grita Juan a Herodes Antipas. Y Juan lo paga en la cárcel de Maqueronte.
Un día manda Juan mensajeros a Jesús para preguntarle: - ¿Eres tú el que ha de venir, o hemos de esperar a otro? - Y Jesús responde: "Id y referid a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados". Son palabras sacadas de Isaías. Y Juan sabe lo que significan. Jesús añadió: "Y dichoso el que no se escandalice de mí".
Suele decirse que Juan lo preguntó a causa de sus discípulos, para que Jesús les confirmase lo que él ya les había explicado. Pero podría ser que Juan lo preguntase por su propia cuenta. En realidad, la vida de los profetas está expuesta a toda clase de tormentas del espíritu.
No hay descripción más vehemente y emocionante del destino y ser de todo profeta que la de los capítulos 17-19 del primer libro de los Reyes, en que se nos describen los azares y vaivenes del profeta Elías, hasta tumbarse en el desierto, bajo un arbusto, en total desamparo, pidiendo la muerte. Y así se ve en Ezequiel, Jeremías y en otros profetas.
Por eso podemos imaginar que Juan mandó interrogar a Jesús, por su propia cuenta, en aquellas horas de terrible abandono. Siente que la muerte le amenaza, pendiente del capricho de Herodías. ¿No serían estos los momentos más sombríos de su vida? ¿Es verdaderamente el Mesías, cuyo servidor soy -pudo pensar Juan- el que me impone esta prueba?
En este caso, las palabras de Jesús "dichoso el que no se escandalice de mí", serían dichas para confortar a Juan, animándole a aceptar el supremo sacrificio. Los discípulos no entenderían el mensaje que llevan a la oscuridad de la cárcel. Pero Juan Bautista lo ha comprendido.
Luego se cumple su destino. Herodías quiere verlo desaparecer. Cuando su hija Salomé cautiva a los invitados con sus danzas en un banquete, el rey le promete cumplir cualquier deseo que se le ocurra. Salomé acude a su madre, y Herodías le hace pedir la cabeza de Juan Bautista en una bandeja. El rey se estremece ante la enormidad del crimen, pero es débil y cede. Los esbirros cumplen la orden y le traen la cabeza del Bautista.
Juan ha cumplido ya su misión. Pero ¿cómo es posible, Señor, que tus discípulos estén a merced de los impíos? El misterio de la Cruz de Jesús está ya presente en este martirio. Su sangre no será inútil. "La cabeza de Juan Bautista predica mejor desde la bandeja que sobre sus hombros".
jueves, 28 de agosto de 2025
Lecturas del 28/08/2025
Hermanos, nos hemos sentidos animados por vuestra fe en medio de todos nuestros aprietos y luchas. Ahora sí que vivimos, sabiendo que os mantenéis fieles al Señor.
¿Cómo podremos dar gracias a Dios por vosotros, por tanta alegría como gozamos delante de Dios por causa vuestra?
Noche y día pedimos insistentemente veros cara a cara y completar lo que falta a vuestra fe.
Que Dios nuestro Padre y nuestro Señor Jesús nos allanen el camino para ir a vosotros.
En cuanto a vosotros Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Señor, santos e irreprensibles en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
¿Quién es el criado fiel y prudente, a quien el señor encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas?
Bienaventurado ese criado, si el señor, al llegar, lo encuentra portándose así. En verdad os digo que le confiará la administración de todos sus bienes.
Pero si dijese aquel mal siervo para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo castigará con rigor y le hará compartir la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Palabra del Señor.
28 de Agosto 2025 – Santa Florentina de Cartagena
En Sevilla, en la región hispánica de Andalucía, santa Florentina, virgen, a la que, por su gran conocimiento de las disciplinas eclesiásticas, sus hermanos San Isidoro de Sevilla y Leandro le dedicaron tratados de alta doctrina.
Nació en Cartagena en el seno de una familia hispanorromana. Hermana de santos Fulgencio, Isidoro y Leandro, que fue su maestro en los estudios clásicos y sagrados y, ella a su vez, fue la formadora de su hermano pequeño san Isidoro. La familia tuvo que ir al destierro (en el 554) en dirección a tierras andaluzas. Ingresó en el monasterio de Santa María del Valle de Écija donde era obispo su hermano san Fulgencio. Fue abadesa de este monasterio, y además tuvo a su cargo otros varios monasterios de la comarca, con un total de mil monjas.
Sobresalió por su espíritu de penitencia y por su constante atención a las jóvenes que, en gran número, se añadían a las monjas del convento. Para ella y sus religiosas, san Leandro, escribió "La institución de las vírgenes". San Isidoro escribió, por insinuación suya, dos libros sobre la fe cristiana en su relación con los judíos. Tuvo la tentación de dejar el monasterio de Écija y volver a Cartagena con su hermano Fulgencio, pero su hermano Leandro, le disuadió de ello.
San Leandro le dijo a su hermana: "No quieras irte del tejado en donde la tórtola tiene sus pequeñuelos. Eres hija de la inocencia, del candor, tú precisamente que tuviste a la tórtola por madre (se refiere a la abadesa Turtula). Pero ama mucho más a la Iglesia, tórtola mística que todos los días te engendra para Cristo. Descanse tu ancianidad en su seno, como antaño descansabas y tu ardor mecías en el regazo de la que cuidó tu infancia.
¡Ah, hermana mía querida, comprende si puedes el ardiente deseo que inflama el corazón de tu hermano de verte unida con Cristo! Tú eres lo mejor de mí mismo. ¡Desgraciado de mí sí otro pretendiese despojarte de tu corona! Tú eres delante de Cristo mi baluarte, tú mi prenda querida, mi hostia santa por la que he de merecer salir del abismo de mis pecados...". Fue enterrada junto con su hermano Leandro.
Nació en Cartagena en el seno de una familia hispanorromana. Hermana de santos Fulgencio, Isidoro y Leandro, que fue su maestro en los estudios clásicos y sagrados y, ella a su vez, fue la formadora de su hermano pequeño san Isidoro. La familia tuvo que ir al destierro (en el 554) en dirección a tierras andaluzas. Ingresó en el monasterio de Santa María del Valle de Écija donde era obispo su hermano san Fulgencio. Fue abadesa de este monasterio, y además tuvo a su cargo otros varios monasterios de la comarca, con un total de mil monjas.
Sobresalió por su espíritu de penitencia y por su constante atención a las jóvenes que, en gran número, se añadían a las monjas del convento. Para ella y sus religiosas, san Leandro, escribió "La institución de las vírgenes". San Isidoro escribió, por insinuación suya, dos libros sobre la fe cristiana en su relación con los judíos. Tuvo la tentación de dejar el monasterio de Écija y volver a Cartagena con su hermano Fulgencio, pero su hermano Leandro, le disuadió de ello.
San Leandro le dijo a su hermana: "No quieras irte del tejado en donde la tórtola tiene sus pequeñuelos. Eres hija de la inocencia, del candor, tú precisamente que tuviste a la tórtola por madre (se refiere a la abadesa Turtula). Pero ama mucho más a la Iglesia, tórtola mística que todos los días te engendra para Cristo. Descanse tu ancianidad en su seno, como antaño descansabas y tu ardor mecías en el regazo de la que cuidó tu infancia.
¡Ah, hermana mía querida, comprende si puedes el ardiente deseo que inflama el corazón de tu hermano de verte unida con Cristo! Tú eres lo mejor de mí mismo. ¡Desgraciado de mí sí otro pretendiese despojarte de tu corona! Tú eres delante de Cristo mi baluarte, tú mi prenda querida, mi hostia santa por la que he de merecer salir del abismo de mis pecados...". Fue enterrada junto con su hermano Leandro.
miércoles, 27 de agosto de 2025
Lecturas del 27/08/2025
Recordad, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no ser gravosos a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios.
Vosotros sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que fue nuestro proceder con vosotros, los creyentes, fue leal, recto e irreprochable; sabéis perfectamente que, lo mismo que un padre con sus hijos, nosotros os exhortábamos a cada uno de vosotros, os animábamos y os urgíamos a llevar una vida digna de Dios, que os ha llamado a su reino y a su gloria. Por tanto, también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, porque, al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes.
En aquel tiempo, Jesús dijo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! Con esto atestiguáis en vuestra contra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».
Palabra del Señor.
27 de Agosto 2025 – San Cesáreo de Arlés
En Arlés, de la Provenza, san Cesáreo, obispo, que, después de haber llevado vida monástica en la isla de Lérins, recibió ese episcopado en contra de sus deseos. Preparó y reunió sermones apropiados para las festividades que los presbíteros debían leer con objeto de instruir al pueblo y escribió también reglas de vida, tanto para hombres como para religiosas, para dirigir la vida monástica.
Nació en territorio de la ciudad de Cabillón (Châlon-sur-Saône), Francia, en el seno de una familia acaudalada de origen galorromano. A los 18 años, pidió a san Silvestre, obispo de la ciudad que lo admitiese en el clero de Châlons, donde que permaneció aproximadamente dos años; a los 20 años se ingresó como monje benedictino en Lerins donde recibió una sólida formación espiritual; su vida hizo que sus cohermanos le eligieran mayordomo o procurador de la comunidad, pero sus penitencias fueron tantas que su salud se resintió y sus superiores lo mandaron a reponerse a Arles.
En el 449 recibió el cometido de restaurar la disciplina en un monasterio de los alrededores de Arles del que fue nombrado abad y allí recibió el sacerdocio de manos del obispo san Eonio y a los 30 años fue elegido arzobispo de Arles (502), sucediendo a san Eonio. Fue un gran hombre de iglesia, presidió diversos concilios y particularmente el de Orange (529), en el cual se condenó el semipelagianismo. Su doctrina sobre la gracia es agustiniana. También luchó contra el paganismo residual. Fundó la gran abadía femenina de Aliscamps de Arles, que lleva su nombre; y para aquella comunidad escribió una regla monástica (“Regula sanctarum virginum”); su hermana santa Cesárea fue la abadesa. Anteriormente había escrito “Regula monachorum”, destinada a los monjes. Como síntesis de toda su vida escribió la llamada “Recapitulatio”, documento que nos detalla la organización de la vida religiosa a principios del siglo VI.
Se preocupó mucho del decoro en las funciones litúrgicas y fue un excelente predicador, de manera que sus homilías todavía se pueden leer con gran deleite. Fue ante todo un gran moralista. Se enfrentó a los reyes Alarico II y Teodosio. Fue guía de su pueblo en asuntos sociales y políticos, y siempre se demostró digno de su confianza. Durante el periodo de miseria provocado por el asedio de Arles en el 508 vendió los tesoros de su iglesia para socorrer a los pobres. Se dice que ha sido el primer obispo de Europa occidental en recibir el palio del Papa, cuando le pidió al papa san Símaco que fuera confirmada para Arles, la dignidad de sede metropolitana. Se le considera uno de los fundadores de la iglesia de Francia y uno de los Padres de la Iglesia.
Nació en territorio de la ciudad de Cabillón (Châlon-sur-Saône), Francia, en el seno de una familia acaudalada de origen galorromano. A los 18 años, pidió a san Silvestre, obispo de la ciudad que lo admitiese en el clero de Châlons, donde que permaneció aproximadamente dos años; a los 20 años se ingresó como monje benedictino en Lerins donde recibió una sólida formación espiritual; su vida hizo que sus cohermanos le eligieran mayordomo o procurador de la comunidad, pero sus penitencias fueron tantas que su salud se resintió y sus superiores lo mandaron a reponerse a Arles.
En el 449 recibió el cometido de restaurar la disciplina en un monasterio de los alrededores de Arles del que fue nombrado abad y allí recibió el sacerdocio de manos del obispo san Eonio y a los 30 años fue elegido arzobispo de Arles (502), sucediendo a san Eonio. Fue un gran hombre de iglesia, presidió diversos concilios y particularmente el de Orange (529), en el cual se condenó el semipelagianismo. Su doctrina sobre la gracia es agustiniana. También luchó contra el paganismo residual. Fundó la gran abadía femenina de Aliscamps de Arles, que lleva su nombre; y para aquella comunidad escribió una regla monástica (“Regula sanctarum virginum”); su hermana santa Cesárea fue la abadesa. Anteriormente había escrito “Regula monachorum”, destinada a los monjes. Como síntesis de toda su vida escribió la llamada “Recapitulatio”, documento que nos detalla la organización de la vida religiosa a principios del siglo VI.
Se preocupó mucho del decoro en las funciones litúrgicas y fue un excelente predicador, de manera que sus homilías todavía se pueden leer con gran deleite. Fue ante todo un gran moralista. Se enfrentó a los reyes Alarico II y Teodosio. Fue guía de su pueblo en asuntos sociales y políticos, y siempre se demostró digno de su confianza. Durante el periodo de miseria provocado por el asedio de Arles en el 508 vendió los tesoros de su iglesia para socorrer a los pobres. Se dice que ha sido el primer obispo de Europa occidental en recibir el palio del Papa, cuando le pidió al papa san Símaco que fuera confirmada para Arles, la dignidad de sede metropolitana. Se le considera uno de los fundadores de la iglesia de Francia y uno de los Padres de la Iglesia.
martes, 26 de agosto de 2025
Lecturas del 26/08/2025
Vosotros hermanos, sabéis muy bien que nuestra visita no fue inútil; a pesar de los sufrimientos e injurias padecidos en Filipos, que ya conocéis, apoyados en nuestro Dios, tuvimos valor para predicaros el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición.
Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños, sino que, en la medida en que Dios nos juzgó aptos para nos confiarnos el Evangelio, y así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones.
Bien sabéis vosotros que nunca hemos actuado ni con palabras de adulación ni por codicia disimulada, Dios es testigo, ni pretendiendo honor de los hombres, ni de vosotros, ni de los demás, aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos haberos hablado con autoridad; por el contrario, nos portamos con delicadeza entre vosotros, como una madre que cuida con cariño de sus hijos. Os queríamos tanto que deseábamos entregaros no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.
En aquel tiempo, Jesús dijo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad!
Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera».
Palabra del Señor.
26 de Agosto 2025 – San Alejandro de Bérgamo
El Alessandro celebrado hoy, es dicho soldado de la Legión Tebana, como muchos otros San venerados en la Italia septentrional, porque haber pertenecido a la legión de los Mártires, para un cristiano y un soldado, aparecía como el mayor título de nobleza de ánimo y heroísmo.
Él habría sido uno de aquellos pocos legionarios los que, encontrándose momentáneamente destacados en otras localidades, huyeron de la matanza de Agaunia, para padecer luego el martirio en otros lugares dónde floreció su devoción.
San Alessandro, por ejemplo, es el querido Patrón de la ciudad de Bérgamo: por tanto la leyenda lo hace morir a Bérgamo, después de ser huido dos veces de la cárcel y haber quebrantado los ídolos delante de su comandante y perseguidor, Massimiano Cesare.
A él, primer Mártir y Patrón de Bérgamo, es dedicada la Catedral de la ciudad, que parece proteger con su mole los otros dos bonitos monumentos de Bérgamo antigua: la Iglesia de Santa María Mayor y la Capilla Colleoni, en el sugestivo y silencioso escenario de la Ciudad Alta.
Al glorioso Patrón son dedicadas otras dos iglesias en la Ciudad Baja: San Alessandro de la Cruz y San Alessandro en Columna, ambas ricas de antiguas memorias. El soldado egipcio, el sobreviviente de la Legión Tebana, tiene pues en Bérgamo su segunda y más verdadera patria, dónde al calor del sol se sustituye la tibieza del cariño, en el verano de la fe, que no conoce otoños.
Él habría sido uno de aquellos pocos legionarios los que, encontrándose momentáneamente destacados en otras localidades, huyeron de la matanza de Agaunia, para padecer luego el martirio en otros lugares dónde floreció su devoción.
San Alessandro, por ejemplo, es el querido Patrón de la ciudad de Bérgamo: por tanto la leyenda lo hace morir a Bérgamo, después de ser huido dos veces de la cárcel y haber quebrantado los ídolos delante de su comandante y perseguidor, Massimiano Cesare.
A él, primer Mártir y Patrón de Bérgamo, es dedicada la Catedral de la ciudad, que parece proteger con su mole los otros dos bonitos monumentos de Bérgamo antigua: la Iglesia de Santa María Mayor y la Capilla Colleoni, en el sugestivo y silencioso escenario de la Ciudad Alta.
Al glorioso Patrón son dedicadas otras dos iglesias en la Ciudad Baja: San Alessandro de la Cruz y San Alessandro en Columna, ambas ricas de antiguas memorias. El soldado egipcio, el sobreviviente de la Legión Tebana, tiene pues en Bérgamo su segunda y más verdadera patria, dónde al calor del sol se sustituye la tibieza del cariño, en el verano de la fe, que no conoce otoños.
lunes, 25 de agosto de 2025
Lecturas del 25/08/2025
Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz.
En todo momento damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones, pues sin cesar recordamos ante Dios, nuestro Padre, la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y la firmeza de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido, pues cuando os anuncié nuestro evangelio, no fue solo de palabra, sino también con la fuerza del Espíritu Santo y con plena convicción.
Sabéis cómo nos comportamos entre vosotros para vuestro bien.
Vuestra fe en Dios se ha difundido por doquier, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la visita que os hicimos: cómo os convertisteis a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.
En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos!
Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la “gehenna” el doble que vosotros!
¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”!
¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro?
O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga” ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar, jura por él y por quien habita en él; y quien jura por el cielo, jura por el trono de dios y también por el que está sentado en él».
Palabra del Señor.
25 de Agosto 2025 – San José de Calasanz
San José de Calasanz, sacerdote, que instituyó las escuelas populares para la formación de los niños y jóvenes en el amor y la sabiduría del Evangelio, fundando en Roma la Orden de los Clerigos regulares de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías.
Había nacido en Peralta de la Sal en Huesca, y estaba emparentado con los primeros reyes pirenaicos. Estudió en el Estudio General de Lérida (1571-1576): Artes, Filosofía, Leyes. Doctorado, a los 20 años, en Derecho civil y canónico; estudió después Teología en Valencia (1578-1579), siendo arzobispo, san Juan de Ribera. Pero se encontró que una mujer se enamoró de él y se sintió tan tentado que marchó a Alcalá de Henares, donde tuvo que interrumpir sus estudios a causa de la muerte de su hermano Pedro; tuvo que volver a Peralta.
La muerte de su madre, y una grave enfermedad, le hicieron desear con más fuerza el sacerdocio, pero su padre quiso que se casara, pero José enfermó gravemente, y le dijo a su padre que si se curaba se ordenaría sacerdote. Fue ordenado sacerdote a los 28 años en la capilla del castillo de Sanahuja (1583). Después de haber distribuido parte de su patrimonio familiar a la muerte de su padre, fue llamado a cubrir varios cargos: marchó a la diócesis de Barbastro, donde fue familiar del obispo Felipe de Urries y maestro de sus pajes. Asistió a las cortes de Monzón, y muerto su obispo, marchó a Lérida, y entró al servicio del obispo de Albarracín: Gaspar de la Higuera o Gaspar Juan de la Figuera, con el que participó en la reforma monástica de los agustinos y de los benedictinos de Montserrat. Al morir su obispo, posiblemente envenenado, entró al servicio del cabildo catedral de Urgel, del que fue secretario y maestro de ceremonias, y luego familiar del obispo cartujo fray Andrés Capillas. Por entonces fue nombrado párroco de Claverol y Ortoneda, cargo del que no se ocupó directamente, sino por medio de eficaces sustitutos. En 1589 fue nombrado visitador del arciprestazgo de Tremp, y vicario de ámbito del mismo. Como covisitador canónico, y vicario general de Urgel. Estuvo en la universidad de Barcelona donde obtuvo el título en Teología.
Inspirado por el Señor, se fue a Roma (1592), invitado por su amigo el cardenal Marc Antonio Colonna. Allí vivió una vida retirada, dedicado sobre todo a la educación de los familiares del cardenal, así como a la capellanía del palacio cardenalicio. Después de la muerte del cardenal estuvo al servicio de su sobrino, el cardenal Ascanio Colonna. Impresionado por el abandono de los muchachos de Trastévere, y después de la negativa de varias órdenes religiosas a recibir alumnos en régimen gratuito: dominicos, jesuitas…, fundó en la parroquia de Santa Dorotea la primera escuela gratuita, llamada “pía” porque así se dice en latín. Uno de los primeros bienhechores de la escuela fue la cofradía de la Doctrina Cristiana, a la que pertenecía. Trabó amistad con santos Juan Bautista de la Concepción, Felipe Neri, Camilo de Lelis, Juan Leonardi y Roberto Belarmino.
Llamando luego a algunos colaboradores para dar comienzo a la Congregación de los Clérigos Regulares de las Escuelas Pías, con sede en la iglesia de San Pantaleón (aunque todavía no se llamaba así, sino que era el palacio Mannini). Esta se transformó posteriormente en Orden de los pobres de la Madre de Dios y de las Escuelas Pías (escolapios o piaristas), con un cuarto voto añadido para la instrucción de la juventud, especialmente pobre. La línea de su labor educativa se expresa en este pensamiento suyo: "Los que se comprometen a ejercer con la máxima solicitud esta misión educadora han de estar dotados de una gran caridad, de una paciencia sin límites y, sobre todo, de una profunda humildad, para que así sean hallados dignos de que el Señor, si se lo piden con humilde afecto, les haga idóneos cooperadores de la verdad, los fortalezca en el cumplimiento de este nobilísimo oficio y les dé finalmente el premio celestial". Las Escuelas Pías tuvieron una rápida aceptación por parte de los Pontífices, y de la sociedad en general, y se extendieron por toda Italia.
En 1613, José de Calasanz, pensando que era un anciano -tenía 56 años-, se empezó a preocupar por el futuro de sus escuelas y llegó a la conclusión que lo mejor era encomendarla a una congregación religiosa que se hiciera cargo de ellas y las tomara como su fin principal. De ahí vino la unión con los llamados “padres luqueses” o Congregación de la Bienaventurada Virgen María, fundada por el ya difunto san Juan Leonardi, a quién José había conocido y querido mucho. La unión no tuvo el éxito esperado y se disolvieron. Nació así la Congregación Paulina de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, que después de su muerte llegaría a ser Orden de Clérigos Regulares. José cambió de nombre por el de José de la Madre de Dios.
Tras la aprobación oficial de Gregorio XV, fue su superior general en 1622. La santa impaciencia de José, y sin duda, fallos de imprevisión provocaron movimientos internos de rebeldía en la Orden (hubo fuertes rivalidades entre padres y hermanos legos), y un provincial intrigante y ambicioso, el padre Sozzi, con el apoyo del Santo Oficio, consiguió procesar al fundador, que tenía entonces más de 80 años: se le destituyó como superior perpetuo. En 1646, se suprimió la Congregación por orden de Inocencio X. Ante estos hechos el Calasanz dijo: "Sería una locura preocuparse de las causas segundas, que son los hombres y ver la causa primera, esto es Dios, que invita a estos hombres para nuestro mayor bien". Murió en Roma a los 92 años, con un "prohibitur". Pero 10 años más tarde renacerá su obra con un espíritu nuevo. Está enterrado en la iglesia de San Pantaleón de Roma. Es patrón de los maestros católicos. Fue canonizado el 16 de julio de 1767 por Clemente XIII. Es patrón de los maestros católicos.
Había nacido en Peralta de la Sal en Huesca, y estaba emparentado con los primeros reyes pirenaicos. Estudió en el Estudio General de Lérida (1571-1576): Artes, Filosofía, Leyes. Doctorado, a los 20 años, en Derecho civil y canónico; estudió después Teología en Valencia (1578-1579), siendo arzobispo, san Juan de Ribera. Pero se encontró que una mujer se enamoró de él y se sintió tan tentado que marchó a Alcalá de Henares, donde tuvo que interrumpir sus estudios a causa de la muerte de su hermano Pedro; tuvo que volver a Peralta.
La muerte de su madre, y una grave enfermedad, le hicieron desear con más fuerza el sacerdocio, pero su padre quiso que se casara, pero José enfermó gravemente, y le dijo a su padre que si se curaba se ordenaría sacerdote. Fue ordenado sacerdote a los 28 años en la capilla del castillo de Sanahuja (1583). Después de haber distribuido parte de su patrimonio familiar a la muerte de su padre, fue llamado a cubrir varios cargos: marchó a la diócesis de Barbastro, donde fue familiar del obispo Felipe de Urries y maestro de sus pajes. Asistió a las cortes de Monzón, y muerto su obispo, marchó a Lérida, y entró al servicio del obispo de Albarracín: Gaspar de la Higuera o Gaspar Juan de la Figuera, con el que participó en la reforma monástica de los agustinos y de los benedictinos de Montserrat. Al morir su obispo, posiblemente envenenado, entró al servicio del cabildo catedral de Urgel, del que fue secretario y maestro de ceremonias, y luego familiar del obispo cartujo fray Andrés Capillas. Por entonces fue nombrado párroco de Claverol y Ortoneda, cargo del que no se ocupó directamente, sino por medio de eficaces sustitutos. En 1589 fue nombrado visitador del arciprestazgo de Tremp, y vicario de ámbito del mismo. Como covisitador canónico, y vicario general de Urgel. Estuvo en la universidad de Barcelona donde obtuvo el título en Teología.
Inspirado por el Señor, se fue a Roma (1592), invitado por su amigo el cardenal Marc Antonio Colonna. Allí vivió una vida retirada, dedicado sobre todo a la educación de los familiares del cardenal, así como a la capellanía del palacio cardenalicio. Después de la muerte del cardenal estuvo al servicio de su sobrino, el cardenal Ascanio Colonna. Impresionado por el abandono de los muchachos de Trastévere, y después de la negativa de varias órdenes religiosas a recibir alumnos en régimen gratuito: dominicos, jesuitas…, fundó en la parroquia de Santa Dorotea la primera escuela gratuita, llamada “pía” porque así se dice en latín. Uno de los primeros bienhechores de la escuela fue la cofradía de la Doctrina Cristiana, a la que pertenecía. Trabó amistad con santos Juan Bautista de la Concepción, Felipe Neri, Camilo de Lelis, Juan Leonardi y Roberto Belarmino.
Llamando luego a algunos colaboradores para dar comienzo a la Congregación de los Clérigos Regulares de las Escuelas Pías, con sede en la iglesia de San Pantaleón (aunque todavía no se llamaba así, sino que era el palacio Mannini). Esta se transformó posteriormente en Orden de los pobres de la Madre de Dios y de las Escuelas Pías (escolapios o piaristas), con un cuarto voto añadido para la instrucción de la juventud, especialmente pobre. La línea de su labor educativa se expresa en este pensamiento suyo: "Los que se comprometen a ejercer con la máxima solicitud esta misión educadora han de estar dotados de una gran caridad, de una paciencia sin límites y, sobre todo, de una profunda humildad, para que así sean hallados dignos de que el Señor, si se lo piden con humilde afecto, les haga idóneos cooperadores de la verdad, los fortalezca en el cumplimiento de este nobilísimo oficio y les dé finalmente el premio celestial". Las Escuelas Pías tuvieron una rápida aceptación por parte de los Pontífices, y de la sociedad en general, y se extendieron por toda Italia.
En 1613, José de Calasanz, pensando que era un anciano -tenía 56 años-, se empezó a preocupar por el futuro de sus escuelas y llegó a la conclusión que lo mejor era encomendarla a una congregación religiosa que se hiciera cargo de ellas y las tomara como su fin principal. De ahí vino la unión con los llamados “padres luqueses” o Congregación de la Bienaventurada Virgen María, fundada por el ya difunto san Juan Leonardi, a quién José había conocido y querido mucho. La unión no tuvo el éxito esperado y se disolvieron. Nació así la Congregación Paulina de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, que después de su muerte llegaría a ser Orden de Clérigos Regulares. José cambió de nombre por el de José de la Madre de Dios.
Tras la aprobación oficial de Gregorio XV, fue su superior general en 1622. La santa impaciencia de José, y sin duda, fallos de imprevisión provocaron movimientos internos de rebeldía en la Orden (hubo fuertes rivalidades entre padres y hermanos legos), y un provincial intrigante y ambicioso, el padre Sozzi, con el apoyo del Santo Oficio, consiguió procesar al fundador, que tenía entonces más de 80 años: se le destituyó como superior perpetuo. En 1646, se suprimió la Congregación por orden de Inocencio X. Ante estos hechos el Calasanz dijo: "Sería una locura preocuparse de las causas segundas, que son los hombres y ver la causa primera, esto es Dios, que invita a estos hombres para nuestro mayor bien". Murió en Roma a los 92 años, con un "prohibitur". Pero 10 años más tarde renacerá su obra con un espíritu nuevo. Está enterrado en la iglesia de San Pantaleón de Roma. Es patrón de los maestros católicos. Fue canonizado el 16 de julio de 1767 por Clemente XIII. Es patrón de los maestros católicos.
domingo, 24 de agosto de 2025
Lecturas del 24/08/2025
Esto dice el Señor:
«Yo, conociendo sus obras y sus pensamientos, vendré para reunir las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria.
Les daré una señal, y de entre ellos enviaré supervivientes a las naciones: a Tarsis, Libia y Lidia (tiradores de arco), Túbal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria.
Ellos anunciarán mi gloria a las naciones.
Y de todas las naciones, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos, a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi santa montaña de Jerusalén ‐ dice el Señor ‐, así como los hijos de Israel traen ofrendas, en vasos purificados, al templo del Señor.
También de entre ellos escogeré sacerdotes y levitas ‐ dice el Señor ‐».
Hermanos:
Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te desanimes por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos».
Soportáis la prueba para vuestra corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?
Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.
Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura.
En aquel tiempo, Jesús, pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salven?».
Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”.
Entonces comenzaréis a decir.
“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a lsaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».
Palabra del Señor.
24 de Agosto 2025 – Beato Miroslav Bulešić
En Lanisce, Croacia, beato Miroslav Bulesic, sacerdote diocesano asesinado por odio a la fe.
Nació en Zabruni, Croacia. Adquirió su educación primaria en Jursici y la secundaria en los seminarios de Goriscia y Koper. Estudió filosofía y teología en Roma, en la Pontificia Universidad Gregoriana. El 11 de abril de 1943 fue ordenado sacerdote por el beato Luis Stepinac.
Fue administrador parroquial en Baderna hasta 1945. Eran los tiempos terribles de la II Guerra Mundial cuando en Istria se enfrentaban tres ejércitos -partisanos, alemán e italiano-. El Padre Miroslav daba especial atención a la educación de niños y jóvenes, y ayudaba a todos los que estaban en necesidad. La parroquia era un desastre: el número de no bautizados y sin sacramentos eran muchos y con mucha desidia. Intentó marcharse, pero el obispo le obligó a quedarse y... obedeció. Levantó la parroquia y se entregó a todos sus vecinos, yendo puerta a puerta.
Los partisanos de Tito le acusaron de colaboracionismo con los alemanes pero él decía: "Soy un sacerdote católico y voy a compartir los santos sacramentos a todos los que lo soliciten, sea croatas, alemanes o italianos", por ello recibió amenazas por todas partes; en su diario, escribió: "Por ti daré mi vida en todos mis ovejas... moriré por la gloria de Dios y la salvación de las almas de los fieles". A pesar de la presencia del ejército italiano y alemán, realizaba los registros (bautismos, defunciones y matrimonios) en idioma croata.
En el otoño de 1945, fue nombrado párroco de Kanfanar. Enseñó religión en la escuela, los jóvenes lo seguían, introdujo la devoción al Corazón de Jesús y María, organizó misiones populares y actividades caritativas. Era atacado por los comunistas, pero no quería huir a Italia: "Si me matan, me van a matar por Dios, y su religión".
En el otoño de 1946, pasó a ser profesor en el Seminario y Colegio en Pazin, dedicándose a la educación de los seminaristas. Fue nombrado secretario de la "Asociación Sacerdotal San Pablo" que agrupaba sacerdotes croatas que luchaban por la libertad religiosa y el buen funcionamiento de la Iglesia, también contribuyó al reconocimiento internacional de la anexión de Istria como territorio croata de Yugoslavia.
En la primavera de 1947 el gobierno comunista presentó el "Plan Quinquenal", que instituía trabajar los domingos, la prohibición de la educación religiosa en las escuelas y la eliminación de la Iglesia de la vida pública. Miroslav Bulesic, junto con otros sacerdotes de la Asociación Sacerdotal San Pablo, se opuso firmemente.
En agosto del 1947, fue enviado como acompañante oficial a Buzet, el delegado de la Santa Sede era el Obispo Jacob Ukmar, quien administraría allí el sacramento de la confirmación, los comunistas trataron de impedir la misa y la ceremonia de confirmación pero no tuvieron éxito. Al día siguiente, 24 de agosto, debían celebrar la confirmación de Lanisce, allí los comunistas atacaron a Miroslav en la casa parroquial y lo apuñalaron en la garganta por lo que su sangre corrió por los pasillos de la oficina parroquial y murió. El Obispo Jakob Ukmar fue golpeado gravemente.
El gobierno no dio permiso para enterrar el cadáver en su parroquia natal en Svetvinenat, por lo que fue enterrado en Lanisce. También el gobierno emitió una nota en la que decía que había muerto de un ataque al corazón. En 1958 sus restos fueron trasladados a la iglesia de Svetvinenat.
Los promotores y ejecutores del asesinato fueron juzgados y recibieron como castigo el pagar unas ridículas multas... en cambio una persona que trató de impedir el crimen fue condenado a varios años de prisión. Fue beatificado el 28 de septiembre de 2013 por SS Francisco.
Nació en Zabruni, Croacia. Adquirió su educación primaria en Jursici y la secundaria en los seminarios de Goriscia y Koper. Estudió filosofía y teología en Roma, en la Pontificia Universidad Gregoriana. El 11 de abril de 1943 fue ordenado sacerdote por el beato Luis Stepinac.
Fue administrador parroquial en Baderna hasta 1945. Eran los tiempos terribles de la II Guerra Mundial cuando en Istria se enfrentaban tres ejércitos -partisanos, alemán e italiano-. El Padre Miroslav daba especial atención a la educación de niños y jóvenes, y ayudaba a todos los que estaban en necesidad. La parroquia era un desastre: el número de no bautizados y sin sacramentos eran muchos y con mucha desidia. Intentó marcharse, pero el obispo le obligó a quedarse y... obedeció. Levantó la parroquia y se entregó a todos sus vecinos, yendo puerta a puerta.
Los partisanos de Tito le acusaron de colaboracionismo con los alemanes pero él decía: "Soy un sacerdote católico y voy a compartir los santos sacramentos a todos los que lo soliciten, sea croatas, alemanes o italianos", por ello recibió amenazas por todas partes; en su diario, escribió: "Por ti daré mi vida en todos mis ovejas... moriré por la gloria de Dios y la salvación de las almas de los fieles". A pesar de la presencia del ejército italiano y alemán, realizaba los registros (bautismos, defunciones y matrimonios) en idioma croata.
En el otoño de 1945, fue nombrado párroco de Kanfanar. Enseñó religión en la escuela, los jóvenes lo seguían, introdujo la devoción al Corazón de Jesús y María, organizó misiones populares y actividades caritativas. Era atacado por los comunistas, pero no quería huir a Italia: "Si me matan, me van a matar por Dios, y su religión".
En el otoño de 1946, pasó a ser profesor en el Seminario y Colegio en Pazin, dedicándose a la educación de los seminaristas. Fue nombrado secretario de la "Asociación Sacerdotal San Pablo" que agrupaba sacerdotes croatas que luchaban por la libertad religiosa y el buen funcionamiento de la Iglesia, también contribuyó al reconocimiento internacional de la anexión de Istria como territorio croata de Yugoslavia.
En la primavera de 1947 el gobierno comunista presentó el "Plan Quinquenal", que instituía trabajar los domingos, la prohibición de la educación religiosa en las escuelas y la eliminación de la Iglesia de la vida pública. Miroslav Bulesic, junto con otros sacerdotes de la Asociación Sacerdotal San Pablo, se opuso firmemente.
En agosto del 1947, fue enviado como acompañante oficial a Buzet, el delegado de la Santa Sede era el Obispo Jacob Ukmar, quien administraría allí el sacramento de la confirmación, los comunistas trataron de impedir la misa y la ceremonia de confirmación pero no tuvieron éxito. Al día siguiente, 24 de agosto, debían celebrar la confirmación de Lanisce, allí los comunistas atacaron a Miroslav en la casa parroquial y lo apuñalaron en la garganta por lo que su sangre corrió por los pasillos de la oficina parroquial y murió. El Obispo Jakob Ukmar fue golpeado gravemente.
El gobierno no dio permiso para enterrar el cadáver en su parroquia natal en Svetvinenat, por lo que fue enterrado en Lanisce. También el gobierno emitió una nota en la que decía que había muerto de un ataque al corazón. En 1958 sus restos fueron trasladados a la iglesia de Svetvinenat.
Los promotores y ejecutores del asesinato fueron juzgados y recibieron como castigo el pagar unas ridículas multas... en cambio una persona que trató de impedir el crimen fue condenado a varios años de prisión. Fue beatificado el 28 de septiembre de 2013 por SS Francisco.
sábado, 23 de agosto de 2025
Lecturas del 23/08/2025
Tenía Noemí un pariente por parte de su marido; un hombre muy acomodado de la familia de Elimelec; su nombre era Booz.
Rut, la moabita, dijo a Noemí: «¿Puedo ir a espigar en el campo de quien me lo permita?».
Noemí le respondió: «Sí, hija mía».
Marchó Rut a recoger espigas detrás de los segadores, y sucedió que vino a parar en una parcela de Booz, el de la familia de Elimélec.
Booz dijo a Rut: «Escucha, hija mía. No vayas a espigar a otro campo, no te alejes de aquí. Quédate junto a mis criados. Fíjate dónde siegan los hombres y ve detrás de ellos. He mandado que no te molesten. Cuando tengas sed, bebe de los cántaros que ellos han llenado». Ella se postró ante él y le dijo: «¿Por qué te interesas con tanta amabilidad por mí, que soy una simple extranjera?».
Booz respondió: «Me han contado cómo te has portado con tu suegra después de morir tu marido; cómo has dejado a tus padres y tu tierra natal para venir a un pueblo que no conocías» Booz tomó a Rut por mujer. Se unió a ella, y el Señor hizo que concibiera y diera a luz un hijo. Las mujeres dijeron a Noemí: «Bendito sea el Señor, que no te ha dejado sin protección. El nombre del difunto seguirá vivo en Israel. El niño será tu consuelo y amparo en la vejez, pues lo ha dado a luz tu nuera, que te quiere y ha demostrado ser para ti mejor que siete hijos». Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. Las vecinas exclamaron: «A Noemí le ha nacido un niño».
Y le pusieron por nombre Obed. Fue el padre de Jesé, el padre de David.
En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbi”. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbi”, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.
23 de Agosto 2025 – San Felipe Benizi
El hijo más ilustre y el más ardiente propagador de la congregación de los servitas en Italia nació en el seno de una noble familia de Florencia el 15 de agosto de 1233. A los 13 años fue a vivir a París a estudiar medicina. De París pasó a Padua donde a los 19 años obtuvo el grado de doctor en medicina y filosofía, regresando a su ciudad natal y ejerciendo por un año su profesión. Durante ese tiempo, estudió las Sagradas Escrituras y oraba frecuentemente ante un crucifijo del templo abacial de Fiésole para obtener la luz del cielo sobre su vocación. Sus oraciones dieron fruto, y estando un día orando en el templo de Fiésole, escucho una voz que venía del crucifijo y que lo invitaba a ponerse bajo la protección de la Santísima Virgen en la Orden de los Servitas.
Felipe pidió la admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre. Luego, y al finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió visitar los conventos de Alemania y Francia.
En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Siervos de María.
En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María. El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe a Cristo.
Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año 1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el ángelus vespertino, y en 1761 fue canonizado. Su fiesta fue extendida a toda la Iglesia occidental en 1694.
Felipe pidió la admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre. Luego, y al finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió visitar los conventos de Alemania y Francia.
En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Siervos de María.
En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María. El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe a Cristo.
Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año 1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el ángelus vespertino, y en 1761 fue canonizado. Su fiesta fue extendida a toda la Iglesia occidental en 1694.