miércoles, 31 de julio de 2024
Lecturas del 31/07/2024
¡Ay de mí, madre mía, me has engendrado para discutir y pleitear por todo el país!
Ni he prestado ni me han prestado, en cambio, todos me maldicen.
Si encontraba tus palabras, las devoraba: tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón, y tu nombre era invocado sobre mí, Señor Dios del universo.
No me junté con la gente amiga de la juerga y el disfrute; me forzaste a vivir, pues me habías llenado de tu ira.
¿Por qué se ha hecho crónica mi llaga, enconada e incurable mi herida?
Te has vuelto para mi arroyo engañoso de aguas inconstantes.
Entonces respondió el Señor: «Si vuelves, te dejaré volver, y así estarás a mi servicio; si separas la escoria del metal, yo hablaré por tu boca.
Ellos volverán a ti, pero tú no vuelvas a ellos.
Haré de ti frente al pueblo muralla de bronce inexpugnable: lucharán contra ti pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y salvarte ‐ oráculo del Señor ‐.
Te libraré de manos de los malvados, te rescataré del puño de los violentos».
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra».
Palabra del Señor.
31 de Julio – San Ignacio de Loyola
Memoria de san Ignacio de Loyola, sacerdote, que, nacido en el País Vasco en España, vivió en la corte del rey y estuvo en el ejército, hasta que, gravemente herido, se convirtió a Dios; terminados los estudios teológicos en París, unió a sí a los primeros compañeros, que después constituyeron la Compañía de Jesús en Roma, donde desarrolló un fructífero ministerio, dedicándose a la redacción de obras y a la formación de los discípulos, a mayor gloria de Dios.
Iñigo López nació en Loyola, en el seno de una noble familia vasca. Fue designado al sacerdocio por ser el último hijo, incluso a los 14 años recibió la tonsura, pero él no mostraba ninguna inclinación al sacerdocio, y se hizo crecer el pelo. Tras una permanencia juvenil en el ambiente de la corte de Castilla y una juventud inquieta ("metido en cosas de mujeres, en galas, en revueltas y juegos de armas") en la que sufrió un grave proceso (en 1515) por violencia, siguió una formación militar en Arévalo (Ávila) y, como caballero del duque de Nájera, Virrey de Navarra, defendió el castillo de Pamplona, atacado por Francisco I (que quería separar Navarra de Castilla, 1521). En el asedio fue herido en la pierna por los franceses. Durante la convalecencia en Loyola, leyendo ocasionalmente la “Vida de Cristo” del Cartujano, y la “Leyenda Áurea” de Santiago de la Vorágine, porque en su casa no había libros de caballerías, dejó la carrera militar para convertirse en seguidor de Cristo. Para hacer los primeros entrenamientos de santidad marchó a Aránzazu.
La vida siguiente de Ignacio puede dividirse en siete etapas. La primera transcurrió en Cataluña, donde se detuvo para hacer una vela de armas ante la Virgen de Montserrat (1522); desde allí se dirigió a Manresa, donde en una cueva escribió las primeras notas del futuro libro de los “Ejercicios espirituales”. La segunda etapa fue de peregrinación a Jerusalén (1523), donde no fue acogido como huésped permanente de un convento franciscano, según habría deseado.
En la etapa sucesiva lo encontramos estudiando en España (1524-1527), primero en Barcelona, donde fue confundido, a causa de su hábito de penitente, con un "alumbrado" (secta de iluminados) y fue encarcelado; una vez liberado, pudo ir a Alcalá y luego a Salamanca, donde asimismo fue arrestado, aunque por poco tiempo (al confundirlo con un "espiritual"); por fin se trasladó a pie París. Aquí, en la cuarta etapa, permaneció desde 1528 a 1535 como estudiante y luego como maestro ("magíster artium"); reunió algunos compañeros (el beato Pedro Fabro, san Francisco Javier, Diego Laínez, Salmeron, Nicolás Bobadilla y Rodrigues), y con ellos, en Montmatre, en la capilla de los mártires, hizo profesión de los tres votos religiosos, con un voto común de ir a Tierra Santa o de ponerse a disposición del Papa para combatir la herejía protestante.
En la quinta etapa lo encontramos en su patria de Azpeitia (1535) para reponerse; en la sexta etapa fue a Venecia (1535-1537), pasando por Bolonia como mendigo. La séptima etapa fue Roma (1537-1556), y en el viaje, casi a las puertas de la ciudad (iglesia de la Storta), tuvo una visión (de la que proviene el nombre de la Compañía de Jesús). En Roma, Ignacio fue ordenado sacerdote (1538). Así, en 1540, en el baptisterio de San Pedro, la Compañía de Jesús recibió su bautismo con la bula papal, en espera de las constituciones definitivas, aprobadas en 1550.
Para sí no pidió nada, ni honores ni reconocimientos, ni reposo, ni recompensas. No pensaba más que a sus hijos religiosos, lejanos de él "Les amo tanto -decía- que quisiera saber el número de pulgas que los devoran". "Buscar la presencia de Cristo en todas las cosas" les decía. "¡Qué vil me parece la tierra cuando contemplo el Cielo!" exclamó. Un día al final de julio de 1556, se sintió mal: estaba aquejado de litiasis biliar y cirrosis hepática. Comprendió que la muerte era cercana. Siguió la disciplina de la vida en común, andando al refectorio. Rogó a su secretario de pedir al Papa la bendición en "articulo mortis". El secretario molesto, le dijo que iría al día siguiente. Aquella noche se lo encontraron agonizando, murió sin la bendición papal. "Ad maiorem Dei gloriam" fue el lema que eligió para su Compañía. Está enterrado en la iglesia de San Ignacio de Roma. Fue canonizado en 1622 por el papa Gregorio XV, y Pío XI le proclamó patrono de los ejercicios espirituales y retiros.
Iñigo López nació en Loyola, en el seno de una noble familia vasca. Fue designado al sacerdocio por ser el último hijo, incluso a los 14 años recibió la tonsura, pero él no mostraba ninguna inclinación al sacerdocio, y se hizo crecer el pelo. Tras una permanencia juvenil en el ambiente de la corte de Castilla y una juventud inquieta ("metido en cosas de mujeres, en galas, en revueltas y juegos de armas") en la que sufrió un grave proceso (en 1515) por violencia, siguió una formación militar en Arévalo (Ávila) y, como caballero del duque de Nájera, Virrey de Navarra, defendió el castillo de Pamplona, atacado por Francisco I (que quería separar Navarra de Castilla, 1521). En el asedio fue herido en la pierna por los franceses. Durante la convalecencia en Loyola, leyendo ocasionalmente la “Vida de Cristo” del Cartujano, y la “Leyenda Áurea” de Santiago de la Vorágine, porque en su casa no había libros de caballerías, dejó la carrera militar para convertirse en seguidor de Cristo. Para hacer los primeros entrenamientos de santidad marchó a Aránzazu.
La vida siguiente de Ignacio puede dividirse en siete etapas. La primera transcurrió en Cataluña, donde se detuvo para hacer una vela de armas ante la Virgen de Montserrat (1522); desde allí se dirigió a Manresa, donde en una cueva escribió las primeras notas del futuro libro de los “Ejercicios espirituales”. La segunda etapa fue de peregrinación a Jerusalén (1523), donde no fue acogido como huésped permanente de un convento franciscano, según habría deseado.
En la etapa sucesiva lo encontramos estudiando en España (1524-1527), primero en Barcelona, donde fue confundido, a causa de su hábito de penitente, con un "alumbrado" (secta de iluminados) y fue encarcelado; una vez liberado, pudo ir a Alcalá y luego a Salamanca, donde asimismo fue arrestado, aunque por poco tiempo (al confundirlo con un "espiritual"); por fin se trasladó a pie París. Aquí, en la cuarta etapa, permaneció desde 1528 a 1535 como estudiante y luego como maestro ("magíster artium"); reunió algunos compañeros (el beato Pedro Fabro, san Francisco Javier, Diego Laínez, Salmeron, Nicolás Bobadilla y Rodrigues), y con ellos, en Montmatre, en la capilla de los mártires, hizo profesión de los tres votos religiosos, con un voto común de ir a Tierra Santa o de ponerse a disposición del Papa para combatir la herejía protestante.
En la quinta etapa lo encontramos en su patria de Azpeitia (1535) para reponerse; en la sexta etapa fue a Venecia (1535-1537), pasando por Bolonia como mendigo. La séptima etapa fue Roma (1537-1556), y en el viaje, casi a las puertas de la ciudad (iglesia de la Storta), tuvo una visión (de la que proviene el nombre de la Compañía de Jesús). En Roma, Ignacio fue ordenado sacerdote (1538). Así, en 1540, en el baptisterio de San Pedro, la Compañía de Jesús recibió su bautismo con la bula papal, en espera de las constituciones definitivas, aprobadas en 1550.
Para sí no pidió nada, ni honores ni reconocimientos, ni reposo, ni recompensas. No pensaba más que a sus hijos religiosos, lejanos de él "Les amo tanto -decía- que quisiera saber el número de pulgas que los devoran". "Buscar la presencia de Cristo en todas las cosas" les decía. "¡Qué vil me parece la tierra cuando contemplo el Cielo!" exclamó. Un día al final de julio de 1556, se sintió mal: estaba aquejado de litiasis biliar y cirrosis hepática. Comprendió que la muerte era cercana. Siguió la disciplina de la vida en común, andando al refectorio. Rogó a su secretario de pedir al Papa la bendición en "articulo mortis". El secretario molesto, le dijo que iría al día siguiente. Aquella noche se lo encontraron agonizando, murió sin la bendición papal. "Ad maiorem Dei gloriam" fue el lema que eligió para su Compañía. Está enterrado en la iglesia de San Ignacio de Roma. Fue canonizado en 1622 por el papa Gregorio XV, y Pío XI le proclamó patrono de los ejercicios espirituales y retiros.
martes, 30 de julio de 2024
Lecturas del 30/07/2024
Mis ojos se deshacen en lágrimas, de día y de noche no cesan: por la terrible desgracia que padece la doncella, hija de mi pueblo, una herida de fuertes dolores.
Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país.
¿Por qué has rechazado del todo a Judá? ¿Tiene asco tu garganta de Sión? ¿Por qué nos has herido sin remedio?
Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación.
Reconocemos, Señor, nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti.
No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso; recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.
¿Tienen los gentiles ídolos de la lluvia? ¿Dan los cielos de por sí los aguaceros?
¿No eres tú, Señor, Dios nuestro; tú, que eres nuestra esperanza, porque tú lo hiciste todo?
En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
Palabra del Señor.
30 de Julio – Beato Sebastián Llorens Telarroja
Sebastián Llorens Telarroja, fue gran amigo del P. Jaime (Jaume en catalán) Puig, incluso compartiendo con este el martirio.
Nació el 02 de diciembre de 1909 en Tordera (Barcelona). Desde muy temprana edad se le veían virtudes y valores cristianos, frutos de un hogar con valores muy fuertes. Su familia, en especial su madre fue una santa mujer, de la cual Sebastián heredó muchas virtudes como: sencillez, humildad, piedad y la transparencia de su buen corazón, siendo obediente y dócil con sus padres.
Estudió en el colegio Santa María de Blanes, teniendo como profesores al Hno. Segismundo Sagalés, también mártir, y al P. Jaime Puig. Según testigos, fue incansable en el estudio, inteligente y aplicado en la escuela, a la que no faltaba jamás. Tenía afición a la mecánica. Estudió Algebra en las clases nocturnas del P. Puig, además acudía a los círculos de estudio de la Acción Católica.
Su fe y piedad son un ejemplo para muchos jóvenes. Manifestaba, ante todo, gran devoción hacia la Eucaristía, asistiendo con regularidad la misa dominical, sirviendo al altar, orando largamente ante el sagrario por las tardes. Otro canal de su piedad era la devoción a la Virgen Santísima; con frecuencia visitaba al santuario de la Virgen del Vilar; y buscaba contagiar su devoción mariana a los jóvenes, organizando asociaciones y romerías. Su devoción mariana le llevó a esconder la imagen de la Virgen del Vilar, con la ayuda del padre Puig y de los colonos de Mas Miret. Sebastián fortalecía su espiritualidad con mucha oración, con retiros espirituales y con un proyecto de vida donde buscaba una vida de santidad y servicio a Dios y a los demás.
Sebastián sentía un llamado especial al matrimonio, pero quería vivir un matrimonio santo, y por eso pensaba seriamente en cómo realizar este proyecto sin dejar su apostolado cristiano, principalmente en lo que se trataba de la piedad y de la evangelización de los jóvenes. Este ardor misionero le llevó a recibir al P. Puig en su casa mientras le buscaban los revolucionarios, le ayudó a esconder la antigua imagen de la Virgen del Vilar y lo acompañó en la larga entrevista que le realizaron en el comité el día 30 de julio de 1936.
Los dejaron ir pero los republicanos les habían preparado una emboscada, y los dos fueron capturados juntos mientras volvían a casa. Mientras recorrían la calle, los milicianos del Frente Popular ordenaban a la gente que cerraran las puertas y ventanas para que no pudieran ser testigos del homicidio premeditado.
Después, condujeron al Padre Puig Mirosa y a Sebastián fuera de la ciudad, donde algunos republicanos salieron de detrás de un muro y dispararon al religioso y a su alumno, que lo había cogido entre sus brazos para sostenerlo. Antes de morir, el sacerdote consiguió murmurar: «¡Dios mío, Dios mío!». Sebastián, en cambio, herido, fue asesinado con varios disparos en la cabeza. Los dos cadáveres permanecieron en la calle hasta que fueron recogidos y llevados al cementerio local.
Sebastián fue martirizado por su gran devoción a la Eucaristía y a la Virgen que le hicieron despertar un fuerte amor al punto de preocuparse por el otro y olvidarse de sí mismo.
S.S. Benedicto XVI firmó el 10 de mayo de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio de los Siervos de Dios que integran este grupo, lo cual permitirá su próxima beatificación que se realizará, Dios mediante, el 13 de octubre de 2013.
Nació el 02 de diciembre de 1909 en Tordera (Barcelona). Desde muy temprana edad se le veían virtudes y valores cristianos, frutos de un hogar con valores muy fuertes. Su familia, en especial su madre fue una santa mujer, de la cual Sebastián heredó muchas virtudes como: sencillez, humildad, piedad y la transparencia de su buen corazón, siendo obediente y dócil con sus padres.
Estudió en el colegio Santa María de Blanes, teniendo como profesores al Hno. Segismundo Sagalés, también mártir, y al P. Jaime Puig. Según testigos, fue incansable en el estudio, inteligente y aplicado en la escuela, a la que no faltaba jamás. Tenía afición a la mecánica. Estudió Algebra en las clases nocturnas del P. Puig, además acudía a los círculos de estudio de la Acción Católica.
Su fe y piedad son un ejemplo para muchos jóvenes. Manifestaba, ante todo, gran devoción hacia la Eucaristía, asistiendo con regularidad la misa dominical, sirviendo al altar, orando largamente ante el sagrario por las tardes. Otro canal de su piedad era la devoción a la Virgen Santísima; con frecuencia visitaba al santuario de la Virgen del Vilar; y buscaba contagiar su devoción mariana a los jóvenes, organizando asociaciones y romerías. Su devoción mariana le llevó a esconder la imagen de la Virgen del Vilar, con la ayuda del padre Puig y de los colonos de Mas Miret. Sebastián fortalecía su espiritualidad con mucha oración, con retiros espirituales y con un proyecto de vida donde buscaba una vida de santidad y servicio a Dios y a los demás.
Sebastián sentía un llamado especial al matrimonio, pero quería vivir un matrimonio santo, y por eso pensaba seriamente en cómo realizar este proyecto sin dejar su apostolado cristiano, principalmente en lo que se trataba de la piedad y de la evangelización de los jóvenes. Este ardor misionero le llevó a recibir al P. Puig en su casa mientras le buscaban los revolucionarios, le ayudó a esconder la antigua imagen de la Virgen del Vilar y lo acompañó en la larga entrevista que le realizaron en el comité el día 30 de julio de 1936.
Los dejaron ir pero los republicanos les habían preparado una emboscada, y los dos fueron capturados juntos mientras volvían a casa. Mientras recorrían la calle, los milicianos del Frente Popular ordenaban a la gente que cerraran las puertas y ventanas para que no pudieran ser testigos del homicidio premeditado.
Después, condujeron al Padre Puig Mirosa y a Sebastián fuera de la ciudad, donde algunos republicanos salieron de detrás de un muro y dispararon al religioso y a su alumno, que lo había cogido entre sus brazos para sostenerlo. Antes de morir, el sacerdote consiguió murmurar: «¡Dios mío, Dios mío!». Sebastián, en cambio, herido, fue asesinado con varios disparos en la cabeza. Los dos cadáveres permanecieron en la calle hasta que fueron recogidos y llevados al cementerio local.
Sebastián fue martirizado por su gran devoción a la Eucaristía y a la Virgen que le hicieron despertar un fuerte amor al punto de preocuparse por el otro y olvidarse de sí mismo.
S.S. Benedicto XVI firmó el 10 de mayo de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio de los Siervos de Dios que integran este grupo, lo cual permitirá su próxima beatificación que se realizará, Dios mediante, el 13 de octubre de 2013.
lunes, 29 de julio de 2024
Lecturas del 29/07/2024
Esto me dijo el Señor:
«Ve, cómprate un cinturón de lino y rodéate con él la cintura; pero no lo metas en el agua».
Me compré el cinturón, según me lo mandó el Señor, y me lo ceñí.
El Señor me dirigió la palabra por segunda vez: «Torna el cinturón que has comprado y que llevas ceñido; ponte en marcha hacia el río Éufrates y lo escondes allí, entre las hendiduras de las piedras».
Fui y lo escondí en el Éufrates, según me había mandado el Señor.
Tiempo después me dijo el Señor: «Vete al río Éufrates y recoge el cinturón que te mandé esconder allí».
Fui al Éufrates, cavé, y recogí el cinturón del sitio donde lo había escondido: estaba estropeado, no servía para nada.
Entonces el Señor me habló así: «Esto dice el Señor: Del mismo modo consumiré la soberbia de Judá, la gran soberbia de Jerusalén. Este pueblo malvado que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta con corazón obstinado y sigue a dioses extranjeros, para rendirles culto y adorarlos, será como ese cinturón que ya no sirve para nada.
Porque del mismo modo que se ajusta el cinturón a la cintura del hombre, así hice yo que se ajustaran a mí la casa de Judá y la casa de Israel ‐ oráculo del Señor ‐, para que fueran mi pueblo, mi fama, mi alabanza, y mi honor. Pero no me escucharon».
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del a anidar en sus ramas». Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta».
Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
Palabra del Señor.
29 de Julio – Santa Marta Virgen
Marta significa: "señora; jefe de hogar".
En Betania, un pueblecito cercano a Jerusalén, vivía una familia de la cual dice el Evangelio un elegio hermosísimo: "Jesús amaba a Marta, a María y a su hermano Lázaro". Difícil encontrar un detalle más simpático acerca de alguna familia: eran muy amados por Jesús.
Los dos primeros años de su apostolado, Jesús estuvo la mayor parte del tiempo en la provincia de Galilea, al norte de su país. Pero en el tercer año se trasladó a Judea, en el sur, y con él sus discípulos. En Jerusalén era bastante peligroso el quedarse por las noches porque los enemigos le habían jurado guerra a muerte y buscaban cualquier ocasión propicia para matar al Redentor. Pero allí, a cuatro kilómetros de Jerusalén, había un pueblecito tranquilo y amable y en él un hogar donde Jesús se sentía bien. Era el hogar de Marta, María y Lázaro. En esta casa siempre había una habitación lista y bien arreglada para recibir al Divino Maestro, cualquier día a la hora en que llegara. Y tres corazones verdaderamente amigos de Jesús, le esperaban con afecto fraternal. Allí Jesús se sentía como en su casa. (S. Marta es la patrona de los hoteleros, porque sabía atender muy bien). Con razón dice el Evangelio que Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro. Qué bueno fuera que de cada uno de nuestros hogares se pudiera decir lo que la Biblia afirma del hogar de estas tres afortunadas personas.
Famosa se ha hecho la escena que sucedió un día en que Jesús llegó a Betania con sus 12 apóstoles y las santas mujeres (mamás de algunos apóstoles, etc.). Marta corría de allá para acá preparando los alimentos, arreglando las habitaciones, llevando refrescos para los sedientos viajeros. Jesús como siempre, aprovechando aquellos instantes de descanso, se dedicó a dar sabias instrucciones a sus discípulos. Oír a Cristo es lo más hermoso que pueda existir. Él estaba sentado en un sillón y los demás, atentísimos, sentados en el suelo escuchando. Y allí, en medio de todos ellos, sentada también en el suelo estaba María, la hermana de Marta, extasiada, oyendo tan formidables enseñanzas.
De pronto Marta se detiene un poco en sus faenas y acercándose a Jesús le dice con toda confianza: "Señor, ¿cómo te parece que mi hermana me haya dejado a mí sola con todo el oficio de la casa? Por qué no le dices que me ayude un poco en esta tarea?".
Y Jesús con una suave sonrisa y tono bondadoso le responde: "Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Sólo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, la que no le será quitada". Marta entendió la lección y arremangándose el delantal, se sentó también allí en el suelo para escuchar las divinas instrucciones del Salvador. Ahora sabía que todos los afanes materiales no valen tanto como escuchar las enseñanzas que vienen del cielo y aprender a conseguir la eterna salvación.
Narra San Juan en el capítulo 11 "Sucedió que un día Lázaro se enfermó, se agravó y empezó a dar señales muy graves de que se iba a morir. Y Jesús estaba lejos. Las dos hermanas le enviaron un empleado con este sencillo mensaje: Señor aquel que tú amas, está enfermo. Que bello modo de comunicarle la noticia. Sabemos que lo amas, y si lo amas lo vas a ayudar.
Pero Jesús (que estaba al otro lado del Jordán) no se movió de donde estaba. Un nuevo mensajero y Jesús no viene. A los apóstoles les dice: "Esta enfermedad será para gloria de Dios". Y luego les añade: "Lázaro nuestro amigo ha muerto. Y me alegro de que esto haya sucedido sin que yo hubiera estado allí, porque ahora vais a creer".
A los cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania, la casa estaba llena de amigos y conocidos que habían llegado a dar el pésame a las dos hermanas. Tan pronto Marta supo que Jesús venía, salió a su encuentro y le dijo: Oh Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano; pero aún ahora yo sé que cuánto pidas a Dios te lo concederá.
Jesús le dice: "Tu hermano resucitará".
Marta le contesta: Ya sé que resucitará el último día en la resurrección de los muertos.
Jesús añadió: Yo soy la resurrección y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá ¿Crees esto?
Marta respondió: Sí Señor; yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Maravillosa profesión de fe hecha por esta santa mujer. Dichosa Marta que hizo decir a Jesús verdades tan formidables.
Jesús dijo: "¿Dónde lo han colocado?" Y viendo llorar a Marta y a sus acompañantes, Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban: "Mirad cómo lo amaba".
Y fue al sepulcro que era una cueva con una piedra en la entrada. Dijo Jesús: "Quiten la piedra". Le responde Marta: "Señor ya huele mal porque hace cuatro días que está enterrado". Le dice Jesús "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?". Quitaron la piedra y Jesús dijo en voz alta: "Lázaro ven afuera". Y el muerto salió, llevando el sudario y las vendas de sus manos.
En Betania, un pueblecito cercano a Jerusalén, vivía una familia de la cual dice el Evangelio un elegio hermosísimo: "Jesús amaba a Marta, a María y a su hermano Lázaro". Difícil encontrar un detalle más simpático acerca de alguna familia: eran muy amados por Jesús.
Los dos primeros años de su apostolado, Jesús estuvo la mayor parte del tiempo en la provincia de Galilea, al norte de su país. Pero en el tercer año se trasladó a Judea, en el sur, y con él sus discípulos. En Jerusalén era bastante peligroso el quedarse por las noches porque los enemigos le habían jurado guerra a muerte y buscaban cualquier ocasión propicia para matar al Redentor. Pero allí, a cuatro kilómetros de Jerusalén, había un pueblecito tranquilo y amable y en él un hogar donde Jesús se sentía bien. Era el hogar de Marta, María y Lázaro. En esta casa siempre había una habitación lista y bien arreglada para recibir al Divino Maestro, cualquier día a la hora en que llegara. Y tres corazones verdaderamente amigos de Jesús, le esperaban con afecto fraternal. Allí Jesús se sentía como en su casa. (S. Marta es la patrona de los hoteleros, porque sabía atender muy bien). Con razón dice el Evangelio que Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro. Qué bueno fuera que de cada uno de nuestros hogares se pudiera decir lo que la Biblia afirma del hogar de estas tres afortunadas personas.
Famosa se ha hecho la escena que sucedió un día en que Jesús llegó a Betania con sus 12 apóstoles y las santas mujeres (mamás de algunos apóstoles, etc.). Marta corría de allá para acá preparando los alimentos, arreglando las habitaciones, llevando refrescos para los sedientos viajeros. Jesús como siempre, aprovechando aquellos instantes de descanso, se dedicó a dar sabias instrucciones a sus discípulos. Oír a Cristo es lo más hermoso que pueda existir. Él estaba sentado en un sillón y los demás, atentísimos, sentados en el suelo escuchando. Y allí, en medio de todos ellos, sentada también en el suelo estaba María, la hermana de Marta, extasiada, oyendo tan formidables enseñanzas.
De pronto Marta se detiene un poco en sus faenas y acercándose a Jesús le dice con toda confianza: "Señor, ¿cómo te parece que mi hermana me haya dejado a mí sola con todo el oficio de la casa? Por qué no le dices que me ayude un poco en esta tarea?".
Y Jesús con una suave sonrisa y tono bondadoso le responde: "Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Sólo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, la que no le será quitada". Marta entendió la lección y arremangándose el delantal, se sentó también allí en el suelo para escuchar las divinas instrucciones del Salvador. Ahora sabía que todos los afanes materiales no valen tanto como escuchar las enseñanzas que vienen del cielo y aprender a conseguir la eterna salvación.
Narra San Juan en el capítulo 11 "Sucedió que un día Lázaro se enfermó, se agravó y empezó a dar señales muy graves de que se iba a morir. Y Jesús estaba lejos. Las dos hermanas le enviaron un empleado con este sencillo mensaje: Señor aquel que tú amas, está enfermo. Que bello modo de comunicarle la noticia. Sabemos que lo amas, y si lo amas lo vas a ayudar.
Pero Jesús (que estaba al otro lado del Jordán) no se movió de donde estaba. Un nuevo mensajero y Jesús no viene. A los apóstoles les dice: "Esta enfermedad será para gloria de Dios". Y luego les añade: "Lázaro nuestro amigo ha muerto. Y me alegro de que esto haya sucedido sin que yo hubiera estado allí, porque ahora vais a creer".
A los cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania, la casa estaba llena de amigos y conocidos que habían llegado a dar el pésame a las dos hermanas. Tan pronto Marta supo que Jesús venía, salió a su encuentro y le dijo: Oh Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano; pero aún ahora yo sé que cuánto pidas a Dios te lo concederá.
Jesús le dice: "Tu hermano resucitará".
Marta le contesta: Ya sé que resucitará el último día en la resurrección de los muertos.
Jesús añadió: Yo soy la resurrección y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá ¿Crees esto?
Marta respondió: Sí Señor; yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Maravillosa profesión de fe hecha por esta santa mujer. Dichosa Marta que hizo decir a Jesús verdades tan formidables.
Jesús dijo: "¿Dónde lo han colocado?" Y viendo llorar a Marta y a sus acompañantes, Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban: "Mirad cómo lo amaba".
Y fue al sepulcro que era una cueva con una piedra en la entrada. Dijo Jesús: "Quiten la piedra". Le responde Marta: "Señor ya huele mal porque hace cuatro días que está enterrado". Le dice Jesús "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?". Quitaron la piedra y Jesús dijo en voz alta: "Lázaro ven afuera". Y el muerto salió, llevando el sudario y las vendas de sus manos.
domingo, 28 de julio de 2024
Lecturas del 28/07/2024
En aquellos días, acaeció que un hombre de Baal Salisá vino trayendo al hombre de Dios primicias de pan, veinte de cebada y grano fresco de espiga. Dijo Eliseo: «Dáselo a la gente y que coman».
Su servidor respondió: «¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres?».
Y él mandó: «Dáselo a la gente, que coman, porque así dice el Señor: “Comerán y sobrará”».
Y lo puso ante ellos, comieron y aún sobró, conforme a la palabra del Señor.
Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.
Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobre llevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo.
Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?»
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
Palabra del Señor.
28 de Julio – Santa Alfonsa de la Inmaculada Concepción
San Alfonsa de la Inmaculada Concepción nació en Kudamalur, de la región de Arpookara, en la diócesis de Changanacherry, India, el 19 de agosto de 1910, de la antigua y noble familia de los Muttathupadathu.
Desde su nacimiento, la vida de la Santa estuvo marcada por la cruz, que se le revelará progresivamente como el único camino para conformarse con Cristo. La mamá, María Puthukari, la dio a luz prematuramente al octavo mes de embarazo, después del susto provocado por una serpiente que se le enrolló a la cintura, mientras dormía. Ocho días después, el 28 de agosto, la pequeña venía bautizada según el rito siro malabar por el párroco Padre José Chakalayil recibía el nombre de Annakutty, diminutivo de Ana. Era la última de cinco hijos.
Transcurridos apenas tres meses, murió la madre. Annakutty pasó sus primeros años en casa de los abuelos en Elumparambil. Allí vivió un tiempo particularmente feliz para su formación humana y cristiana, durante el cual aparecieron en ella los primeros gérmenes de vocación. La abuela, mujer piadosa y caritativa, le comunicó la alegría de la fe, el amor a la oración, el impulso de la caridad para con los pobres. A los cinco años la niña sabía ya guiar, con entusiasmo infantil, la oración vespertina de la familia reunida, según el uso siro malabar, en la «sala de oración».
El 11 de noviembre de 1917, Annakutty recibió por primera vez el pan eucarístico. Decía a sus amigas « ¿Saben por qué hoy estoy particularmente contenta? ¡Porque tengo a Jesús en mi corazón!».
Y en una carta a su padre espiritual, del 30 de noviembre de 1943, le había confiado: «Desde la edad de siete años no soy más mía. Me he dedicado toda a mi Esposo divino. Lo sabe bien Su Reverencia».
El mismo año de 1917 comenzó a frecuentar la escuela elemental de Thonnankuzhy, donde estableció una sincera amistad también con los niños hinduistas. Acabado el primer ciclo de instrucción, en 1920, viene el tiempo de trasladarse a Muttuchira, a casa de la tía Anna Murickal, a la que la mamá la había encomendado antes de morir, como madre adoptiva.
La tía era una mujer severa y exigente, con tratos despóticos y violentos exigía de Annakutty la obediencia a sus más mínimas disposiciones o deseos. Asidua en las prácticas religiosas, acompañaba a la sobrina, pero no compartía la amistad de la joven con las Carmelitas del monasterio vecino, ni sus largas jornadas de oración al pie del altar. Sin embargo estaba bien determinada a procurar un ventajoso matrimonio a Annakutty, obstaculizando los claros signos de su vocación religiosa.
La virtud de la Beata se manifestó en aceptar esta severa y rígida educación como una senda de humildad y paciencia por amor a Cristo, resistiendo tenazmente los reiterados intentos de noviazgo a los que buscaba obligarla la tía. Para sustraerse al compromiso de matrimonio, Annakutty llegó al punto de provocarse voluntariamente una gravísima quemadura, poniendo el pie en brasas ardientes. «Mi noviazgo estuvo determinado cuando tenía trece años cumplidos. ¿Qué podía hacer para evitarlo? Oré toda la noche... entonces me vino una idea. ¡Si mi cuerpo hubiese estado un poco desfigurado, ninguno me habría querido!... ¡Cuánto he sufrido! Y todo lo ofrecí por mi gran intención».
El propósito de disimular su singular belleza no valió del todo para librarla de las atenciones de los pretendientes. También en los años siguientes la Beata debió defender la propia vocación, incluso durante el año de prueba, cuando se intentó darla en matrimonio con la complicidad de la misma maestra de formación. « ¡Oh, vocación que he recibido! ¡Don de mi buen Dios!... Dios vio el dolor de mi ánimo aquel día. Dios alejó las dificultades y me afianzó en este estado religioso».
Fue el P. Giacomo Muricken, su confesor, quien la orientó hacia la espiritualidad franciscana y para hacerla conocer la Congregación de las Franciscanas Clarisas. El 24 de mayo de 1927 Annakutty ingresaba en su colegio de Bharananganam en el actual territorio de la diócesis de Palai, para asistir como interna a la séptima clase. El año siguiente, el 2 de agosto de 1928, Annakutty iniciaba el Postulantado, tomando el nombre de Alfonsa de la Inmaculada Concepción, en honor de S. Alfonso de Ligorio, celebrado aquel día. El 19 de mayo de 1930 fue la vestición religiosa durante la primera visita pastoral a Bharananganam del Obispo Mar Giacomo Kalacherry.
El período de 1930-1935 estuvo marcado por graves enfermedades y sufrimientos morales. Pudo enseñar a los niños en la escuela de Vakakkad sólo el año escolar de 1932-33. Después, a causa de su debilidad, desempeña la tarea de auxiliar enseñante y de catequista en la parroquia. Estuvo encargada también como secretaria, sobre todo para escribir cartas oficiales, por su hermosa letra.
En 1934 fue introducido en la Congregación de las Franciscanas Clarisas el noviciado canónico. Deseando comenzarlo de inmediato, la Beata, a consecuencia de su inestable salud, fue admitida hasta el 12 de agosto de 1935. Casi una semana después de comenzado el Noviciado se presentaron hemorragias de la nariz y de los ojos, un profundo agotamiento orgánico y llagas purulentas en las piernas. La enfermedad se agravó a tal punto que se temió lo peor. El cielo vino en ayuda de la santa novicia. Durante una novena al Siervo de Dios Padre Kuriakose Elía Chavara —Carmelitano, hoy Beato— fue milagrosa e instantáneamente curada. Reiniciado el noviciado escribía en su diario espiritual sus santos propósitos: «No quiero actuar o hablar según mi inclinación. Cada vez que falte haré una penitencia... quiero estar atenta y no contradecir jamás a ninguno. A los demás diré sólo palabras amables. Quiero controlar mis ojos con rigor. Por cada pequeña falta pediré perdón al Señor y la expiaré con una penitencia. De cualquier tipo que sean mis sufrimientos no me lamentaré jamás y cuando deba afrontar cualquier humillación buscaré refugio en el Sagrado Corazón de Jesús».
El 12 de agosto de 1936, fiesta de Santa Clara, día de su Profesión perpetua, fue de inexpresable alegría espiritual. Se realizaba el deseo largamente guardado en su corazón y confiado a su hermana Isabel cuando apenas tenía doce años: «Jesús es mi único Esposo, y ningún otro».
Pero Jesús quería conducir a su esposa a la perfección por el camino del sufrimiento. «Hice mi profesión perpetua el 12 de agosto de 1936 y vine aquí a Bharanganam el día 14 siguiente. Desde aquel tiempo parece que me ha sido confiada una parte de la Cruz de Cristo. Ocasiones de sufrir me vienen en abundancia... Tengo un gran deseo de sufrir con alegría. Parece que mi Esposo quiere cumplir este deseo».
Hubo una serie de enfermedades dolorosas: una fiebre tifoidea, una pulmonía doble y, lo más grave, un shock nervioso por el susto al ver un ladrón, la noche del 18 de octubre de 1940. El estado de postración física se prolongó cerca de un año durante el cual no estuvo en grado de leer ni de escribir.
En toda situación Sor Alfonsa mantuvo una gran reserva y una actitud caritativa hacia las Hermanas, soportando en silencio sus sufrimientos. En 1945 sus enfermedades tuvieron un ataque violento.
Un tumor difundido en todo el organismo transformó su último año de vida en una continua agonía. Una gastroenteritis con complicación al hígado le provocaba violentas convulsiones con vómitos, hasta cuarenta veces al día. « Siento que el Señor me ha destinado a ser una oblación, un sacrificio de sufrimiento... Considero el día en que no he sufrido como un día perdido por mí».
En esta actitud de víctima por amor al Señor, contenta hasta el último momento y con la sonrisa de la inocencia siempre impresa en sus labios, Sor Alfonsa terminó serenamente y con alegría su camino terreno en el convento de las Franciscanas Clarisas en Bharananganam a las 12:30 horas del 28 de julio de 1946, dejando el recuerdo de una Hermana llena de amor y santa.
El 8 de febrero de 1986 Alfonsa de la Inmaculada Concepción Muttathupadathu fue proclamada Beata por el Papa Juan Pablo II en Kottayam, India.
Desde su nacimiento, la vida de la Santa estuvo marcada por la cruz, que se le revelará progresivamente como el único camino para conformarse con Cristo. La mamá, María Puthukari, la dio a luz prematuramente al octavo mes de embarazo, después del susto provocado por una serpiente que se le enrolló a la cintura, mientras dormía. Ocho días después, el 28 de agosto, la pequeña venía bautizada según el rito siro malabar por el párroco Padre José Chakalayil recibía el nombre de Annakutty, diminutivo de Ana. Era la última de cinco hijos.
Transcurridos apenas tres meses, murió la madre. Annakutty pasó sus primeros años en casa de los abuelos en Elumparambil. Allí vivió un tiempo particularmente feliz para su formación humana y cristiana, durante el cual aparecieron en ella los primeros gérmenes de vocación. La abuela, mujer piadosa y caritativa, le comunicó la alegría de la fe, el amor a la oración, el impulso de la caridad para con los pobres. A los cinco años la niña sabía ya guiar, con entusiasmo infantil, la oración vespertina de la familia reunida, según el uso siro malabar, en la «sala de oración».
El 11 de noviembre de 1917, Annakutty recibió por primera vez el pan eucarístico. Decía a sus amigas « ¿Saben por qué hoy estoy particularmente contenta? ¡Porque tengo a Jesús en mi corazón!».
Y en una carta a su padre espiritual, del 30 de noviembre de 1943, le había confiado: «Desde la edad de siete años no soy más mía. Me he dedicado toda a mi Esposo divino. Lo sabe bien Su Reverencia».
El mismo año de 1917 comenzó a frecuentar la escuela elemental de Thonnankuzhy, donde estableció una sincera amistad también con los niños hinduistas. Acabado el primer ciclo de instrucción, en 1920, viene el tiempo de trasladarse a Muttuchira, a casa de la tía Anna Murickal, a la que la mamá la había encomendado antes de morir, como madre adoptiva.
La tía era una mujer severa y exigente, con tratos despóticos y violentos exigía de Annakutty la obediencia a sus más mínimas disposiciones o deseos. Asidua en las prácticas religiosas, acompañaba a la sobrina, pero no compartía la amistad de la joven con las Carmelitas del monasterio vecino, ni sus largas jornadas de oración al pie del altar. Sin embargo estaba bien determinada a procurar un ventajoso matrimonio a Annakutty, obstaculizando los claros signos de su vocación religiosa.
La virtud de la Beata se manifestó en aceptar esta severa y rígida educación como una senda de humildad y paciencia por amor a Cristo, resistiendo tenazmente los reiterados intentos de noviazgo a los que buscaba obligarla la tía. Para sustraerse al compromiso de matrimonio, Annakutty llegó al punto de provocarse voluntariamente una gravísima quemadura, poniendo el pie en brasas ardientes. «Mi noviazgo estuvo determinado cuando tenía trece años cumplidos. ¿Qué podía hacer para evitarlo? Oré toda la noche... entonces me vino una idea. ¡Si mi cuerpo hubiese estado un poco desfigurado, ninguno me habría querido!... ¡Cuánto he sufrido! Y todo lo ofrecí por mi gran intención».
El propósito de disimular su singular belleza no valió del todo para librarla de las atenciones de los pretendientes. También en los años siguientes la Beata debió defender la propia vocación, incluso durante el año de prueba, cuando se intentó darla en matrimonio con la complicidad de la misma maestra de formación. « ¡Oh, vocación que he recibido! ¡Don de mi buen Dios!... Dios vio el dolor de mi ánimo aquel día. Dios alejó las dificultades y me afianzó en este estado religioso».
Fue el P. Giacomo Muricken, su confesor, quien la orientó hacia la espiritualidad franciscana y para hacerla conocer la Congregación de las Franciscanas Clarisas. El 24 de mayo de 1927 Annakutty ingresaba en su colegio de Bharananganam en el actual territorio de la diócesis de Palai, para asistir como interna a la séptima clase. El año siguiente, el 2 de agosto de 1928, Annakutty iniciaba el Postulantado, tomando el nombre de Alfonsa de la Inmaculada Concepción, en honor de S. Alfonso de Ligorio, celebrado aquel día. El 19 de mayo de 1930 fue la vestición religiosa durante la primera visita pastoral a Bharananganam del Obispo Mar Giacomo Kalacherry.
El período de 1930-1935 estuvo marcado por graves enfermedades y sufrimientos morales. Pudo enseñar a los niños en la escuela de Vakakkad sólo el año escolar de 1932-33. Después, a causa de su debilidad, desempeña la tarea de auxiliar enseñante y de catequista en la parroquia. Estuvo encargada también como secretaria, sobre todo para escribir cartas oficiales, por su hermosa letra.
En 1934 fue introducido en la Congregación de las Franciscanas Clarisas el noviciado canónico. Deseando comenzarlo de inmediato, la Beata, a consecuencia de su inestable salud, fue admitida hasta el 12 de agosto de 1935. Casi una semana después de comenzado el Noviciado se presentaron hemorragias de la nariz y de los ojos, un profundo agotamiento orgánico y llagas purulentas en las piernas. La enfermedad se agravó a tal punto que se temió lo peor. El cielo vino en ayuda de la santa novicia. Durante una novena al Siervo de Dios Padre Kuriakose Elía Chavara —Carmelitano, hoy Beato— fue milagrosa e instantáneamente curada. Reiniciado el noviciado escribía en su diario espiritual sus santos propósitos: «No quiero actuar o hablar según mi inclinación. Cada vez que falte haré una penitencia... quiero estar atenta y no contradecir jamás a ninguno. A los demás diré sólo palabras amables. Quiero controlar mis ojos con rigor. Por cada pequeña falta pediré perdón al Señor y la expiaré con una penitencia. De cualquier tipo que sean mis sufrimientos no me lamentaré jamás y cuando deba afrontar cualquier humillación buscaré refugio en el Sagrado Corazón de Jesús».
El 12 de agosto de 1936, fiesta de Santa Clara, día de su Profesión perpetua, fue de inexpresable alegría espiritual. Se realizaba el deseo largamente guardado en su corazón y confiado a su hermana Isabel cuando apenas tenía doce años: «Jesús es mi único Esposo, y ningún otro».
Pero Jesús quería conducir a su esposa a la perfección por el camino del sufrimiento. «Hice mi profesión perpetua el 12 de agosto de 1936 y vine aquí a Bharanganam el día 14 siguiente. Desde aquel tiempo parece que me ha sido confiada una parte de la Cruz de Cristo. Ocasiones de sufrir me vienen en abundancia... Tengo un gran deseo de sufrir con alegría. Parece que mi Esposo quiere cumplir este deseo».
Hubo una serie de enfermedades dolorosas: una fiebre tifoidea, una pulmonía doble y, lo más grave, un shock nervioso por el susto al ver un ladrón, la noche del 18 de octubre de 1940. El estado de postración física se prolongó cerca de un año durante el cual no estuvo en grado de leer ni de escribir.
En toda situación Sor Alfonsa mantuvo una gran reserva y una actitud caritativa hacia las Hermanas, soportando en silencio sus sufrimientos. En 1945 sus enfermedades tuvieron un ataque violento.
Un tumor difundido en todo el organismo transformó su último año de vida en una continua agonía. Una gastroenteritis con complicación al hígado le provocaba violentas convulsiones con vómitos, hasta cuarenta veces al día. « Siento que el Señor me ha destinado a ser una oblación, un sacrificio de sufrimiento... Considero el día en que no he sufrido como un día perdido por mí».
En esta actitud de víctima por amor al Señor, contenta hasta el último momento y con la sonrisa de la inocencia siempre impresa en sus labios, Sor Alfonsa terminó serenamente y con alegría su camino terreno en el convento de las Franciscanas Clarisas en Bharananganam a las 12:30 horas del 28 de julio de 1946, dejando el recuerdo de una Hermana llena de amor y santa.
El 8 de febrero de 1986 Alfonsa de la Inmaculada Concepción Muttathupadathu fue proclamada Beata por el Papa Juan Pablo II en Kottayam, India.
sábado, 27 de julio de 2024
Lecturas del 27/07/2024
Palabra que el Señor dirigió a Jeremías:
«Ponte a la puerta del templo y proclama allí lo siguiente: “ ¡Escucha, Judá, la palabra del Señor, los que entráis por esas puertas para adorar al Señor!
Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: “Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y habitaré con vosotros en este lugar. No os creáis seguros con palabras engañosas, repitiendo: ‘Es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor.’
Si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones, si juzgáis rectamente entre un hombre y su prójimo, si no explotáis al forastero, al huérfano y a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, si no seguís a dioses extranjeros, para vuestro mal, entonces habitaré con vosotros en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres, desde hace tanto tiempo y para siempre. Mirad: Vosotros os fiais de palabras engañosas que no sirven de nada. ¿De modo que robáis, matáis, adulteráis, juráis en falso, quemáis incienso a Baal, seguís a dioses extranjeros y desconocidos, y después entráis a presentaros ante mí en este templo, dedicado a mi nombre, y os decís: ‘Estamos salvos’, para seguir cometiendo esas abominaciones?
¿Creéis que es una cueva de bandidos este templo dedicado a mí nombre? Atención, que yo lo he visto.”» ‐ Oráculo del Señor ‐.
En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”
Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”.
Los criados le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”.
Pero él les respondió: “No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”».
Palabra del Señor.
27 de Julio – San Pantaleón
Pantaleón significa en griego "el que se compadece de todos". Médico nacido en Nikomedia (actual Turquía). Fue decapitado por profesar su fe católica en la persecución del emperador romano Diocleciano, el 27 de julio del 305. Lo que se sabe de San Pantaleón procede de un antiguo manuscrito del siglo VI que está en el Museo Británico. Pantaleón era hijo de un pagano llamado Eubula y de madre cristiana. Pantaleón era médico. Fue médico del emperador Galerio Maximiano en Nicomedia. Conoció la fe pero se dejó llevar por el mundo pagano en que vivía y sucumbió ante las tentaciones, que debilitan la voluntad y acaban con las virtudes, cayendo en la apostasía.
Un buen cristiano llamado Hermolaos le abrió los ojos, exhortándole a que conociera "la curación proveniente de lo más Alto", le llevó al seno de la Iglesia.
A partir de entonces entregó su ciencia al servicio de Cristo, sirviendo a sus pacientes en nombre del Señor. En el año 303, empezó la persecución de Diocleciano en Nikomedia.
Pantaleón regaló todo lo que tenía a los pobres. Algunos médicos por envidia, lo delataron a las autoridades. Fue arrestado junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El emperador, que quería salvarlo en secreto, le dijo que apostatara, pero Pantaleón se negó e inmediatamente curó milagrosamente a un paralítico para demostrar la verdad de la fe.
Los cuatro fueron condenados a ser decapitados. San Pantaleón murió mártir a la edad de 29 años el 27 de julio del 304. Murió por la fe que un día había negado. Como San Pedro y San Pablo, tuvo la oportunidad de reparar y manifestarle al Señor su amor. Las actas de su martirio nos relatan sobre hechos milagrosos: Trataron de matarle de seis maneras diferentes; con fuego, con plomo fundido, ahogándole, tirándole a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole una espada. Con la ayuda del Señor, Pantaleón salió ileso.
Luego permitió libremente que lo decapitaran y de sus venas salió leche en vez de sangre y el árbol de olivo donde ocurrió el hecho floreció al instante. Podría ser que estos relatos son una forma simbólica de exaltar la virtud de los mártires, pero en todo caso, lo importante es que Pantaleón derramó su sangre por Cristo y los cristianos lo tomaron como ejemplo de santidad. En Oriente le tienen gran veneración como mártir y como médico que atendía gratuitamente a los pobres. También fue muy famoso en Occidente desde la antigüedad.
Se conservan algunas reliquias de su sangre, en Madrid (España), Constantinopla (Turquía) y Ravello (Italia). El Milagro de su sangre Una porción de su sangre se reserva en una ampolla en el altar mayor del Real Monasterio de la Encarnación en Madrid de los Austrias, junto a la Plaza de Oriente, Madrid, España. Fue tomada de otra más grande que se guarda en la Catedral italiana de Ravello. Fue donada al monasterio junto con un trozo de hueso del santo por el virrey de Nápoles.
En Madrid lo custodian las religiosas Agustinas Recoletas dedicadas a la oración. Hay constancia de que la reliquia ya estaba en la Encarnación desde su fundación en el año 1616.
La sangre, en estado sólido durante todo el año, se licuefacciona sin intervención humana. Esto ocurre en la víspera del aniversario de su martirio, o sea, cada 26 de julio. Así ha ocurrido cada año hasta la fecha de este escrito, 2005, cuando se celebran 1700 años de su martirio. En ese año el milagro tuvo lugar mientras las religiosas oraban en el coro del templo y ante la presencia de cientos de visitantes.
El monasterio abre las puertas al público para que todos sean testigos. En algunas ocasiones, la sangre ha tardado en solidificarse para señalar alguna crisis, como ocurrió durante las dos guerras mundiales. Muchas veces se ha intentado explicar el fenómeno mediante mecanismos netamente naturales, como la temperatura o las fases de la luna. Sin embargo, ninguna de las explicaciones ha resultado satisfactoria para la ciencia.
La iglesia no se ha definido sobre el milagro. Las hermanas dicen sencillamente que es "un regalo de Dios". Para facilitar la vista del público y evitar el deterioro de la reliquia, en el 1995 las monjitas instalaron monitores de televisión que aumentan diez veces la imagen de la cápsula que contiene la sangre del santo.
Un buen cristiano llamado Hermolaos le abrió los ojos, exhortándole a que conociera "la curación proveniente de lo más Alto", le llevó al seno de la Iglesia.
A partir de entonces entregó su ciencia al servicio de Cristo, sirviendo a sus pacientes en nombre del Señor. En el año 303, empezó la persecución de Diocleciano en Nikomedia.
Pantaleón regaló todo lo que tenía a los pobres. Algunos médicos por envidia, lo delataron a las autoridades. Fue arrestado junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El emperador, que quería salvarlo en secreto, le dijo que apostatara, pero Pantaleón se negó e inmediatamente curó milagrosamente a un paralítico para demostrar la verdad de la fe.
Los cuatro fueron condenados a ser decapitados. San Pantaleón murió mártir a la edad de 29 años el 27 de julio del 304. Murió por la fe que un día había negado. Como San Pedro y San Pablo, tuvo la oportunidad de reparar y manifestarle al Señor su amor. Las actas de su martirio nos relatan sobre hechos milagrosos: Trataron de matarle de seis maneras diferentes; con fuego, con plomo fundido, ahogándole, tirándole a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole una espada. Con la ayuda del Señor, Pantaleón salió ileso.
Luego permitió libremente que lo decapitaran y de sus venas salió leche en vez de sangre y el árbol de olivo donde ocurrió el hecho floreció al instante. Podría ser que estos relatos son una forma simbólica de exaltar la virtud de los mártires, pero en todo caso, lo importante es que Pantaleón derramó su sangre por Cristo y los cristianos lo tomaron como ejemplo de santidad. En Oriente le tienen gran veneración como mártir y como médico que atendía gratuitamente a los pobres. También fue muy famoso en Occidente desde la antigüedad.
Se conservan algunas reliquias de su sangre, en Madrid (España), Constantinopla (Turquía) y Ravello (Italia). El Milagro de su sangre Una porción de su sangre se reserva en una ampolla en el altar mayor del Real Monasterio de la Encarnación en Madrid de los Austrias, junto a la Plaza de Oriente, Madrid, España. Fue tomada de otra más grande que se guarda en la Catedral italiana de Ravello. Fue donada al monasterio junto con un trozo de hueso del santo por el virrey de Nápoles.
En Madrid lo custodian las religiosas Agustinas Recoletas dedicadas a la oración. Hay constancia de que la reliquia ya estaba en la Encarnación desde su fundación en el año 1616.
La sangre, en estado sólido durante todo el año, se licuefacciona sin intervención humana. Esto ocurre en la víspera del aniversario de su martirio, o sea, cada 26 de julio. Así ha ocurrido cada año hasta la fecha de este escrito, 2005, cuando se celebran 1700 años de su martirio. En ese año el milagro tuvo lugar mientras las religiosas oraban en el coro del templo y ante la presencia de cientos de visitantes.
El monasterio abre las puertas al público para que todos sean testigos. En algunas ocasiones, la sangre ha tardado en solidificarse para señalar alguna crisis, como ocurrió durante las dos guerras mundiales. Muchas veces se ha intentado explicar el fenómeno mediante mecanismos netamente naturales, como la temperatura o las fases de la luna. Sin embargo, ninguna de las explicaciones ha resultado satisfactoria para la ciencia.
La iglesia no se ha definido sobre el milagro. Las hermanas dicen sencillamente que es "un regalo de Dios". Para facilitar la vista del público y evitar el deterioro de la reliquia, en el 1995 las monjitas instalaron monitores de televisión que aumentan diez veces la imagen de la cápsula que contiene la sangre del santo.