martes, 31 de enero de 2023
Lecturas del 31/01/2023
Hermanos:
Teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando: «Con sólo tocarle el manto curaré».
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente y preguntaba: «¿Quién me ha tocado el manto?». Los discípulos le contestaron: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”».
Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad.
Él le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.
31 de Enero - SAN JUAN BOSCO
En 1815 nació en Piamonte (Italia). A los dieciséis años, ingresó en el seminario de Chieri y era tan pobre, que debía mendigar para reunir el dinero y los vestidos indispensables. Después de haber recibido el diaconado, Juan Bosco pasó al seminario mayor de Turín y ahí empezó, con la aprobación de sus superiores, a reunir todos los domingos a un grupo de chiquillos abandonados de la ciudad en una especie de escuela y lugar de recreo al que llamó "Oratorio Festivo".
El primer puesto que ocupó Don Bosco fue el de capellán auxiliar en una casa de refugio para muchachas, que había fundado la marquesa di Barola.
Tiempo después, acabó una escuela nocturna, y como el oratorio estaba lleno, abrió otros dos centros en otros tantos barrios de Turín. Por la misma época, empezó a dar alojamiento a los niños abandonados. Al poco tiempo, había ya cuarenta chicos, la mayoría aprendices, que vivían con Don Bosco y su madre en el barrio de Valdocco. Cayó pronto en la cuenta que todo el bien que hacía por sus chicos, se perdía con las malas influencias del exterior, y decidió construir sus propios talleres de aprendizaje. Los dos primeros fueron inaugurados en 1853. En 1856, había ya 150 internos, cuatro talleres, una imprenta, cuatro clases de latín y diez sacerdotes. Los externos eran 500. En diciembre de 1859, Don Bosco y sus 22 compañeros decidieron finalmente organizar la congregación, cuyas reglas habían sido aprobadas por Pío IX. Pero la aprobación definitiva no llegó sino hasta 15 años después. La orden creció rápidamente: en 1863 habían 39 salesianos, a la muerte del fundador eran ya 768. El siguiente paso de Don Bosco fue la fundación de una congregación femenina. La congregación quedó inaugurada en 1872, con la toma del hábito de 27 jóvenes a las que el santo llamó Hijas de Nuestra Señora, Auxilio de los Cristianos.
Don Bosco realizó uno de sus sueños al enviar sus primeros misioneros a la Patagonia. Poco a poco los salesianos se extendieron por toda América del Sur. Tenían 36 casas en el Nuevo Mundo y 38 en Europa.
Las instituciones salesianas en la actualidad comprenden escuelas primaria y segunda enseñanza, seminarios, escuelas para adultos, escuelas técnicas y de agricultura, talleres de imprenta y librería, hospitales, etc. sin omitir las misiones y el trabajo pastoral.
Don Bosco murió el 31 de enero de 1888. Su canonización tuvo lugar en 1934.
El primer puesto que ocupó Don Bosco fue el de capellán auxiliar en una casa de refugio para muchachas, que había fundado la marquesa di Barola.
Tiempo después, acabó una escuela nocturna, y como el oratorio estaba lleno, abrió otros dos centros en otros tantos barrios de Turín. Por la misma época, empezó a dar alojamiento a los niños abandonados. Al poco tiempo, había ya cuarenta chicos, la mayoría aprendices, que vivían con Don Bosco y su madre en el barrio de Valdocco. Cayó pronto en la cuenta que todo el bien que hacía por sus chicos, se perdía con las malas influencias del exterior, y decidió construir sus propios talleres de aprendizaje. Los dos primeros fueron inaugurados en 1853. En 1856, había ya 150 internos, cuatro talleres, una imprenta, cuatro clases de latín y diez sacerdotes. Los externos eran 500. En diciembre de 1859, Don Bosco y sus 22 compañeros decidieron finalmente organizar la congregación, cuyas reglas habían sido aprobadas por Pío IX. Pero la aprobación definitiva no llegó sino hasta 15 años después. La orden creció rápidamente: en 1863 habían 39 salesianos, a la muerte del fundador eran ya 768. El siguiente paso de Don Bosco fue la fundación de una congregación femenina. La congregación quedó inaugurada en 1872, con la toma del hábito de 27 jóvenes a las que el santo llamó Hijas de Nuestra Señora, Auxilio de los Cristianos.
Don Bosco realizó uno de sus sueños al enviar sus primeros misioneros a la Patagonia. Poco a poco los salesianos se extendieron por toda América del Sur. Tenían 36 casas en el Nuevo Mundo y 38 en Europa.
Las instituciones salesianas en la actualidad comprenden escuelas primaria y segunda enseñanza, seminarios, escuelas para adultos, escuelas técnicas y de agricultura, talleres de imprenta y librería, hospitales, etc. sin omitir las misiones y el trabajo pastoral.
Don Bosco murió el 31 de enero de 1888. Su canonización tuvo lugar en 1934.
lunes, 30 de enero de 2023
Lecturas del 30/01/2023
Hermanos:
¿Para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas; estos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos. Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados; el mundo no era digno de ellos: vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos éstos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido; porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.
Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo.
Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.
Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente: «¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes».
Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre». Y le preguntó: «¿Cómo te llamas?». Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos».
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».
Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar. Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca. Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti».
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
Palabra del Señor.
30 de Enero - SANTA MARTINA, VIRGEN Y MÁRTIR
Como en otros casos, el culto de Santa Martina gana fuerza al revés, o sea, a partir del descubrimiento de su sepultura junto a las de Santos Concordio y Epifanio (30 de enero), en 1624, en las excavaciones de la vieja iglesia romana que le había sido dedicada a la santa, por el papa Honorio I. El papa Urbano VIII, que restauró las más conocidas basílicas romanas, muy preocupado por la renovación espiritual y material de la Iglesia trasladó su cuerpo, colocando la cabeza en un relicario aparte, y embelleció la iglesia. También propuso a los romanos y toda la Iglesia la devoción a Santa Martina, fijando la celebración el 30 de enero. Él mismo compuso el elogio con el himno: “Martinae celebri", una clara invitación a honrar a la santa por su testimonio. La memoria litúrgica pasó a toda la Iglesia hasta la reforma litúrgica de 1969.
Pero la cosa es un poco más antigua, afortunadamente. Las noticias más tempranas (sin dejar de ser tardías) son del siglo VI, cuando el Papa Honorio I le dedicó una iglesia en Roma (lo cual habla de un culto previo, aunque fuera limitado); y que en el siglo VIII ya se celebraba su fiesta en toda Roma, pero nada más. Debido a esta escasez de noticias, se recurrió a copiar de otras "passio" de santos, escribiendo una historia totalmente legendaria que, en resumen dice que Martina era una diaconisa, hija de un noble romano. Al quedar huérfana dejó todos sus bienes a los pobres para dedicarse a la oración y la caridad. Debido a esto, que la señaló como cristiana, fue arrestada en tiempos de Alejandro Severo (222-235). Aquí la "passio" se entretiene en contarnos detalles, como que la llevaron al templo de Apolo donde Martina se negó a sacrificar al dios, mientras que para probar la veracidad de su fe, destruye el templo y la estatua de Apolo (esto le ha valido el patronato contra los terremotos y los derrumbes, y por extensión sobre los mineros, siempre expuestos a los últimos).
Luego se siguen una cantidad de tormentos típicos en las leyendas de santos: Un día es sometida a golpes, azotes, aceite hirviendo en las heridas. Al otro día es llevada al templo de Diana, que se incendia mediante un rayo, lo cual le ha valido el patronato contra las tormentas y rayos. Atormentada de nuevo con peines de hierro en el potro, es dejada por muerta, pero sobrevive y es arrojada a los leones, que no la atacan, sino que lamen sus heridas. Ante esto es llevada a la hoguera, que se vuelve contra sus ejecutores. Al final morirá decapitada (quizás sea el único martirio al que realmente fue sometida) en el 235.
De todo esto hay que quedarse con lo único que se sabe: El cuerpo de una mártir llamada Martina fue hallado en su tumba y puesto en veneración, como tantos otros.
Pero la cosa es un poco más antigua, afortunadamente. Las noticias más tempranas (sin dejar de ser tardías) son del siglo VI, cuando el Papa Honorio I le dedicó una iglesia en Roma (lo cual habla de un culto previo, aunque fuera limitado); y que en el siglo VIII ya se celebraba su fiesta en toda Roma, pero nada más. Debido a esta escasez de noticias, se recurrió a copiar de otras "passio" de santos, escribiendo una historia totalmente legendaria que, en resumen dice que Martina era una diaconisa, hija de un noble romano. Al quedar huérfana dejó todos sus bienes a los pobres para dedicarse a la oración y la caridad. Debido a esto, que la señaló como cristiana, fue arrestada en tiempos de Alejandro Severo (222-235). Aquí la "passio" se entretiene en contarnos detalles, como que la llevaron al templo de Apolo donde Martina se negó a sacrificar al dios, mientras que para probar la veracidad de su fe, destruye el templo y la estatua de Apolo (esto le ha valido el patronato contra los terremotos y los derrumbes, y por extensión sobre los mineros, siempre expuestos a los últimos).
Luego se siguen una cantidad de tormentos típicos en las leyendas de santos: Un día es sometida a golpes, azotes, aceite hirviendo en las heridas. Al otro día es llevada al templo de Diana, que se incendia mediante un rayo, lo cual le ha valido el patronato contra las tormentas y rayos. Atormentada de nuevo con peines de hierro en el potro, es dejada por muerta, pero sobrevive y es arrojada a los leones, que no la atacan, sino que lamen sus heridas. Ante esto es llevada a la hoguera, que se vuelve contra sus ejecutores. Al final morirá decapitada (quizás sea el único martirio al que realmente fue sometida) en el 235.
De todo esto hay que quedarse con lo único que se sabe: El cuerpo de una mártir llamada Martina fue hallado en su tumba y puesto en veneración, como tantos otros.
domingo, 29 de enero de 2023
Lecturas del 29/01/2023
Buscad al Señor, los humildes de la tierra, los que practican su derecho, buscad la justicia, buscad la humildad, quizá podáis resguardaros el día de la ira del Señor.
Dejaré en ti un resto, un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor. El resto de Israel no hará más el mal, no mentirá ni habrá engaño en su boca.
Pastarán y descansarán, y no habrá quien los inquiete.
Fijaos en vuestra asamblea, hermanos, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso.
Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. A él se debe que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual se ha hecho para nosotros sabiduría, de parte de Dios, justicia, santificación y redención.
Y así - como está escrito -: «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
Palabra del Señor.
29 de Enero - SAN SABINIANO – PAPA y MÁRTIR
Se desconoce la fecha de su nacimiento, pero fue consagrado Papa probablemente el 13 de septiembre de 604, y murió el 22 de febrero de 606. Hijo de Bono, nació en Blera (Bieda) cerca de Viterbo.
En 593 fue enviado por Gregorio I como apocrisiario o nuncio apostólico a Constantinopla; pero en algunos aspectos su administración del cargo no correspondió a las expectativas de Gregorio. No fue lo bastante astuto para los gobernantes de Bizancio.
Volvió a Roma en 597, y fue elegido para suceder a Gregorio poco después de la muerte de este gran pontífice, pero como la confirmación imperial de su elección no llegó durante algunos meses, no fue consagrado hasta septiembre.
Las dificultades de su pontificado fueron causadas por el temor a los lombardos y por la hambruna. Cuando hubo pasado el peligro lombardo, Sabiniano abrió los graneros de la Iglesia, y vendió maíz al pueblo a un “solidus” (doce chelines) los 275 litros.
Por no haber podido o querido ceder el grano por nada o gratis, en tiempos posteriores surgieron una cantidad de leyendas sin fundamento en las que se representaba a su predecesor castigándole por avaricia.
Tiene fama de haber restaurado al clero secular puestos que San Gregorio había llenado con monjes. Fue enterrado en la Basílica de San Pedro.
En 593 fue enviado por Gregorio I como apocrisiario o nuncio apostólico a Constantinopla; pero en algunos aspectos su administración del cargo no correspondió a las expectativas de Gregorio. No fue lo bastante astuto para los gobernantes de Bizancio.
Volvió a Roma en 597, y fue elegido para suceder a Gregorio poco después de la muerte de este gran pontífice, pero como la confirmación imperial de su elección no llegó durante algunos meses, no fue consagrado hasta septiembre.
Las dificultades de su pontificado fueron causadas por el temor a los lombardos y por la hambruna. Cuando hubo pasado el peligro lombardo, Sabiniano abrió los graneros de la Iglesia, y vendió maíz al pueblo a un “solidus” (doce chelines) los 275 litros.
Por no haber podido o querido ceder el grano por nada o gratis, en tiempos posteriores surgieron una cantidad de leyendas sin fundamento en las que se representaba a su predecesor castigándole por avaricia.
Tiene fama de haber restaurado al clero secular puestos que San Gregorio había llenado con monjes. Fue enterrado en la Basílica de San Pedro.
sábado, 28 de enero de 2023
Lecturas del 28/01/2023
Hermanos:
La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve. Por ella son recordados los antiguos.
Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.
Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por fe, también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía.
Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues, si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver.
Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo.
Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad.
Por fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac; ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «lsaac continuará tu descendencia». Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.
Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!».
Palabra del Señor.
28 de Enero - SAN JULIÁN - OBISPO DE CUENCA
En el año 1128, y en Burgos, entonces capital de Castilla, nace para la vida y la santidad el futuro obispo conquense. Fue linajuda su cuna, plus honestis parentibus, sus progenitores, y entre prodigios y misterios envuelto su nacimiento. Era este niño la realidad hecha vida de aquel sueño que tuvieron los padres del Santo unos meses antes de nacer él, que fue una verdadera revelación. Leyenda o realidad, pero la tradición asegura que, apenas nacido San Julián, con su manecita derecha trazó la bendición episcopal sobre padres, familiares y amigos, testigos de su nacimiento.
Al atardecer el día en que naciera, fue bautizado en la entonces parroquia de San Pedro, según se cree, y apenas comenzado el rito sacramental, una bandada de ángeles batían sus alas en las alturas del templo, dejándose oír - nos refiere la tradición - una voz angélica, que decía: "Hoy ha nacido un niño que en gracia, no tiene igual".
Fue el hogar paterno la primera escuela de aprendizaje para su espíritu y su inteligencia, cultivadas con esmero, en aquellas escuelas catedralicias en las que, junto al clérigo de los monasterios, se había refugiado la ciencia por aquel entonces: siglo XII.
Aquél varón singular, que se concibió, nació, vivió y murió entre prodigios y misterios, terminados sus estudios primarios en Burgos, aconsejado por sus padres y maestros, marchó a Palencia, para hacer los estudios superiores en la escuela de esa ciudad, que el obispo Poncio convirtió en Estudio, y Alfonso VIII elevó a la categoría de Universidad, y el papa Urbano VI enriqueció con todos los privilegios de la Universidad de París. El joven estudiante burgalés causó bien pronto la admiración de estudiantes y profesores, terminando sus estudios con el brillante título de Doctor. Reunido el claustro de profesores, bien ponderadas las extraordinarias cualidades del nuevo doctor y su esmerada y completa preparación científica, acuerda nombrarle profesor de filosofía y teología en la célebre universidad palentina, de la que sólo unos meses antes era alumno. Sucedió esto en el 1153 y tenía entonces San Julián veinticuatro años. Durante los veintiún años que estuvo en Palencia - once de estudiante y diez de profesor - su habitación no era sólo salón de estudio y oratorio, sino, además, obrador de menestral, pues por aquel su espíritu de caridad, ejercido todo a lo largo de su vida, trenzaba unas cestillas con mimbre y sarga, que luego repartía como limosna, jueves y sábados, a los pobres, que se alimentaban con el producto de su venta,
En su cátedra enseñó San Julián con claridad, sencillez y aprovechamiento tal, que Paulo V le coloca en la categoría de los grandes teólogos de su siglo.
Su fama crecía de día en día y la admiración por el joven profesor no tenía límites. Gallardo y apuesto joven, de los de calzas de raso y plumilla en el sombrero, al estilo de la época, a pesar de su modestia y recogimiento, no podía evitar que todas las miradas se clavaran en él. Se adentra más y más en sí mismo y, para alejar la tormenta que rebramaba en su alma, decide abandonar Palencia para retirarse "lejos del mundanal ruido".
Treinta y cinco años tenía San Julián cuando, pisoteando la fama y la gloria, abandona Palencia para vivir en Burgos en una humilde casa, que construye fuera de la ciudad, una vida de retiro, preparación para el sacerdocio y el apostolado.
Ya han muerto los padres de nuestro Santo. Su madre, antes de venir de Palencia, y su padre, apenas llegado a Burgos: es el año 1163. Esta situación, lastimosa y triste, favorece su inquietante idea de retiro. Recibe la tonsura y las órdenes menores, y acompañado del más joven criado de su casa paterna, el fiel Lesmes, marchan los dos a vivir a una casita en la vega de "La Semella", junto a Burgos y a orillas del Arlanzón. La oración, la mortificación y el estudio son sus ocupaciones constantes: bajo la sabia y experta dirección espiritual de un religioso agustino del cercano convento, llega a la altísima dignidad del sacerdocio, que recibe en 1166. Permanece aún algún tiempo en aquel retiro de "La Semella" antes de comenzar su intensa vida de apostolado.
Los primeros ensayos del novel misionero los hizo por los alrededores de la capital burgalesa, penetrando después de lleno en la ciudad de Burgos: las rivalidades, envidias, egoísmos y odios de los Castro y los Lara hicieron estéril su predicación allí y se decidió por hacerse misionero por España.
Un buen día, San Julián llamó a su criado Lesmes, a quien dijo:
- ¿Quieres acompañarme, Lesmes?...
- ¿A dónde, señor?
- A recorrer España, dijo San Julián.
- Con vos, hasta la muerte, respondió Lesmes.
Y sin más bagaje que el breviario, un crucifijo, una estampa de la Virgen y una muda, salió San Julián, transformado en caballero andante a lo divino, sobre el brioso corcel de su celo, por toda la geografía de España.
Grande fue el fruto de su predicación y muchos los convertidos por el santo misionero San Julián. Hasta la Córdoba averroísta, donde tantas veces fuera de estudiante, conoció el trallazo de su silogismo y la fuerza de su argumentación. Hacia 1190 llegó predicando por tierras de Toledo, después de veinte años de excursión evangelizadora. En 1191 predicaba y misionaba junto a la capital toledana, y aquel mismo año muere su arzobispo González Pérez.
El mismo año de 1191 es nombrado arzobispo de Toledo don Martín López, quien en los primeros meses de su pontificado, conocida la santidad, sabiduría y celo por la gloria de Dios del misionero burgalés. Le nombra arcediano de la catedral toledana, que tuvo que desistir en su negativa ante la insistencia del señor arzobispo y porque le aseguró que el arcedianato no sería obstáculo para su vida apostólica y misionera. Ya en su nuevo cargo, alternaba las tareas del gobierno de la archidiócesis, que pesaba sobre él, con la intensa vida de apostolado en predicación y administración de sacramentos, quedándole tiempo para la confección de sus célebres cestillas, que daba en limosna a sus pobres. Cada año se retiraba unos días, para dedicarse más íntimamente a sí mismo en una especie de práctica de ejercicios espirituales en la finca que en La Sagra compró al abad de Santa María de Usillos, cuyos beneficios, a la vez que los del arcedianato, entregaba en limosna a sus pobres.
Cinco años lleva San Julián de arcediano en Toledo, cinco años que han servido para que todos le admiren y quieran. El 14 de diciembre de 1195 muere "e1 noble y prudente" primer obispo de Cuenca, don Juan Yáñez, sede episcopal fundada por Alfonso VIII en 1182, después de la reconquista de la ciudad del cáliz y la estrella. Conocía Alfonso VIII las virtudes y celo del arcediano de Toledo y creyó, ciertamente, que ninguno mejor que él podrá ser el segundo obispo de la recién creada diócesis conquense. De nada valieron las negativas y oposición de San Julián: en el mes de junio de 1196, a la edad de sesenta y ocho años, fue consagrado obispo entre la alegría y tristeza de los toledanos, que si veían hecho obispo a su santo arcediano, les dolía el perderle. Apenas consagrado obispo, acompañado de su fiel Lesmes, sale para Cuenca, cuya distancia con Toledo la salvan caminando a pie por sendas y vericuetos. En el camino se entera del gran recibimiento que preparan los conquenses, y ya, a corta distancia de la ciudad, espera que llegue la noche y hace su entrada cuando todos duermen: todos menos un rapazuelo del hoy Barrio de San Antón que les guía hasta el Palacio Episcopal y a quien el Santo protege, muriendo, según la tradición, de arcediano de Cuenca.
Sobre su labor como obispo de Cuenca, diremos lo que apunta uno de sus biógrafos: "Sólo un espíritu de dinamismo multiplicado como el de San Julián podía llegar a una actuación tan compleja y ordenada. Cuenca y su obispado estaban en aquella época ocupados por tres clases de moradores: musulmanes, judíos y cristianos: a todos visita y catequiza; a todos instruye y forma: grande es su trabajo, mayor su celo, y el fruto no se hace esperar, haciendo una ciudad cristiana: hasta en los repliegues bravíos de la serranía, en los altozanos ondulantes de la Alcarria y en las llanuras sin fin de la Mancha, dejó prendido San Julián el encendido eco de su voz apostólica y misionera.
Tuvo una gran preocupación y predilección por sus sacerdotes, que los quería santos y apóstoles. En sus célebres visitas pastorales ponía especial cuidado en corregir el deplorable estado de muchos de sus sacerdotes, y los insolentes e incorregibles de siempre le proporcionaron serios disgustos: por ser antes el deber que la amistad para San Julián, hubo de enfrentarse con su metropolitano y gran amigo don Martín López. A quién acudían, engañándole, esos desgraciados sacerdotes descarriados. Preocupóse grandemente por el Cónclave Levítico, especie de Seminario, que recogía los niños donados a la Iglesia. En definitiva: su labor episcopal en Cuenca fue tan abrumadora como de felices resultados, haciendo una dudad y diócesis eminentemente cristiana.
De todas las virtudes de San Julián, la que más sobresale es su caridad: caridad ardiente por las almas de sus diocesanos, a quienes instruye y forma; caridad por los cuerpos, que socorre abundantemente, en sus necesidades matrimoniales. No sólo durante la peste que asoló a Cuenca y provincia en el primer año de su pontificado. Sino siempre; caridad para con todos: cristianos, judíos, mahometanos; su corazón y su caridad no distinguían credos ni sectas. Para todos era su pan, muchas veces milagroso. Y para todos la delicadeza y exquisitez de sus cuidados. Solía el Santo anualmente retirarse unos días a una gruta abierta sobre el Cerro de Ja Majestad, para practicar esa especie de ejercicios espirituales que tanto le fortalecían: días de ayunos y asperezas, de oración intensa y mortificación constante. Llamaba el Santo este sitio "el lugar de mi tranquilo día": junto a la gruta. Que hoy se conserva, se levanta una sencilla ermita en honor del Santo, y ese lugar lo llaman los conquenses "San Julián el tranquilo". En esos días de retiro fabricaba sus célebres cestillas, que. Repartía en limosna a los necesitados y que todos procuraban tener, pues a su contacto se veían libres de enfermedad, rubricando con esta costumbre su apodo de obispo limosnero.
El ídolo conquense, el hombre de santidad colmado y alma rota por el dolor ajeno, el obispo sabio y santo, predicador, apóstol y limosnero, llama a su capellán y fiel criado, a quién dice: "Lesmes, mi buen Lesmes: voy a morir y debo prepararme." Habrá que resignarse ante lo inevitable, y Lesmes, con el corazón deshecho por el dolor, prepara la llegada del capitán Cristo Jesús. Hecho Eucaristía, que visita a su fiel soldado San Julián. Sobre su cuerpo quemado por la fiebre, tiembla la llorosa amatista de los hábitos episcopales: San Julián recibió el Viático revestido de Pontifical. Arrobado y extasiado por la gracia de la Eucaristía, muere San Julián: era el anochecer del 28 de enero de 1208; los ángeles, con manos invisibles, hicieron hablar, con ronco sonido, todas las campanas de la ciudad, que decían: "Ha muerto el siervo fiel y prudente San Julián: Cuenca está de luto."
El papa Clemente VIII, por el Breve de 18 de octubre de 1594, recibido en Cuenca el 1 de febrero de 1595, conocidos los portentos obrados por intercesión de San Julián, le canonizó y concedió para Cuenca oficio y misa propia. Sus restos se conservaron en una arqueta, puesta en el altar del ábside dedicado al Santo, donde hoy se conservan los fragmentos óseos que el actual obispo don Inocencio Rodríguez Díez mandó autenticar, y donde el Santo recibe la oración plural de los conquenses. Que aman de verdad al santo burgalés, que es y será San Julián de Cuenca.
Al atardecer el día en que naciera, fue bautizado en la entonces parroquia de San Pedro, según se cree, y apenas comenzado el rito sacramental, una bandada de ángeles batían sus alas en las alturas del templo, dejándose oír - nos refiere la tradición - una voz angélica, que decía: "Hoy ha nacido un niño que en gracia, no tiene igual".
Fue el hogar paterno la primera escuela de aprendizaje para su espíritu y su inteligencia, cultivadas con esmero, en aquellas escuelas catedralicias en las que, junto al clérigo de los monasterios, se había refugiado la ciencia por aquel entonces: siglo XII.
Aquél varón singular, que se concibió, nació, vivió y murió entre prodigios y misterios, terminados sus estudios primarios en Burgos, aconsejado por sus padres y maestros, marchó a Palencia, para hacer los estudios superiores en la escuela de esa ciudad, que el obispo Poncio convirtió en Estudio, y Alfonso VIII elevó a la categoría de Universidad, y el papa Urbano VI enriqueció con todos los privilegios de la Universidad de París. El joven estudiante burgalés causó bien pronto la admiración de estudiantes y profesores, terminando sus estudios con el brillante título de Doctor. Reunido el claustro de profesores, bien ponderadas las extraordinarias cualidades del nuevo doctor y su esmerada y completa preparación científica, acuerda nombrarle profesor de filosofía y teología en la célebre universidad palentina, de la que sólo unos meses antes era alumno. Sucedió esto en el 1153 y tenía entonces San Julián veinticuatro años. Durante los veintiún años que estuvo en Palencia - once de estudiante y diez de profesor - su habitación no era sólo salón de estudio y oratorio, sino, además, obrador de menestral, pues por aquel su espíritu de caridad, ejercido todo a lo largo de su vida, trenzaba unas cestillas con mimbre y sarga, que luego repartía como limosna, jueves y sábados, a los pobres, que se alimentaban con el producto de su venta,
En su cátedra enseñó San Julián con claridad, sencillez y aprovechamiento tal, que Paulo V le coloca en la categoría de los grandes teólogos de su siglo.
Su fama crecía de día en día y la admiración por el joven profesor no tenía límites. Gallardo y apuesto joven, de los de calzas de raso y plumilla en el sombrero, al estilo de la época, a pesar de su modestia y recogimiento, no podía evitar que todas las miradas se clavaran en él. Se adentra más y más en sí mismo y, para alejar la tormenta que rebramaba en su alma, decide abandonar Palencia para retirarse "lejos del mundanal ruido".
Treinta y cinco años tenía San Julián cuando, pisoteando la fama y la gloria, abandona Palencia para vivir en Burgos en una humilde casa, que construye fuera de la ciudad, una vida de retiro, preparación para el sacerdocio y el apostolado.
Ya han muerto los padres de nuestro Santo. Su madre, antes de venir de Palencia, y su padre, apenas llegado a Burgos: es el año 1163. Esta situación, lastimosa y triste, favorece su inquietante idea de retiro. Recibe la tonsura y las órdenes menores, y acompañado del más joven criado de su casa paterna, el fiel Lesmes, marchan los dos a vivir a una casita en la vega de "La Semella", junto a Burgos y a orillas del Arlanzón. La oración, la mortificación y el estudio son sus ocupaciones constantes: bajo la sabia y experta dirección espiritual de un religioso agustino del cercano convento, llega a la altísima dignidad del sacerdocio, que recibe en 1166. Permanece aún algún tiempo en aquel retiro de "La Semella" antes de comenzar su intensa vida de apostolado.
Los primeros ensayos del novel misionero los hizo por los alrededores de la capital burgalesa, penetrando después de lleno en la ciudad de Burgos: las rivalidades, envidias, egoísmos y odios de los Castro y los Lara hicieron estéril su predicación allí y se decidió por hacerse misionero por España.
Un buen día, San Julián llamó a su criado Lesmes, a quien dijo:
- ¿Quieres acompañarme, Lesmes?...
- ¿A dónde, señor?
- A recorrer España, dijo San Julián.
- Con vos, hasta la muerte, respondió Lesmes.
Y sin más bagaje que el breviario, un crucifijo, una estampa de la Virgen y una muda, salió San Julián, transformado en caballero andante a lo divino, sobre el brioso corcel de su celo, por toda la geografía de España.
Grande fue el fruto de su predicación y muchos los convertidos por el santo misionero San Julián. Hasta la Córdoba averroísta, donde tantas veces fuera de estudiante, conoció el trallazo de su silogismo y la fuerza de su argumentación. Hacia 1190 llegó predicando por tierras de Toledo, después de veinte años de excursión evangelizadora. En 1191 predicaba y misionaba junto a la capital toledana, y aquel mismo año muere su arzobispo González Pérez.
El mismo año de 1191 es nombrado arzobispo de Toledo don Martín López, quien en los primeros meses de su pontificado, conocida la santidad, sabiduría y celo por la gloria de Dios del misionero burgalés. Le nombra arcediano de la catedral toledana, que tuvo que desistir en su negativa ante la insistencia del señor arzobispo y porque le aseguró que el arcedianato no sería obstáculo para su vida apostólica y misionera. Ya en su nuevo cargo, alternaba las tareas del gobierno de la archidiócesis, que pesaba sobre él, con la intensa vida de apostolado en predicación y administración de sacramentos, quedándole tiempo para la confección de sus célebres cestillas, que daba en limosna a sus pobres. Cada año se retiraba unos días, para dedicarse más íntimamente a sí mismo en una especie de práctica de ejercicios espirituales en la finca que en La Sagra compró al abad de Santa María de Usillos, cuyos beneficios, a la vez que los del arcedianato, entregaba en limosna a sus pobres.
Cinco años lleva San Julián de arcediano en Toledo, cinco años que han servido para que todos le admiren y quieran. El 14 de diciembre de 1195 muere "e1 noble y prudente" primer obispo de Cuenca, don Juan Yáñez, sede episcopal fundada por Alfonso VIII en 1182, después de la reconquista de la ciudad del cáliz y la estrella. Conocía Alfonso VIII las virtudes y celo del arcediano de Toledo y creyó, ciertamente, que ninguno mejor que él podrá ser el segundo obispo de la recién creada diócesis conquense. De nada valieron las negativas y oposición de San Julián: en el mes de junio de 1196, a la edad de sesenta y ocho años, fue consagrado obispo entre la alegría y tristeza de los toledanos, que si veían hecho obispo a su santo arcediano, les dolía el perderle. Apenas consagrado obispo, acompañado de su fiel Lesmes, sale para Cuenca, cuya distancia con Toledo la salvan caminando a pie por sendas y vericuetos. En el camino se entera del gran recibimiento que preparan los conquenses, y ya, a corta distancia de la ciudad, espera que llegue la noche y hace su entrada cuando todos duermen: todos menos un rapazuelo del hoy Barrio de San Antón que les guía hasta el Palacio Episcopal y a quien el Santo protege, muriendo, según la tradición, de arcediano de Cuenca.
Sobre su labor como obispo de Cuenca, diremos lo que apunta uno de sus biógrafos: "Sólo un espíritu de dinamismo multiplicado como el de San Julián podía llegar a una actuación tan compleja y ordenada. Cuenca y su obispado estaban en aquella época ocupados por tres clases de moradores: musulmanes, judíos y cristianos: a todos visita y catequiza; a todos instruye y forma: grande es su trabajo, mayor su celo, y el fruto no se hace esperar, haciendo una ciudad cristiana: hasta en los repliegues bravíos de la serranía, en los altozanos ondulantes de la Alcarria y en las llanuras sin fin de la Mancha, dejó prendido San Julián el encendido eco de su voz apostólica y misionera.
Tuvo una gran preocupación y predilección por sus sacerdotes, que los quería santos y apóstoles. En sus célebres visitas pastorales ponía especial cuidado en corregir el deplorable estado de muchos de sus sacerdotes, y los insolentes e incorregibles de siempre le proporcionaron serios disgustos: por ser antes el deber que la amistad para San Julián, hubo de enfrentarse con su metropolitano y gran amigo don Martín López. A quién acudían, engañándole, esos desgraciados sacerdotes descarriados. Preocupóse grandemente por el Cónclave Levítico, especie de Seminario, que recogía los niños donados a la Iglesia. En definitiva: su labor episcopal en Cuenca fue tan abrumadora como de felices resultados, haciendo una dudad y diócesis eminentemente cristiana.
De todas las virtudes de San Julián, la que más sobresale es su caridad: caridad ardiente por las almas de sus diocesanos, a quienes instruye y forma; caridad por los cuerpos, que socorre abundantemente, en sus necesidades matrimoniales. No sólo durante la peste que asoló a Cuenca y provincia en el primer año de su pontificado. Sino siempre; caridad para con todos: cristianos, judíos, mahometanos; su corazón y su caridad no distinguían credos ni sectas. Para todos era su pan, muchas veces milagroso. Y para todos la delicadeza y exquisitez de sus cuidados. Solía el Santo anualmente retirarse unos días a una gruta abierta sobre el Cerro de Ja Majestad, para practicar esa especie de ejercicios espirituales que tanto le fortalecían: días de ayunos y asperezas, de oración intensa y mortificación constante. Llamaba el Santo este sitio "el lugar de mi tranquilo día": junto a la gruta. Que hoy se conserva, se levanta una sencilla ermita en honor del Santo, y ese lugar lo llaman los conquenses "San Julián el tranquilo". En esos días de retiro fabricaba sus célebres cestillas, que. Repartía en limosna a los necesitados y que todos procuraban tener, pues a su contacto se veían libres de enfermedad, rubricando con esta costumbre su apodo de obispo limosnero.
El ídolo conquense, el hombre de santidad colmado y alma rota por el dolor ajeno, el obispo sabio y santo, predicador, apóstol y limosnero, llama a su capellán y fiel criado, a quién dice: "Lesmes, mi buen Lesmes: voy a morir y debo prepararme." Habrá que resignarse ante lo inevitable, y Lesmes, con el corazón deshecho por el dolor, prepara la llegada del capitán Cristo Jesús. Hecho Eucaristía, que visita a su fiel soldado San Julián. Sobre su cuerpo quemado por la fiebre, tiembla la llorosa amatista de los hábitos episcopales: San Julián recibió el Viático revestido de Pontifical. Arrobado y extasiado por la gracia de la Eucaristía, muere San Julián: era el anochecer del 28 de enero de 1208; los ángeles, con manos invisibles, hicieron hablar, con ronco sonido, todas las campanas de la ciudad, que decían: "Ha muerto el siervo fiel y prudente San Julián: Cuenca está de luto."
El papa Clemente VIII, por el Breve de 18 de octubre de 1594, recibido en Cuenca el 1 de febrero de 1595, conocidos los portentos obrados por intercesión de San Julián, le canonizó y concedió para Cuenca oficio y misa propia. Sus restos se conservaron en una arqueta, puesta en el altar del ábside dedicado al Santo, donde hoy se conservan los fragmentos óseos que el actual obispo don Inocencio Rodríguez Díez mandó autenticar, y donde el Santo recibe la oración plural de los conquenses. Que aman de verdad al santo burgalés, que es y será San Julián de Cuenca.
viernes, 27 de enero de 2023
Lecturas del 27/01/2023
Hermanos:
Recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: unos expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros solidarios de los eran tratados así. Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores, y permanentes. No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa.
Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa.
«Un poquito de tiempo todavía, y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá por la fe, pero si se arredra le retiraré mi favor». Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.
En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega». Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Palabra del Señor.
27 de Enero - SANTA ÁNGELA DE MERICI
La fundadora de las ursulinas, primera congregación femenina dedicada a la enseñanza, nació el 21 de marzo de 1470 en el Desenzano, en Lombardía. Los padres de la santa, más piadosos que ricos, la educaron cristianamente. Ambos murieron cuando Ángela tenía 10 años, quien junto con sus dos hermanos se mudaron a la casa de un tío suyo.
A la edad de 25 años regresó a su pueblo natal. Quedó muy sorprendida de la ignorancia de los niños, a quienes sus padres no podían o no querían enseñar ni siquiera los más elementales del catecismo. Sintiéndose llamada a resolver este problema, decidió hablar con algunas amigas quienes de inmediato decidieron seguir generosamente a la santa. Las buenas mujeres con Ángela a la cabeza, empezaron a reunir a las niñas de la ciudad y educarlas sistemáticamente. Pronto, la obra empezó a tener sus frutos, y Santa Ángela fue invitada a fundar otra escuela en Brescia.
Hacia el año 1533, la santa empezó a formar a varias jóvenes selectas en una especie de noviciado informal. Doce de esas jóvenes se fueron a vivir con ella en una casa de las cercanías de la Iglesia de Santa Afra. Dos años después, 20 jóvenes se consagraron al servicio de Dios y la santa las puso al servicio de Santa Úrsula, la patrona de las universidades medievales. Por ellos, las hijas de Santa Ángela han conservado el nombre de ursulinas. El 25 de noviembre de 1535 fue la fecha de la fundación de la Orden de las Ursulinas. Las ursulinas se reunían para la enseñanza y la oración, ejecutaban trabajos que se les encomendaban y procuraban llevar vida de perfección en la casa paterna.
Sin embargo, pese a los cambios, las ursulinas conservan hasta el día de hoy la finalidad para la que fueron creadas: la educación de las niñas, sobre todo de las niñas pobres. En las primeras elecciones, la santa fue nombrada superiora y ejerció ese cargo durante los últimos cinco años de su vida. A principios de enero de 1540, cayó enferma y murió el 27 del mismo mes. En 1544, una bula de Paulo III confirmó la Compañía de Santa Úrsula, y la reconoció como congregación. Fue canonizada en 1807.
A la edad de 25 años regresó a su pueblo natal. Quedó muy sorprendida de la ignorancia de los niños, a quienes sus padres no podían o no querían enseñar ni siquiera los más elementales del catecismo. Sintiéndose llamada a resolver este problema, decidió hablar con algunas amigas quienes de inmediato decidieron seguir generosamente a la santa. Las buenas mujeres con Ángela a la cabeza, empezaron a reunir a las niñas de la ciudad y educarlas sistemáticamente. Pronto, la obra empezó a tener sus frutos, y Santa Ángela fue invitada a fundar otra escuela en Brescia.
Hacia el año 1533, la santa empezó a formar a varias jóvenes selectas en una especie de noviciado informal. Doce de esas jóvenes se fueron a vivir con ella en una casa de las cercanías de la Iglesia de Santa Afra. Dos años después, 20 jóvenes se consagraron al servicio de Dios y la santa las puso al servicio de Santa Úrsula, la patrona de las universidades medievales. Por ellos, las hijas de Santa Ángela han conservado el nombre de ursulinas. El 25 de noviembre de 1535 fue la fecha de la fundación de la Orden de las Ursulinas. Las ursulinas se reunían para la enseñanza y la oración, ejecutaban trabajos que se les encomendaban y procuraban llevar vida de perfección en la casa paterna.
Sin embargo, pese a los cambios, las ursulinas conservan hasta el día de hoy la finalidad para la que fueron creadas: la educación de las niñas, sobre todo de las niñas pobres. En las primeras elecciones, la santa fue nombrada superiora y ejerció ese cargo durante los últimos cinco años de su vida. A principios de enero de 1540, cayó enferma y murió el 27 del mismo mes. En 1544, una bula de Paulo III confirmó la Compañía de Santa Úrsula, y la reconoció como congregación. Fue canonizada en 1807.
jueves, 26 de enero de 2023
Lecturas del 26/01/2023
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, para anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.
Doy gracias a Dios, a quien sirvo como mis antepasados, con conciencia limpia, porque te tengo siempre presente en mis oraciones noche y día.
Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme de alegría. Evoco el recuerdo de tu fe sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por imposición de mis manos porque, pues Dios no nos ha dado un espíritu cobardía, sino de fortaleza, amor y de templanza.
Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.
En aquel tiempo, Jesús dijo al gentío: - «¿Se trae la lámpara para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero?
No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no haya nada oculto, sino para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga». Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».
Palabra del Señor.