Lecturas


Escuchad la palabra que el Señor ha pronunciado contra vosotros, hijos de Israel, contra toda tribu que saqué de Egipto: «Solo a vosotros he escogido, de entre todas las tribus de la tierra. Por eso os pediré cuentas de todas vuestras transgresiones».
¿Acaso dos caminan juntos sin haberse puesto de acuerdo ?
¿Acaso ruge el león en la foresta sino tiene una presa?
¿Deja el cachorro oír su voz desde el cubil si no ha apresado nada?
¿Acaso cae el pájaro en la red, a tierra, si no hay un lazo?
¿Salta la trampa del suelo si no tiene una presa?
¿Se toca el cuerno en una ciudad sin que ese estremezca la gente?
¿Sucede una desgracia en una ciudad sin que el Señor la haya causado?
Ciertamente, nada hace el Señor Dios sin haber revelado su designio a sus servidores los profetas.
Ha rugido el león, ¿quién no temerá?
El Señor, Dios ha hablado ¿quién no profetizará?
Os transformé como Dios transformó a Sodoma y Gomorra y quedasteis como tizón sacado del incendio.
Pero no os convertisteis a mí - oráculo del Señor -.
Por eso, así voy a tratarte, Israel.
Sí, así voy a tratarte: prepárate al encuentro con tu Dios.

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron y lo despertaron gritándole: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!».
Él les dice: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».
Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».

Palabra del Señor.

Beato Genaro María Sarnelli


En Nápoles, de la Campania, beato Jenaro María Sarnelli, presbítero de la Congregación del Santísimo Redentor, que se entregó activamente a ayudar a toda clase de necesitados.

Jenaro Sarnelli, hijo del Barón de Ciorani, nació en Nápoles. A los 14 años, tras la beatificación de Francisco Regis, decidió hacerse jesuita. Disuadido por su padre debido a que era demasiado joven, comenzó los estudios de Derecho y obtuvo el doctorado en ambos Derechos en 1722. Se distinguió entre los abogados. Se afilió a la Congregación  de Caballeros de las Profesiones de juristas y de médicos, dirigida por los Píos Operarios en San Nicolás de Toledo. En el reglamento de esta asociación existía la obligación de visitar a los enfermos del hospital de los Incurables. Aquí fue donde escuchó la llamada de Dios que lo quería sacerdote.

En septiembre de 1728 ingresó en el seminario incardinándose en la diócesis del cardenal Pignatelli como clérigo de la parroquia de San'Anna al Pallazzo. El 4 de junio de 1729, a fin de poder estudiar en un ambiente más tranquilo, se trasladó al Colegio de la Santa Familia, más conocido por el nombre de Colegio de los Chinos, y el 5 de junio comenzó el noviciado en la congregación de las Misiones Apostólicas. El 28 de mayo de 1731 terminó el noviciado y el 8 de julio del año siguiente fue ordenado sacerdote.

Durante todos estos años, además de visitar a los enfermos, se comprometió con la ayuda a los niños obligados a trabajar en edad tan temprana enseñándoles el catecismo. Visitaba también a los ancianos de la residencia de retiro de San Jenaro, así como a los condenados a galeras y a los enfermos del hospital del puerto. En estos años entabló estrecha amistad con san Alfonso María de Ligorio y con su apostolado. Se consagraron juntos a la enseñanza del catecismo a los adultos organizando las "capillas del atardecer".

Tras su ordenación, el cardenal Pignatelli lo nombró Director de enseñanza religiosa en la parroquia de los Santos Francisco y Mateo en el barrio español. Conoció, de esta forma, la corrupción tan extendida entre la juventud y decidió emplear todas sus energías en combatirla. En este tiempo (1733), defendió tenazmente a san Alfonso ante las críticas injustas que le venían debido a la reciente fundación de la Congregación del Santísimo Redentor en Scala el 9 de noviembre de 1732. En junio de ese mismo año se retiró a Scala para ayudar al amigo durante las misiones de Ravello.

Tras su ingreso en los Redentoristas, en abril de 1736, se consagró íntegramente a las misiones parroquiales y a escribir en favor de las "jóvenes en peligro". Escribió también sobre temas de vida espiritual. Se dedicó de tal forma al trabajo, que llegó al punto de morir. Con el consentimiento de san Alfonso, volvió a Nápoles para algún breve tratamiento médico comenzando de nuevo su apostolado en pro de la salvación de las prostitutas. Tomó parte en el trabajo propio del apostolado de los  redentoristas por medio de las Apostólicas Misiones, propagando las meditaciones en común entre los laicos y publicando "El mundo santificado". Con otro escrito suyo emprendió  una campaña contra la blasfemia. En 1741 preparó y participó con san Alfonso  en la gran misión predicada en los pueblos del entorno de Nápoles como preparación para la visita pastoral del Cardenal Spenilli. A pesar de su frágil salud, continuó en el ministerio de la predicación hasta su muerte cuando, muy enfermo, volvió a Nápoles. Sus restos mortales se conservan en Ciorani, en la primera iglesia  redentorista.

Jenaro María Sarnelli dejó 30 obras escritas sobre temas como la meditación, la teología mística, la dirección espiritual, la ley, la pedagogía además de otros temas morales y pastorales. Debido a su actividad social en favor de la mujer, se le considera como uno de los autores que  trataron este tema de forma más completa en la Europa de la primera parte del siglo XVIII. Fue beatificado por SS Juan Pablo II el 12 de mayo de 1966. 

Lecturas


En aquellos días, el rey Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos.
Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Después de prenderlo, lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: «Date prisa, levántate».
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: «Ponte el cinturón y las sandalias».
Así lo hizo, y el ángel le dijo: «Envuélvete en el manto y sígueme».
Salió y lo seguía sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo. Ante ellos. Salieron, y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel.
Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos».

Querido hermano: Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.
Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.
Más el Señor me estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de toda obra mal y me salvará llevándome a su reino celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Palabra del Señor.

Santos Pedro y Pablo Apóstoles


Solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llamado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. En este día, su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración.

Pedro. M. 67. Se llamaba Simón y era hijo de Jonás y hermano de san Andrés, de la tribu de Neftalí; había nacido en la Alta Galilea, junto al lago Genesaret. Era pescador de Betsaida en Galilea y estaba casado; al casarse fijó su residencia en Cafarnaún. Era discípulo de san Juan Bautista. Un día Andrés, el mayor de los dos hermanos le dijo: "¡Hemos encontrado el Mesías!". Y le llevó donde Jesús, que fijando la mirada en él, le dijo: “Tu eres Simón, el hijo de Juan, tu te llamarás Cefas” que quiere decir “piedra” (Jn 1, 40-42).

Simón siguió a su hermano y Jesús lo eligió como su Vicario, después de que lo confesara como Mesías: "Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18), y confirmado después de la Resurrección: "apacienta mis ovejas". De carácter impetuoso y temerario fue el único que defendió con su espada a Jesús en el huerto de los Olivos, cuando fue aprendido por sus enemigos, si bien pocas horas después le negará tres veces. 

Después de la Ascensión de Cristo, dirigió la comunidad de Jerusalén y tuvo un papel muy destacado en el concilio que se celebró en aquella ciudad. Fue encarcelado por Herodes Agripa, junto con san Juan “Evangelista”, pero fueron liberados por un ángel. Primer obispo de Antioquía por un tiempo y por fin obispo de Roma. Predicó el evangelio en Galacia, Bitinia y Capadocia. Murió en la persecución de Nerón crucificado cabeza abajo, traspasado por un clavo, porque no se sentía digno de morir como el Maestro (así morían los esclavos). Escribió dos Epístolas a sus evangelizados en Asia. Es patrón de muchas ciudades y países. 

P. Bargellini, nos describe el "por qué" de su elección lo siguiente: "Misterio de una elección libre, no condicionada de ninguna razón humana. No fue por ancianidad por lo que Simón se mereció el vicariato divino, porque su hermano Andrés era más anciano que él. No por condición social, porque los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan eran superiores a él. No por inteligencia, porque san Juan Evangelista volaba sobre él como un águila soberana. No por cultura, porque san Mateo el publicano, sabía más que él. 

Su fe se debilitó cuando se hundió en las aguas del lago. Su caridad se disolvió cuando hirió con la espada la oreja de Malco. Su coraje cedió ante los soldados de Herodes. Su fidelidad capituló cuando renegó por tres veces al Maestro. Su inteligencia se perdió, ante las palabras duras del Salvador.

En una cosa solamente no se desmintió nunca: en su sinceridad. Fue sincero al confesar su cabezonería; fue sincero al reconocer sus propios errores; fue sincero al acusarse pecador; fue sincero en el miedo; fue sincero en el arrepentimiento. Fue sobre todo sincero, cuanto tentado de abandonar al Maestro le dice con voz destrozada por la angustia: ¿A donde iremos si tu tienes palabras de vida eterna?". 

Un poeta cantó: "Pedro es el primero en creer y el primero en amar; el primero de los apóstoles que ve al Señor resucitado; el primero que confirma la fe con un milagro; el primero que convierte a los judíos, el primero que recibe a los gentiles en la Iglesia; el primero en todo". 

Pablo, apóstol de los gentiles (c.7 - 65). "Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado al apostolado, elegido para predicar el evangelio de Dios" (Rm 1,1). Probablemente nació en Tarso de Cilicia. Era un judío de la tribu de Benjamín, un fariseo, griego por cultura y ciudadano romano, y su profesión era fabricante de lonas; su nombre originario era Saulo. Fue instruido en la Ley por Gamaliel de Jerusalén, y después de haber participado pasivamente en el martirio de san san Esteban, se puso al servicio del Sanedrín, que intentaban terminar con las primeras comunidades cristianas; pero en el año 35, en el camino de Damasco fue milagrosamente convertido y recibió directamente de Cristo la misión de evangelizar a los gentiles. 

Fue bautizado por san Ananías. Para cumplir esta misión hizo al menos cuatro viajes apostólicos, visitando un área que desde Capadocia y desde la Galia se extendía quizás a España, fundó comunidades por doquier, siempre en medio de toda clase de peligros: naufragios, fue apresado, azotado, lapidado, expulsado de diversas ciudades, perseguido por el odio de su mismo pueblo, fracasó en Atenas, ante el Areópago, sólo le siguió, san Dionisio “el Aeropagita” y una mujer llamada Demaride; pero deseaba ardientemente evangelizar. En Chipre bautizó al procónsul romano, Sergio Paulo. Asistió al concilio de Jerusalén donde se le otorgó la misión de evangelizar a los gentiles. En su segundo viaje a Jerusalén, fue detenido a causa de los miembros del Sanedrín, apeló al emperador, y durante un largo viaje llegó a Roma en el año 61, fue liberado, y realizó otros viajes, hasta que volvió a Roma en el años 64, y durante la persecución de Nerón, fue apresado.

Sus 14 Epístolas, dirigidas a las iglesias por él fundadas, forman parte del depósito de la Revelación. El primero de sus viajes lo hizo junto a san Bernabé. Según una tradición muy antigua fue decapitado en Roma, durante la persecución de Nerón, en la vía Ostiense, en el lugar que hoy se alza la iglesia de "Tre Fontane". 

Según un autor la doctrina de Pablo es cristocéntrica: "Su vida es Cristo. Todo lo centra en el amor de Cristo. Sólo quiere conocer a Cristo. Desea gloriarse en la cruz de Cristo. Su debilidad encuentra la fuerza en la gracia de Cristo. Colabora con la gracia de Cristo. Desea únicamente apoyarse en Cristo. Su afán es estar con Cristo. Se goza en haber sido atrapado por Cristo. Está seguro que nada le separará del amor de Cristo". Patrón de Roma y de otras muchas localidades.

Lecturas


Pasó Eliseo un día por Sunén. Vivía allí una mujer principal que le insistió en que se quedase a comer; y, desde entonces, se detenía allí a comer cada vez que pasaba.
Ella dijo a su marido: «Estoy segura de que es un hombre santo de Dios el que viene siempre a vernos. Construyamos en la terraza una pequeña habitación y pongámosle arriba una cama, una mesa, una silla y una lámpara, para que cuando venga pueda retirarse».
Llegó el día en que Eliseo se acercó por allí, y se retiró a la habitación de arriba, donde se acostó.
Entonces se preguntó Eliseo: «¿Qué podemos hacer por ella?».
Respondió Guejazi, su criado: «Por desgracia no tiene hijos, y su marido es ya anciano».
Eliseo ordenó que la llamase. La llamó y ella se detuvo a la entrada.
Eliseo le dijo: «El año próximo, por esta época, tú estarás abrazando un hijo».

Hermanos:
Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».

Palabra del Señor.

Beatos Sabás Ji Hwang y Matías Choe In-gil


Sabás Ji Hwang  (1767 - 1795)
Nació en el seno de una una familia de músicos en la corte real coreana. Cuando se enteró de que el Evangelio fue proclamado en Corea se ofreció como voluntario para aprender el catecismo, y se convirtió al catolicismo. Fue diligente y honesto y se dedicó a amar a Dios y practicar su religión. Incluso fue decidido a dar su vida por Dios. Nunca tuvo miedo o confusión cuando se enfrentó con el peligro, la pobreza o el sufrimiento.

Desde 1789, los líderes católicos en Corea hicieron grandes esfuerzos para invitar a los sacerdotes a Corea. El primer intento en 1791 terminó en un fracaso. Todas sus esperanzas de tener un sacerdote entre ellos se detuvieron a causa de la persecución que se desató a finales de ese año. No fue sino hasta 1793 que se reanudaron sus esfuerzos para invitar a un sacerdote. Pablo Yun Yu-il, que ya había estado en Pekín, Sabas Ji y Juan Pak fueron seleccionados para ir a Pekín como enviados secretos. s

Paul Yun se quedó en la frontera. Durante su estancia en Pekín, Sabás fue recibido por el obispo A. Gouvea. El obispo quedó impresionado por su profunda piedad y escribió lo siguiente: "Hemos sido testigos de la fe de Sabás Ji. En 1793 Durante su estancia de cuarenta día en Pekín recibió los sacramentos de la Confirmación, la Penitencia y la Santa Comunión con ardiente devoción y lágrimas en los ojos. Al ver esto, los fieles de Pekín se conmovieron profundamente".

En 1794, el obispo envió el Padre Jaime Zhou Wen-mo como misionero a Corea. Entrar en el país asiático era toda una odisea plagada de peligros… pero Sabás, con gran capacidad de organización, consiguió que el sacerdote llegara sano y salvo a la casa que el beato Matías Choe In-gil había adquirido en Seúl y marcado como «segura».

El Padre James Zhou pasó unos meses en la clandestinidad a salvo, pero, finalmente, la Corte real llegó supo de su presencia por los informes de un espía camuflado. Afortunadamente, gracias a la ayuda de los fieles el Padre James Zhou logró escapar a otra casa. Matías Choe, el dueño de la casa, Sabás Ji y Pablo Yun, que le ayudaron  a evadir a los guardias fronterizos, fueron arrestados.

Sabás Ji y sus compañeros fueron trasladados a la Jefatura de Policía y severamente castigados. Fueron torturados repetidamente para obligarlos a confesar el paradero del padre James Zhou, pero se negaron a entregarle. Más bien, sus rostros reflejaban que sus corazones estaban llenos de gozo celestial.

Los perseguidores, al darse cuenta de que no iban a traicionar Padre James Zhou, los golpearon hasta la muerte. Sus cuerpos fueron arrojados al río Han en secreto.  Saba Ji tenía 28 años.

El Obispo A. Gouvea, al oír la historia completa de su martirio, a través de un enviado secreto, escribió sobre el valor que Sabás Ji y sus compañeros, que habían mostrado en el momento de su martirio: "A la pregunta del perseguidor;?` Qué adoras a Jesús que murió en la cruz ', respondieron con valentía; `Sí.` Cuando se les pidió que renunciaran a su fe en Cristo, declararon;` Estamos dispuestos a morir mil veces antes que renunciar a nuestra fe en nuestro verdadero Salvador Jesucristo` ". 

Matías Choe In-gil (1765 - 1795)
Nació en Corea en el seno de una familia de actores. Era hermano del beato Ignacio Choe In-gil, que también fue martirizado. Conoció el catolicismo gracias al beato Juan Bautista Yi Byeok y fue bautizado en 1784. Desde el inicio de su bautismo tomó la misión de predicar el Evangelio junto a los otros fieles de aquella comunidad. Cuando el beato Pablo Yun Yu-il, regresó de Pekín con el fin de conocer las comunidades cristianas, ya formadas y con sacerdotes al frente, Matías dedicó todos sus esfuerzos en buscar la forma de introducir sacerdotes en Corea, a pesar de la prohibición de las autoridades coreanas. Se le confió el encargo de encontrar escondites seguros para los misioneros.

Consiguió una habitación en Gyendong (actual Gye-dong Jongno-gu, en Seul) para los sacerdotes que debían llegar desde China. El primero que llegó fue el P. Jaime Zhou Wen-mo, en 1794, pero la Corte coreana se enteró por un espía de esta llegada y comenzó una caza al misionero para expulsarlo. Milagrosamente este sacerdote consiguió huir gracias a otra convertida. Mientras tanto Matías, esperaba a la guardia real en su propia casa, haciéndose pasar por el misionero chino… pero… su magnífica actuación (ya que hablaba perfectamente el chino) después de que fuera capturado, su verdadera identidad fue descubierta, pero consiguió su fin que el P. Zhou pudiera escapar.

En la cárcel, junto a otros compañeros, fueron torturados para hacerles hablar. Pero los torturadores se sintieron confundidos ante la firmeza y sinceridad de estos mártires, que a pesar de las palizas no delataron el lugar donde se había escondido el P. Zhou; por ello los guardianes decidieron azotarlos con una fusta hasta su muerte. Matías tenía 30 años. Fueron beatificados por el papa Francisco el 16 de agosto de 2014.

Lecturas


Ha destruido el Señor, sin piedad todas las moradas de Jacob, ha destrozado, lleno de cólera las fortalezas de la hija de Judá: echó por tierra y profanó el reino y a sus príncipes.
Se sientan silenciosos en el suelo los ancianos de la hija de Sion; cubren de polvo su cabeza y se ciñen con saco; humillan hasta el suelo su cabeza las doncellas de Jerusalén.
Se consumen en lágrimas mis ojos, se conmueven mis entrañas; muy profundo es mi dolor por la ruina de la hija de mi pueblo; los niños y lactantes desfallecen por las plazas de la ciudad.
Preguntan a sus madres: « ¿Dónde hay pan y vino?», mientras agonizan, como los heridos, por las plazas de la ciudad, exhalando su último aliento en el regazo de sus madres.
¿A quién te compararé, a quién te igualaré, hija de Jerusalén? ¿Con quién te equipararé, para consolarte, doncella, hija de Sión?; pues es grande como el mar tu desgracia: ¿quién te podrá curar?
Tus profetas te ofrecieron visiones falsas y vanas; no denunciaron tus culpas para que cambiara su suerte, sino que te anunciaron oráculos falsos y seductores.
Sus corazones claman al Señor.
Muralla de la hija de Sión, ¡derrama como un torrente tus lágrimas día y noche; no te des tregua, no descansen tus ojos.
Levántate y grita en la noche, al relevo de la guardia; derrama como agua tu corazón en presencia del Señor; levanta tus manos hacia él por la vida de tus niños, que desfallecen de hambre por las esquinas de las calles.

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Jesús le contestó: «Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le dijo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mí criado: “Haz esto”, y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los hijos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Y dijo Jesús al centurión: «Vete; que te suceda según has creído».
Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a su suegra en cama con fiebre; le tocó su mano y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirle.
Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades».

Palabra del Señor.

Beata Luisa Teresa Montaignac de Chauvance


En Moulins, en Francia, beata Luisa Teresa Montaignac de Chauvance, virgen, que fundó la Congregación de Oblatas del Sagrado Corazón de Jesús.

Nació en Le Havre-de-Grâce (Normandía), en el seno de una familia numerosa. En la Navidad de 1827 Luisa descubre en el pesebre a un Dios pobre, pequeño y sufriente y empieza a amarlo con todo su corazón. 

A los 13 años frecuentó el monasterio de la Congregación de Nuestra Señora en París, donde vivió la devoción al Corazón de Jesús como una verdadera renovación, bajo el impulso de los jesuitas. En 1843 hizo un voto de oblación al Corazón de Jesús, y comenzó su apostolado activo para poner en práctica la idea de su tía  (que fue su educadora en la infancia): la Asociación de las mujeres cristianas, que se convertirán posteriormente en la Pía Unión de las Oblatas del Sagrado Corazón de Jesús. 

A los 28 años, Luisa radica en Montluçon, donde comienza un activo apostolado, mientras "la asociación de mujeres cristianas" maduraba lentamente rodeada de oración y salpicada con toda clase de contradicciones, sin faltar las incomprensiones y obstáculos de parte de aquellos mismos que deberían más bien ayudar a desarrollar el proyecto.

Para su intenso apostolado, Luisa Teresa encuentra colaboradoras incondicionales, quienes con su apoyo moral, financiero y personal hicieron posible responder a las necesidades de su tiempo a las que Luisa Teresa fue sensible: orfanatos, catecismo, obras de las iglesias pobres, adoración reparadora, ejercicios espirituales para todos, visitas familiares y al hospital, actividades a favor de los soldados, apostolado de la oración, bibliotecas, construcciones de capillas, unión de sacerdotes diocesanos, obra de los Samueles... Ella decía: "Busquemos las obras sencillas que nadie quiere y que requieren poco personal. No me gusta la espuma en las obras de Dios".

Inmovilizada a los 34 años, mantuvo muchísima correspondencia con las oblatas de todo el mundo y poco a poco nacieron las oblatas religiosas. Se conservan, en Montluçon, más de 1500 cartas importantes, cumpliendo así su consigna de: "Ser mas que parecer". 

A los 54 años, Luisa Teresa redacta la primera Regla de Vida de la Pía Unión de las Oblatas del Sagrado Corazón de Jesús. A los 55 años es electa Secretaria General del Apostolado de la Oración y este hecho le permite ampliar el horizonte de su correspondencia hasta América. A los 60 años Luisa Teresa comprende por fin que la Voluntad de Dios para la Pía Unión, es la autonomía. Un Instituto en el que se tiene la posibilidad de vivir su consagración en dos estilos de vida diferentes: religiosas en comunidad comprometidas en diversas obras según los carísmas personales y sobre todo encargadas del aprovisionamiento espiritual de las Oblatas Seculares y de las mujeres casadas o célibes (Afiliadas) que armonizan las obligaciones familiares y profesionales con diferentes formas de apostolados. Todas unidas por la Oblación al Corazón de Jesús participan en una misma misión: "Ser en el mundo testigos de la ternura del amor de Dios".

La vida de Luisa Teresa estuvo sembrada de trigo y cizaña. Ella supo "leer" la Voluntad de Dios a través de las mediaciones: sus padres y familia, sus Directores Espirituales, los Obispos, los acontecimientos del país, su enfermedad, las contradicciones, los sufrimientos físicos y morales, los duelos, las amistades, las rupturas, los cambios de opciones, las alegrías, la vida entera. Luisa Teresa confió en Dios. Luisa Teresa permanece activa hasta el fin de sus días, da prioridad a la formación de aquellas que deben continuar su misión. Muere en Moulins a los 65 años de edad. Fue beatificada por SS Juan Pablo II el 4 de noviembre de 1990.

Lecturas


El año noveno del reinado de Sedecías, el mes décimo, el diez del mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén. Acampó contra ella y la cercaron con una empalizada. Y la ciudad estuvo sitiada hasta el año once del reinado de Sedecías.
El mes cuarto, el día noveno del mes, cuando arreció el hambre dentro de la ciudad y no había pan para la gente del pueblo, abrieron una brecha en la ciudad; todos los hombres de guerra huyeron durante la noche por el camino de la puerta, entre las dos muros que están sobre el parque del rey, mientras los caldeos estaban apostados alrededor de la ciudad; y se fueron por el camino de la Araba.
Las tropas caldeas persiguieron al rey, dándole alcance en los llanos de Jericó. Entonces todo el ejército se dispersó abandonándolo.
Capturaron al rey Sedecias y se lo subieron a Riblá, adonde estaba el rey de Babilonia, y que lo sometió a juicio.
Sus hijos fueron degollados a su vista, y a Sedecias le sacó los ojos. Luego lo encadenaron con doble cadena de bronce y lo condujeron a Babilonia.
En el mes quinto mes, el día séptimo del mes, el año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nabusardán, jefe de la guardia, servidor del rey de Babilonia, vino a Jerusalén. E incendió el templo del Señor y el palacio real y la totalidad de las casas de Jerusalén.
Todas las tropas caldeas que estaban con el jefe de la guardia demolieron las murallas que rodeaban a Jerusalén.
En cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la gente, los deportó Nabuzardán, jefe de la guardia.
El jefe de la guardia dejó algunos de los pobres del país para viñadores y labradores.

Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio».
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

Palabra del Señor.

Beato Santiago Ghazir


En Beirut, en el Líbano, beato Santiago Ghazir Haddad, presbítero y fundador.

Nació en Ghazir (Líbano) en el seno de una familia de rito maronita y se llamaba Khalil. En Beirut estudió árabe, francés y sirio. En 1892 se fue a Alejandría (Egipto) donde enseño árabe en el Colegio de los Hermanos Cristianos, y allí sintió la llamada al sacerdocio. Ingresó en el convento de los capuchinos de Khashbau y durante el noviciado tomó el nombre de Jacques (Santiago) en recuerdo del hermano franciscano Santiago de la Marca. Todos los hermanos lo admiraban por su abnegación, su piedad, su caridad, su obediencia, y por el sentido del humor, que no dejaba nunca de usar como instrumento de paz. En 1901, fue ordenado sacerdote en Beirut (Líbano). 

Sus superiores le confiaron la economía general de los cinco conventos de Beirut y de la Montaña, encargo que lo obligó a tratar cuestiones administrativas, recorriendo muchos caminos. Decenas de veces, como él mismo cuenta en sus "Memorias", fue agredido, golpeado y amenazado de muerte, aunque milagrosamente la cruz de Jesús lo salvó siempre. En 1905 fue nombrado director de las escuelas que los hermanos capuchinos tenían a su cargo en el Líbano, introduciendo en ellas importantes renovaciones. Su modelo no era tener una gran escuela con muchos alumnos, sino escuelas más pequeñas con clases de pocos alumnos. Así en 1910 las escuelas eran 230 con 7.500 alumnos.

Predicó con gran ardor la palabra de Dios en el Líbano, Siria, Palestina, Irak y Turquía. Fue llamado "el apóstol del Líbano". Tuvo la alegría de ir a Lourdes, a Asís y a Roma, donde se encontró con el papa san Pío X. Consciente de la importancia de la prensa, en 1913 fundó la revista mensual "El Amigo de la Familia".

A causa del estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914, los capuchinos franceses dejaron el Líbano y a Abuna Santiago se le encomendó la Misión, a la que se dedicó con valentía y competencia. La nueva tarea no le impidió ocuparse de los Terciarios, de distribuir pan a los hambrientos, de dar sepultura a los muertos abandonados por las calles. La Providencia cuidaba de él. Muchas veces escapó del arresto, de la prisión e incluso del verdugo.

Asistió a los más pobres y para ello abrió: hospitales, asilos y colegios, como necesitaba cooperadores, fundó las Hermanas Franciscanas de la Santa Cruz. En los estatutos de la nueva congregación Abuna Santiago insiste sobre todo en que no falten nunca las siguientes obra de misericordia: asistencia hospitalaria para los sacerdotes enfermos y que por su avanzada edad no puedan ejercitar el ministerio; cuidado de los disminuidos, de los ciegos, de los inválidos, de los discapacitados mentales, de los incurables abandonados; educación y cuidado de los huérfanos. Y agrega: "Cuando sea necesario, es posible dedicarse al apostolado en las escuelas en aquellas localidades donde ya existe una casa de las hermanas y no está presente otra congregación dedicada a la educación".

Su caridad y entrega no tuvo límites, y sus fundaciones fueron las más modernas del Próximo Oriente. Su esfuerzo le llevó a padecer muchas enfermedades, entre ellas la leucemia, y permaneció sufriendo hasta su muerte, la que recibió en oración. El Nuncio Apostólico sintetizaba su a vida con estas palabras: "Fue el hombre más grande que el Líbano haya dado en nuestros días", y el presidente Naccache, en nombre del presidente de la República, Camille Chamoun, puso sobre su pecho la Medalla de oro del cedro de primera clase, signo de reconocimiento por el bien realizado. El cuerpo fue colocado en el sepulcro de la nueva Capilla del Calvario. Fue beatificado en el Líbano el 22 de junio de 2008 por SS Benedicto XVI