jueves, 30 de junio de 2022
Lecturas del 30/06/2022
En aquellos días, Amasías, sacerdote de Betel envió un mensaje a Jeroboam, rey de Israel: «Amós está conspirando contra ti en medio de Israel. El país no puede ya soportar sus palabras. Esto es lo que dice Amos: Jeroboam morirá a espada e Israel será deportado de su tierra». Y Amasias dijo a Amós: «Vidente, vete, huye al territorio de Judá. Allí podrás ganarte el pan y allí profetizaras. Pero en Betel no vuelvas a profetizar, porque es el santuario del rey y la casa del reino». Pero Amós respondió a Amasías: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y un cultivador de sicomoros. Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: “Ve, profetiza a mi pueblo Israel”. Pues bien, escucha la palabra del Señor: Tú me dices. “No profetices sobre Israel y no vaticines contra la casa de Isaac”.
Por eso, esto dice el Señor: “Tu mujer deberá prostituirse en la ciudad, tus hijos y tus hijas caerán por la espada, tu tierra será repartida a cordel, tú morirás en un país impuro e Israel será deportado de su tierra”».
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. En eso le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados». Algunos de los escribas se dijeron: «Este blasfema».
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate- y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados - entonces dice al paralítico -: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”». Se puso en pie, y se fue a su casa.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
Palabra del Señor.
30 de Junio - Beato FELIPE POWELL
En Londres, en Inglaterra, beato Felipe Powell, presbítero de la Orden de San Benito y mártir, el cual, originario del País de Gales, en tiempo del rey Carlos I le detuvieron a bordo de una nave y, por ser sacerdote e intentar entrar en Inglaterra, fue condenado al martirio en Tyburn.
Nació en Tralón en Gwent, en el seno de la alta nobleza, descendiente de reyes. Estudió en la escuela humanística de Abergavenny y en el 1614 ingresó en los benedictinos en el seminario de San Gregorio en Douai, recibiendo el presbiterado en 1621, al año siguiente fue enviado a la misión inglesa y durante 20 años trabajó en Devon, Somerset y Cornualles. En aquellos tiempos de prohibición religiosa en Inglaterra, los seminaristas y misioneros, como medida de precaución contra los espías, acostumbraban cambiar de nombre; el padre Powell disimuló el suyo con el de Morgan que era el apellido de soltera de su madre.
Al iniciarse la guerra civil, el padre Powell, luego de algunas vicisitudes, se unió a las filas del general Goring para servir como capellán para los católicos de su ejército. Pero aquellas tropas se dispersaron y el sacerdote se embarcó para navegar a Gales. El barco fue interceptado y abordado por las autoridades, dos miembros de la tripulación, reconocieron al padre Powell y le denunciaron en seguida como a un sacerdote católico que, según dijeron, «había seducido a la mayoría de los parroquianos de Yarnscombe y de Parkham, en Devonshire, para que quebrantasen su juramento de lealtad a la iglesia protestante».
Durante corto tiempo estuvo encarcelado en condiciones relativamente benignas; pero en la sala común de la prisión de King's Bench, en Londres, a donde fue trasladado, tuvo que soportar toda clase de penurias, y no tardó en caer enfermo de pulmonía. Dos o tres veces fue arrastrado ante el tribunal para ser interrogado y juzgado bajo los cargos fundados en su admisión de que era un sacerdote católico.
En la última sesión de su proceso, hizo una brillante defensa de su causa y alegó que la ley contra los sacerdotes no comprendía a los barcos en alta mar, y que, cuando la bandera de Su Majestad se despliega durante una guerra civil, cesan todos los procesos y, todavía más, puesto que la persona del rey se hallaba ausente, no era posible organizar alguna conspiración contra ella. Pero a pesar de todo se le declaró culpable y, al pronunciarse la sentencia de muerte, el padre Powell dio gracias a Dios, en alta voz y en presencia de todos los asistentes al juicio. Su personalidad y su conducta en la prisión había impresionado tanto a sus compañeros de infortunio, que todos ellos redactaron y firmaron una especie de testimonio o memorándum que exponía sus cualidades y virtudes. Los dignatarios eran veintitrés protestantes y seis católicos; a estos últimos, el padre Powell los había reconciliado con Dios. Los mismos carceleros parecían muy bien dispuestos en su favor.
El hombre que llegó a anunciarle la fecha de su ejecución estaba tan emocionado que no podría leer en voz alta; pero el padre Powell se le acercó, se asomó por encima de su hombro, leyó la nota serenamente y luego pidió un vaso de licor para beber a la salud del buen funcionario de la prisión. «¿Quién soy yo? -Exclamó con el vaso en la mano y acento de profunda alegría- ¿Qué soy yo, para que Dios me honre así y acepte que yo muera por Su causa?» Ante el patíbulo exclamó: “Éste es el día que hizo el Señor, bellísimo y felicísimo para mí”. Se le apretó la cuerda al cuello y se le dejó colgado hasta que murió en Tyburn. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio de Moorfields. Uno de sus fieles compró sus ropas manchadas de sangre por cuatro libras esterlinas. Fue beatificado por el papa Pío XI el 15 de diciembre de 1929.
Nació en Tralón en Gwent, en el seno de la alta nobleza, descendiente de reyes. Estudió en la escuela humanística de Abergavenny y en el 1614 ingresó en los benedictinos en el seminario de San Gregorio en Douai, recibiendo el presbiterado en 1621, al año siguiente fue enviado a la misión inglesa y durante 20 años trabajó en Devon, Somerset y Cornualles. En aquellos tiempos de prohibición religiosa en Inglaterra, los seminaristas y misioneros, como medida de precaución contra los espías, acostumbraban cambiar de nombre; el padre Powell disimuló el suyo con el de Morgan que era el apellido de soltera de su madre.
Al iniciarse la guerra civil, el padre Powell, luego de algunas vicisitudes, se unió a las filas del general Goring para servir como capellán para los católicos de su ejército. Pero aquellas tropas se dispersaron y el sacerdote se embarcó para navegar a Gales. El barco fue interceptado y abordado por las autoridades, dos miembros de la tripulación, reconocieron al padre Powell y le denunciaron en seguida como a un sacerdote católico que, según dijeron, «había seducido a la mayoría de los parroquianos de Yarnscombe y de Parkham, en Devonshire, para que quebrantasen su juramento de lealtad a la iglesia protestante».
Durante corto tiempo estuvo encarcelado en condiciones relativamente benignas; pero en la sala común de la prisión de King's Bench, en Londres, a donde fue trasladado, tuvo que soportar toda clase de penurias, y no tardó en caer enfermo de pulmonía. Dos o tres veces fue arrastrado ante el tribunal para ser interrogado y juzgado bajo los cargos fundados en su admisión de que era un sacerdote católico.
En la última sesión de su proceso, hizo una brillante defensa de su causa y alegó que la ley contra los sacerdotes no comprendía a los barcos en alta mar, y que, cuando la bandera de Su Majestad se despliega durante una guerra civil, cesan todos los procesos y, todavía más, puesto que la persona del rey se hallaba ausente, no era posible organizar alguna conspiración contra ella. Pero a pesar de todo se le declaró culpable y, al pronunciarse la sentencia de muerte, el padre Powell dio gracias a Dios, en alta voz y en presencia de todos los asistentes al juicio. Su personalidad y su conducta en la prisión había impresionado tanto a sus compañeros de infortunio, que todos ellos redactaron y firmaron una especie de testimonio o memorándum que exponía sus cualidades y virtudes. Los dignatarios eran veintitrés protestantes y seis católicos; a estos últimos, el padre Powell los había reconciliado con Dios. Los mismos carceleros parecían muy bien dispuestos en su favor.
El hombre que llegó a anunciarle la fecha de su ejecución estaba tan emocionado que no podría leer en voz alta; pero el padre Powell se le acercó, se asomó por encima de su hombro, leyó la nota serenamente y luego pidió un vaso de licor para beber a la salud del buen funcionario de la prisión. «¿Quién soy yo? -Exclamó con el vaso en la mano y acento de profunda alegría- ¿Qué soy yo, para que Dios me honre así y acepte que yo muera por Su causa?» Ante el patíbulo exclamó: “Éste es el día que hizo el Señor, bellísimo y felicísimo para mí”. Se le apretó la cuerda al cuello y se le dejó colgado hasta que murió en Tyburn. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio de Moorfields. Uno de sus fieles compró sus ropas manchadas de sangre por cuatro libras esterlinas. Fue beatificado por el papa Pío XI el 15 de diciembre de 1929.
miércoles, 29 de junio de 2022
Lecturas del 29/06/2022
En aquellos días, el rey Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro.
Eran los días de los Ácimos. Después de prenderlo, lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua.
Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: «Date prisa, levántate».
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: «Ponte el cinturón y las sandalias». Así lo hizo, y el ángel le dijo: «Envuélvete en el manto y sígueme».
Salió y lo seguía sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo. Ante ellos. Salieron, y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel. Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos».
Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.
Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Más el Señor me estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de toda obra mal y me salvará llevándome a su reino celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Ellas, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».
Palabra del Señor.
29 de Junio - Santos PEDRO y PABLO "Apóstoles"
Solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llamado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. En este día, su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración.
Pedro. M. 67. Se llamaba Simón y era hijo de Jonás y hermano de san Andrés, de la tribu de Neftalí; había nacido en la Alta Galilea, junto al lago Genesaret. Era pescador de Betsaida en Galilea y estaba casado; al casarse fijó su residencia en Cafarnaún. Era discípulo de san Juan Bautista. Un día Andrés, el mayor de los dos hermanos le dijo: "¡Hemos encontrado el Mesías!". Y le llevó donde Jesús, que fijando la mirada en él, le dijo: “Tu eres Simón, el hijo de Juan, tú te llamarás Cefas” que quiere decir “piedra” (Jn 1, 40-42).
Simón siguió a su hermano y Jesús lo eligió como su Vicario, después de que lo confesara como Mesías: "Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18), y confirmado después de la Resurrección: "apacienta mis ovejas". De carácter impetuoso y temerario fue el único que defendió con su espada a Jesús en el huerto de los Olivos, cuando fue aprendido por sus enemigos, si bien pocas horas después le negará tres veces.
Después de la Ascensión de Cristo, dirigió la comunidad de Jerusalén y tuvo un papel muy destacado en el concilio que se celebró en aquella ciudad. Fue encarcelado por Herodes Agripa, junto con san Juan “Evangelista”, pero fueron liberados por un ángel. Primer obispo de Antioquía por un tiempo y por fin obispo de Roma. Predicó el evangelio en Galicia, Bitinia y Capadocia. Murió en la persecución de Nerón crucificado cabeza abajo, traspasado por un clavo, porque no se sentía digno de morir como el Maestro (así morían los esclavos). Escribió dos Epístolas a sus evangelizados en Asia. Es patrón de muchas ciudades y países.
P. Bargellini, nos describe el "por qué" de su elección lo siguiente: "Misterio de una elección libre, no condicionada de ninguna razón humana. No fue por ancianidad por lo que Simón se mereció el vicariato divino, porque su hermano Andrés era más anciano que él. No por condición social, porque los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan eran superiores a él. No por inteligencia, porque san Juan Evangelista volaba sobre él como un águila soberana. No por cultura, porque san Mateo el publicano, sabía más que él.
Su fe se debilitó cuando se hundió en las aguas del lago. Su caridad se disolvió cuando hirió con la espada la oreja de Malco. Su coraje cedió ante los soldados de Herodes. Su fidelidad capituló cuando renegó por tres veces al Maestro. Su inteligencia se perdió, ante las palabras duras del Salvador.
En una cosa solamente no se desmintió nunca: en su sinceridad. Fue sincero al confesar su cabezonería; fue sincero al reconocer sus propios errores; fue sincero al acusarse pecador; fue sincero en el miedo; fue sincero en el arrepentimiento. Fue sobre todo sincero, cuanto tentado de abandonar al Maestro le dice con voz destrozada por la angustia: ¿A dónde iremos si tú tienes palabras de vida eterna?".
Un poeta cantó: "Pedro es el primero en creer y el primero en amar; el primero de los apóstoles que ve al Señor resucitado; el primero que confirma la fe con un milagro; el primero que convierte a los judíos, el primero que recibe a los gentiles en la Iglesia; el primero en todo".
Pablo, apóstol de los gentiles (c.7 - 65). "Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado al apostolado, elegido para predicar el evangelio de Dios" (Rm 1,1). Probablemente nació en Tarso de Cilicia. Era un judío de la tribu de Benjamín, un fariseo, griego por cultura y ciudadano romano, y su profesión era fabricante de lonas; su nombre originario era Saulo. Fue instruido en la Ley por Gamaliel de Jerusalén, y después de haber participado pasivamente en el martirio de san Esteban, se puso al servicio del Sanedrín, que intentaban terminar con las primeras comunidades cristianas; pero en el año 35, en el camino de Damasco fue milagrosamente convertido y recibió directamente de Cristo la misión de evangelizar a los gentiles.
Fue bautizado por san Ananías. Para cumplir esta misión hizo al menos cuatro viajes apostólicos, visitando un área que desde Capadocia y desde la Galia se extendía quizás a España, fundó comunidades por doquier, siempre en medio de toda clase de peligros: naufragios, fue apresado, azotado, lapidado, expulsado de diversas ciudades, perseguido por el odio de su mismo pueblo, fracasó en Atenas, ante el Areópago, sólo le siguió, san Dionisio “el Aeropagita” y una mujer llamada Demaride; pero deseaba ardientemente evangelizar. En Chipre bautizó al procónsul romano, Sergio Paulo. Asistió al concilio de Jerusalén donde se le otorgó la misión de evangelizar a los gentiles. En su segundo viaje a Jerusalén, fue detenido a causa de los miembros del Sanedrín, apeló al emperador, y durante un largo viaje llegó a Roma en el año 61, fue liberado, y realizó otros viajes, hasta que volvió a Roma en el años 64, y durante la persecución de Nerón, fue apresado.
Sus 14 Epístolas, dirigidas a las iglesias por él fundadas, forman parte del depósito de la Revelación. El primero de sus viajes lo hizo junto a san Bernabé. Según una tradición muy antigua fue decapitado en Roma, durante la persecución de Nerón, en la vía Ostiense, en el lugar que hoy se alza la iglesia de "Tre Fontane".
Según un autor la doctrina de Pablo es cristocéntrica: "Su vida es Cristo. Todo lo centra en el amor de Cristo. Sólo quiere conocer a Cristo. Desea gloriarse en la cruz de Cristo. Su debilidad encuentra la fuerza en la gracia de Cristo. Colabora con la gracia de Cristo. Desea únicamente apoyarse en Cristo. Su afán es estar con Cristo. Se goza en haber sido atrapado por Cristo. Está seguro que nada le separará del amor de Cristo". Patrón de Roma y de otras muchas localidades.
Pedro. M. 67. Se llamaba Simón y era hijo de Jonás y hermano de san Andrés, de la tribu de Neftalí; había nacido en la Alta Galilea, junto al lago Genesaret. Era pescador de Betsaida en Galilea y estaba casado; al casarse fijó su residencia en Cafarnaún. Era discípulo de san Juan Bautista. Un día Andrés, el mayor de los dos hermanos le dijo: "¡Hemos encontrado el Mesías!". Y le llevó donde Jesús, que fijando la mirada en él, le dijo: “Tu eres Simón, el hijo de Juan, tú te llamarás Cefas” que quiere decir “piedra” (Jn 1, 40-42).
Simón siguió a su hermano y Jesús lo eligió como su Vicario, después de que lo confesara como Mesías: "Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18), y confirmado después de la Resurrección: "apacienta mis ovejas". De carácter impetuoso y temerario fue el único que defendió con su espada a Jesús en el huerto de los Olivos, cuando fue aprendido por sus enemigos, si bien pocas horas después le negará tres veces.
Después de la Ascensión de Cristo, dirigió la comunidad de Jerusalén y tuvo un papel muy destacado en el concilio que se celebró en aquella ciudad. Fue encarcelado por Herodes Agripa, junto con san Juan “Evangelista”, pero fueron liberados por un ángel. Primer obispo de Antioquía por un tiempo y por fin obispo de Roma. Predicó el evangelio en Galicia, Bitinia y Capadocia. Murió en la persecución de Nerón crucificado cabeza abajo, traspasado por un clavo, porque no se sentía digno de morir como el Maestro (así morían los esclavos). Escribió dos Epístolas a sus evangelizados en Asia. Es patrón de muchas ciudades y países.
P. Bargellini, nos describe el "por qué" de su elección lo siguiente: "Misterio de una elección libre, no condicionada de ninguna razón humana. No fue por ancianidad por lo que Simón se mereció el vicariato divino, porque su hermano Andrés era más anciano que él. No por condición social, porque los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan eran superiores a él. No por inteligencia, porque san Juan Evangelista volaba sobre él como un águila soberana. No por cultura, porque san Mateo el publicano, sabía más que él.
Su fe se debilitó cuando se hundió en las aguas del lago. Su caridad se disolvió cuando hirió con la espada la oreja de Malco. Su coraje cedió ante los soldados de Herodes. Su fidelidad capituló cuando renegó por tres veces al Maestro. Su inteligencia se perdió, ante las palabras duras del Salvador.
En una cosa solamente no se desmintió nunca: en su sinceridad. Fue sincero al confesar su cabezonería; fue sincero al reconocer sus propios errores; fue sincero al acusarse pecador; fue sincero en el miedo; fue sincero en el arrepentimiento. Fue sobre todo sincero, cuanto tentado de abandonar al Maestro le dice con voz destrozada por la angustia: ¿A dónde iremos si tú tienes palabras de vida eterna?".
Un poeta cantó: "Pedro es el primero en creer y el primero en amar; el primero de los apóstoles que ve al Señor resucitado; el primero que confirma la fe con un milagro; el primero que convierte a los judíos, el primero que recibe a los gentiles en la Iglesia; el primero en todo".
Pablo, apóstol de los gentiles (c.7 - 65). "Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado al apostolado, elegido para predicar el evangelio de Dios" (Rm 1,1). Probablemente nació en Tarso de Cilicia. Era un judío de la tribu de Benjamín, un fariseo, griego por cultura y ciudadano romano, y su profesión era fabricante de lonas; su nombre originario era Saulo. Fue instruido en la Ley por Gamaliel de Jerusalén, y después de haber participado pasivamente en el martirio de san Esteban, se puso al servicio del Sanedrín, que intentaban terminar con las primeras comunidades cristianas; pero en el año 35, en el camino de Damasco fue milagrosamente convertido y recibió directamente de Cristo la misión de evangelizar a los gentiles.
Fue bautizado por san Ananías. Para cumplir esta misión hizo al menos cuatro viajes apostólicos, visitando un área que desde Capadocia y desde la Galia se extendía quizás a España, fundó comunidades por doquier, siempre en medio de toda clase de peligros: naufragios, fue apresado, azotado, lapidado, expulsado de diversas ciudades, perseguido por el odio de su mismo pueblo, fracasó en Atenas, ante el Areópago, sólo le siguió, san Dionisio “el Aeropagita” y una mujer llamada Demaride; pero deseaba ardientemente evangelizar. En Chipre bautizó al procónsul romano, Sergio Paulo. Asistió al concilio de Jerusalén donde se le otorgó la misión de evangelizar a los gentiles. En su segundo viaje a Jerusalén, fue detenido a causa de los miembros del Sanedrín, apeló al emperador, y durante un largo viaje llegó a Roma en el año 61, fue liberado, y realizó otros viajes, hasta que volvió a Roma en el años 64, y durante la persecución de Nerón, fue apresado.
Sus 14 Epístolas, dirigidas a las iglesias por él fundadas, forman parte del depósito de la Revelación. El primero de sus viajes lo hizo junto a san Bernabé. Según una tradición muy antigua fue decapitado en Roma, durante la persecución de Nerón, en la vía Ostiense, en el lugar que hoy se alza la iglesia de "Tre Fontane".
Según un autor la doctrina de Pablo es cristocéntrica: "Su vida es Cristo. Todo lo centra en el amor de Cristo. Sólo quiere conocer a Cristo. Desea gloriarse en la cruz de Cristo. Su debilidad encuentra la fuerza en la gracia de Cristo. Colabora con la gracia de Cristo. Desea únicamente apoyarse en Cristo. Su afán es estar con Cristo. Se goza en haber sido atrapado por Cristo. Está seguro que nada le separará del amor de Cristo". Patrón de Roma y de otras muchas localidades.
martes, 28 de junio de 2022
Lecturas del 28/06/2022
Escuchad la palabra que el Señor ha pronunciado contra vosotros, hijos de Israel, contra toda tribu que saqué de Egipto: «Solo a vosotros he escogido, de entre todas las tribus de la tierra. Por eso os pediré cuentas de todas vuestras transgresiones».
¿Acaso dos caminan juntos sin haberse puesto de acuerdo?
¿Acaso ruge el león en la foresta sino tiene una presa?
¿Deja el cachorro oír su voz desde el cubil si no ha apresado nada?
¿Acaso cae el pájaro en la red, a tierra, si no hay un lazo?
¿Salta la trampa del suelo si no tiene una presa?
¿Se toca el cuerno en una ciudad sin que ese estremezca la gente?
¿Sucede una desgracia en una ciudad sin que el Señor la haya causado?
Ciertamente, nada hace el Señor Dios sin haber revelado su designio a sus servidores los profetas.
Ha rugido el león, ¿quién no temerá?
El Señor, Dios ha hablado ¿quién no profetizará?
Os transformé como Dios transformó a Sodoma y Gomorra y quedasteis como tizón sacado del incendio.
Pero no os convertisteis a mí - oráculo del Señor -. Por eso, así voy a tratarte, Israel. Sí, así voy a tratarte: prepárate al encuentro con tu Dios.
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Los hombres se decían sombrados: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».
Palabra del Señor.
28 de Junio - San JUAN SOUTHWORTH
En Londres, en Inglaterra, san Juan Southworth, presbítero y mártir, que, por ejercer su ministerio sacerdotal en este país, tuvo que soportar cárceles y destierros, y bajo Oliverio Cromwell fue condenado a muerte. Cuando vio el patíbulo preparado en Tyburn, exclamó que era para él lo que la Cruz fue para Cristo.
Nació en Samlesbury, Lancashire. Pertenecía a una ilustre y rica familia que pese a todas las persecuciones se mantuvo fiel al catolicismo y se quedaron en la pobreza por las fuertes multas que les impusieron por ser católicos. A veces Juan usó el apellido materno de Lee.
Estudió en Douai y en el 1618 fue ordenado sacerdote; optó por la vida monástica benedictina, pero no cuajó en ella y volvió a su condición de sacerdote diocesano. En 1619 fue enviado a la misión inglesa donde trabajó hasta 1624 que se marchó a Bruselas, donde fue confesor de unas monjas benedictinas inglesas.
Subió al poder inglés el rey Carlos I y Juan regresó de nuevo a su patria hasta que en 1627 fue detenido, procesado y condenado a muerte. Como el rey estaba casado con una princesa católica no se podía ejecutar a ningún sacerdote católico, Juan permaneció en el castillo de Lancaster en compañía del jesuita san Edmundo Arrowsmith. Declinaba el poder real, cuando el jesuita fue ejecutado y recibió la absolución de Juan. Todavía estuvo en prisión tres años más, parte de ellos en la Torre de Londres, hasta que el embajador francés obtuvo que se desterraran a los sacerdotes católicos condenados y presos.
A los pocos meses de ir a Francia volvió a Inglaterra y se distinguió particularmente en el servicio a los enfermos de peste en la epidemia de 1636, que fue acompañado por el jesuita san Enrique Morse. Los pastores anglicanos se quejaron de la actividad de los sacerdotes católicos aprovechándose de la miseria de la gente, ayudándoles económicamente. Fue detenido, pero logró hacer creer que su misión era exclusivamente caritativa y fue liberado. Poco tiempo después fue apresado por el caza recompensas, Francisco Newton, que le tuvo en una prisión privada durante varios meses hasta que lo entregó al gobierno en 1637. Pagado su rescate, Juan volvió a la calle y a su trabajo apostólico. Pasados otros tres años fue nuevamente encarcelado por dos veces, siendo liberado por orden del secretario de Estado Windebank, que luego se haría católico. Trabajó en libertad 14 años.
En 1654 volvió a ser detenido, cuando en Inglaterra mandaba el dictador Cromwell. Fue juzgado en Old Bailey por traidor al declararse sacerdote católico. Los embajadores de Francia y Portugal acudieron al Lord Protector que pareció propicio a la conmutación de pena, pero el Consejo se negó. Antes de ser ejecutado en Londres, se le permitió hablar a la enorme muchedumbre que se había congregado, negó su traición y confesó su fe católica y adhesión al Papa, y terminó con una oración: “Este patíbulo es mi cruz y lo recibirá con gozo, mi fe se considera un crimen, he cumplido con mi obligación, por eso soy condenado”. Fue ahorcado y descuartizado. Uno de los asistentes al martirio, William Carles, se convirtió y fue ordenado jesuita en Roma.
El embajador español, compró sus restos y los mandó al colegio inglés de Duai, hoy se encuentran en la catedral de Westminster. Fue canonizado por el beato Pablo VI el 25 de octubre de 1970.
Nació en Samlesbury, Lancashire. Pertenecía a una ilustre y rica familia que pese a todas las persecuciones se mantuvo fiel al catolicismo y se quedaron en la pobreza por las fuertes multas que les impusieron por ser católicos. A veces Juan usó el apellido materno de Lee.
Estudió en Douai y en el 1618 fue ordenado sacerdote; optó por la vida monástica benedictina, pero no cuajó en ella y volvió a su condición de sacerdote diocesano. En 1619 fue enviado a la misión inglesa donde trabajó hasta 1624 que se marchó a Bruselas, donde fue confesor de unas monjas benedictinas inglesas.
Subió al poder inglés el rey Carlos I y Juan regresó de nuevo a su patria hasta que en 1627 fue detenido, procesado y condenado a muerte. Como el rey estaba casado con una princesa católica no se podía ejecutar a ningún sacerdote católico, Juan permaneció en el castillo de Lancaster en compañía del jesuita san Edmundo Arrowsmith. Declinaba el poder real, cuando el jesuita fue ejecutado y recibió la absolución de Juan. Todavía estuvo en prisión tres años más, parte de ellos en la Torre de Londres, hasta que el embajador francés obtuvo que se desterraran a los sacerdotes católicos condenados y presos.
A los pocos meses de ir a Francia volvió a Inglaterra y se distinguió particularmente en el servicio a los enfermos de peste en la epidemia de 1636, que fue acompañado por el jesuita san Enrique Morse. Los pastores anglicanos se quejaron de la actividad de los sacerdotes católicos aprovechándose de la miseria de la gente, ayudándoles económicamente. Fue detenido, pero logró hacer creer que su misión era exclusivamente caritativa y fue liberado. Poco tiempo después fue apresado por el caza recompensas, Francisco Newton, que le tuvo en una prisión privada durante varios meses hasta que lo entregó al gobierno en 1637. Pagado su rescate, Juan volvió a la calle y a su trabajo apostólico. Pasados otros tres años fue nuevamente encarcelado por dos veces, siendo liberado por orden del secretario de Estado Windebank, que luego se haría católico. Trabajó en libertad 14 años.
En 1654 volvió a ser detenido, cuando en Inglaterra mandaba el dictador Cromwell. Fue juzgado en Old Bailey por traidor al declararse sacerdote católico. Los embajadores de Francia y Portugal acudieron al Lord Protector que pareció propicio a la conmutación de pena, pero el Consejo se negó. Antes de ser ejecutado en Londres, se le permitió hablar a la enorme muchedumbre que se había congregado, negó su traición y confesó su fe católica y adhesión al Papa, y terminó con una oración: “Este patíbulo es mi cruz y lo recibirá con gozo, mi fe se considera un crimen, he cumplido con mi obligación, por eso soy condenado”. Fue ahorcado y descuartizado. Uno de los asistentes al martirio, William Carles, se convirtió y fue ordenado jesuita en Roma.
El embajador español, compró sus restos y los mandó al colegio inglés de Duai, hoy se encuentran en la catedral de Westminster. Fue canonizado por el beato Pablo VI el 25 de octubre de 1970.
lunes, 27 de junio de 2022
Lecturas del 27/06/2022
Esto dice el Señor: «Por tres crímenes de Israel, y por cuatro no revocaré mi sentencia: por haber vendido al inocente por dinero y al necesitado por un par de sandalias; pisoteando en el polvo de la tierra la cabeza de los pobres, tuercen el proceso de los débiles; porque padre e hijo se llegan juntos a una misma muchacha, profanando así mi santo nombre; sobre ropas tomadas en prenda se echan junto a cualquier altar, beben en el templo de su Dios el vino de las multas. Yo había exterminado a los amorreos delante de Israel, altos como cedros, fuertes como encinas; destruí su fruto por arriba, sus raíces por abajo.
Yo os había sacado de Egipto y conducido por el desierto cuarenta años hasta ocupar la tierra del amorreo. Pues bien, yo hundiré el suelo bajo vosotros como lo hunde una carreta cargada de gavillas.
El más veloz no podrá huir, ni el más fuerte valerse de su fuerza, ni el guerrero salvar su propia vida.
El arquero no resistirá, ni el de pies ligeros podrá salvarse, ni el jinete salvará su vida.
El más intrépido entre los guerreros huirá desnudo aquel día» - oráculo del Señor -.
En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla.
Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro, que era de los discípulos, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Jesús le replicó: «Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos».
Palabra del Señor.
27 de Junio - Beata MARGARITA BAYS
En el cantón de Friburgo, en Suiza, beata Margarita Bays, virgen, la cual, ejerciendo en familia el trabajo de modista, se esforzó en atender las múltiples necesidades del prójimo sin abandonar nunca la vida de oración.
Nació en La Pierraz, parroquia de Siviriez (Friburgo de Suiza). Sus padres eran agricultores. A los 15 años aprendió el oficio de modista, que ejerció a domicilio y en las familias vecinas. Desde muy joven recibió como don del Espíritu Santo un gran amor a la oración: dejaba a menudo los juegos y los amigos para retirarse a su habitación a orar. Pasó su vida en la familia, dedicada a las tareas domésticas y a la costura, creando una atmósfera de buen humor y de paz entre sus tres hermanos y sus tres hermanas. Cuando se casó su hermano mayor, sufrió la hostilidad de su cuñada, que le reñía por el tiempo que pasaba en oración. No quiso ser religiosa y voluntariamente decidió santificarse en medio del mundo.
En la parroquia fue modelo de laica, llena de celo; dedicó su tiempo libre a un apostolado activo entre los niños, a los que enseñaba el catecismo de acuerdo con su edad, formándolos en la vida moral y religiosa personal. Preparaba con gran solicitud a las muchachas para su futura misión de esposas y madres; visitaba infatigablemente a los enfermos y moribundos. Los pobres hallaban en ella a una amiga fiel, llena de bondad. Introdujo en la parroquia las Obras misionales y contribuyó a difundir la prensa católica. Se hizo incansable apóstol de la oración, consciente de su importancia vital para todo cristiano. Amaba profundamente a Jesús eucaristía y a la Virgen. Vivía continuamente en la presencia de Dios. Se dice que fue Terciaria franciscana.
A los 35 años le sobrevino un cáncer en el intestino, que los médicos no lograron detener. Margarita pidió a la Virgen le cambiase estos dolores por otros que le permitieran participar más directamente en la pasión de Cristo. El 8 de diciembre de 1854, en el momento en que el papa el beato Pío IX proclamaba en Roma el dogma de la Inmaculada Concepción, le sobrevino una enfermedad misteriosa que la inmovilizaba en éxtasis todos los viernes, mientras revivía en el espíritu y en el cuerpo los sufrimientos de Jesús, desde Getsemaní hasta el Calvario. Recibió al mismo tiempo los estigmas de la crucifixión, que disimulaba celosamente a los ojos de los curiosos.
En los últimos años de su vida el dolor se hizo más intenso, pero lo soportó sin un lamento, abandonándose totalmente a la voluntad del Señor. Murió, según su deseo, en la fiesta del Sagrado Corazón. SS Juan Pablo II la beatificó el 29 de octubre de 1995
Nació en La Pierraz, parroquia de Siviriez (Friburgo de Suiza). Sus padres eran agricultores. A los 15 años aprendió el oficio de modista, que ejerció a domicilio y en las familias vecinas. Desde muy joven recibió como don del Espíritu Santo un gran amor a la oración: dejaba a menudo los juegos y los amigos para retirarse a su habitación a orar. Pasó su vida en la familia, dedicada a las tareas domésticas y a la costura, creando una atmósfera de buen humor y de paz entre sus tres hermanos y sus tres hermanas. Cuando se casó su hermano mayor, sufrió la hostilidad de su cuñada, que le reñía por el tiempo que pasaba en oración. No quiso ser religiosa y voluntariamente decidió santificarse en medio del mundo.
En la parroquia fue modelo de laica, llena de celo; dedicó su tiempo libre a un apostolado activo entre los niños, a los que enseñaba el catecismo de acuerdo con su edad, formándolos en la vida moral y religiosa personal. Preparaba con gran solicitud a las muchachas para su futura misión de esposas y madres; visitaba infatigablemente a los enfermos y moribundos. Los pobres hallaban en ella a una amiga fiel, llena de bondad. Introdujo en la parroquia las Obras misionales y contribuyó a difundir la prensa católica. Se hizo incansable apóstol de la oración, consciente de su importancia vital para todo cristiano. Amaba profundamente a Jesús eucaristía y a la Virgen. Vivía continuamente en la presencia de Dios. Se dice que fue Terciaria franciscana.
A los 35 años le sobrevino un cáncer en el intestino, que los médicos no lograron detener. Margarita pidió a la Virgen le cambiase estos dolores por otros que le permitieran participar más directamente en la pasión de Cristo. El 8 de diciembre de 1854, en el momento en que el papa el beato Pío IX proclamaba en Roma el dogma de la Inmaculada Concepción, le sobrevino una enfermedad misteriosa que la inmovilizaba en éxtasis todos los viernes, mientras revivía en el espíritu y en el cuerpo los sufrimientos de Jesús, desde Getsemaní hasta el Calvario. Recibió al mismo tiempo los estigmas de la crucifixión, que disimulaba celosamente a los ojos de los curiosos.
En los últimos años de su vida el dolor se hizo más intenso, pero lo soportó sin un lamento, abandonándose totalmente a la voluntad del Señor. Murió, según su deseo, en la fiesta del Sagrado Corazón. SS Juan Pablo II la beatificó el 29 de octubre de 1995
domingo, 26 de junio de 2022
Lecturas del 26/06/2022
En aquellos días, el Señor dijo a Elías en el monte Horeb: «Unge profeta sucesor tuyo a Elíseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá».
Partió Elías de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, quien se hallaba arando. Frente a él tenía doce yuntas; él estaba con la duodécima. Pasó Elías a su lado y le echó su manto encima. Entonces Eliseo abandonó los bueyes y echó a correr tras Elías, diciendo: «Déjame ir a despedir a mi padre y a mi madre y te seguiré». Elías le respondió: «Anda y vuélvete, pues; ¿qué te he hecho?».
Eliseo dio la vuelta, tomó la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio. Con el yugo de los bueyes asó la carne y la entregó al pueblo para que comiera. Luego se levantó, siguió a Elías y se puso a su servicio.
Hermanos: Para la libertad nos ha liberado Cristo.
Manteneos, pues, firmes, y no dejéis que vuelvan a someteros a yugos de la esclavitud.
Vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; ahora bien, no utilicéis la libertad como estímulo para la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la Ley se cumple en una sala frase, que es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Pero, cuidado, pues mordiéndoos y devorándoos unos a otros acabaréis por destruiros mutuamente.
Frente a ello, yo os digo: caminad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne; efectivamente, hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais.
Pero si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
Cuando se completaron los días en que iba de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». Él se volvió y les regañó.
Y se encaminaron hacia otra aldea.
Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
Palabra del Señor.
26 de Junio - San ANTELMO DE CHIGNIN
En Belley, en Saboya, actual Francia, san Antelmo, obispo, monje de la Gran Cartuja, que restauró los edificios destruidos por una gran nevada. Elegido después prior, convocó el Capítulo general, y designado más tarde obispo, se distinguió por su aplicación firme y decidida en la corrección de los clérigos y en la reforma de las costumbres.
Noble que nació en el castillo de Chignin (Saboya) que, fue ordenado sacerdote muy joven. Primero fue prepósito y secretario de la Iglesia de Ginebra, después canónigo y secretario del obispo de Belley, cuando en el 1136, visitó casualmente la cartuja de Portes, donde se quedó como monje en 1136, para pasar luego pasar a la Gran Cartuja, donde, en calidad de procurador y administrador de los bienes, se dedicó a la restauración material y espiritual del monasterio.
En el 1139, fue elegido prior de la Gran Cartuja, y gracias a sus esfuerzos, los cartujos que entonces eran una rama del monacato benedictino, se trasformaron definitivamente en una nueva Orden religiosa. Fue el primer general de los cartujos. Convocó el primer capítulo general de los cartujos. Con la nueva configuración, la Orden cartujana obtuvo un gran prestigio, pero Antelmo tuvo que afrontar momentos difíciles, en particular con las autoridades eclesiásticas, que le valieron la dimisión de su cargo en 1151. Nombrado prior de Portes, prosiguió con la reforma de la Orden y las obras de caridad con los pobres. En 1154 volvió a la Gran Cartuja y estuvo a favor del papa Alejandro III en su lucha contra el antipapa Víctor IV.
En el 1163, fue nombrado obispo de Belley, cargo que aceptó por obediencia al Papa. Su condición de obispo no le impidió retirarse, siempre que podía, a la soledad de la cartuja. Como obispo reconstruyó la Grande Chartreuse después de que gran parte del monasterio fuese destruido por una avalancha. Además de restaurar los edificios, renovó las tierras de cultivo y suministró agua corriente a través de un sistema de acueductos. Fue enviado a Inglaterra para buscar la reconciliación entre el rey Enrique II y santo Tomás Becket, esto le trajo que el emperador Barbarroja, le concediese el señorío feudal de Belley y el título de príncipe del Imperio, lo que provocó la reacción del conde Maurienne, el beato Humberto de Saboya, que vio mermado sus derechos sobre la ciudad. Antelmo abdicó de su puesto de obispo y se retiró a la Gran Cartuja. Se volcó tanto hacia su pueblo que, después de su muerte, la ciudad fue llamada durante un tiempo "Antelmópoli". Murió en la Gran Cartuja con la dicha de ver rendido al conde. Patrón de Belley.
Noble que nació en el castillo de Chignin (Saboya) que, fue ordenado sacerdote muy joven. Primero fue prepósito y secretario de la Iglesia de Ginebra, después canónigo y secretario del obispo de Belley, cuando en el 1136, visitó casualmente la cartuja de Portes, donde se quedó como monje en 1136, para pasar luego pasar a la Gran Cartuja, donde, en calidad de procurador y administrador de los bienes, se dedicó a la restauración material y espiritual del monasterio.
En el 1139, fue elegido prior de la Gran Cartuja, y gracias a sus esfuerzos, los cartujos que entonces eran una rama del monacato benedictino, se trasformaron definitivamente en una nueva Orden religiosa. Fue el primer general de los cartujos. Convocó el primer capítulo general de los cartujos. Con la nueva configuración, la Orden cartujana obtuvo un gran prestigio, pero Antelmo tuvo que afrontar momentos difíciles, en particular con las autoridades eclesiásticas, que le valieron la dimisión de su cargo en 1151. Nombrado prior de Portes, prosiguió con la reforma de la Orden y las obras de caridad con los pobres. En 1154 volvió a la Gran Cartuja y estuvo a favor del papa Alejandro III en su lucha contra el antipapa Víctor IV.
En el 1163, fue nombrado obispo de Belley, cargo que aceptó por obediencia al Papa. Su condición de obispo no le impidió retirarse, siempre que podía, a la soledad de la cartuja. Como obispo reconstruyó la Grande Chartreuse después de que gran parte del monasterio fuese destruido por una avalancha. Además de restaurar los edificios, renovó las tierras de cultivo y suministró agua corriente a través de un sistema de acueductos. Fue enviado a Inglaterra para buscar la reconciliación entre el rey Enrique II y santo Tomás Becket, esto le trajo que el emperador Barbarroja, le concediese el señorío feudal de Belley y el título de príncipe del Imperio, lo que provocó la reacción del conde Maurienne, el beato Humberto de Saboya, que vio mermado sus derechos sobre la ciudad. Antelmo abdicó de su puesto de obispo y se retiró a la Gran Cartuja. Se volcó tanto hacia su pueblo que, después de su muerte, la ciudad fue llamada durante un tiempo "Antelmópoli". Murió en la Gran Cartuja con la dicha de ver rendido al conde. Patrón de Belley.