Domingo de PENTECOSTES


Día de Pentecostés, en el que se concluye el tiempo sagrado de los cincuenta días de Pascua y, con la efusión del Espíritu Santo sobre los discípulos en Jerusalén, se recuerda los orígenes de la Iglesia y del inicio de la misión de los apóstoles entre todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones. 

Para los judíos es la fiesta que recuerda el día en el que Yahvé entregó a Moisés, en el monte Sinaí, las tablas de la Ley. Para la Iglesia Católica es la fiesta que recuerda la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. 

ORIGEN DE LA FIESTA:

Para los judíos la fiesta era inicialmente denominada “fiesta de la cosecha” y “fiesta de los primeros frutos”; se celebraba 50 días después de la Pascua judía e indicaba el inicio de la cosecha del grano; en los textos bíblicos es siempre una alegre fiesta agrícola. 

También se la llama “fiesta de las Semanas”, porque se celebra 7 semanas después de Pascua; en griego “pentecostés” significa “50 días”. Il termino Pentecostés, refiriéndose a la “fiesta de las Semanas”, es citado en Tob 2, 1 y Mac 12, 31-32ss-

El fin primigenio de esta fiesta, era agradecer a Dios los frutos de la tierra, de aquí más tarde, se llega al recuerdo del más grande don realizado por Dios hacia el pueblo hebreo: la promulgación de la Ley mosaica en el monte Sinaí. 

Según el ritual judío, la fiesta consistía con la peregrinación de todos los hombres a Jerusalén, la abstinencia total de cualquier trabajo, una asamblea sagrada y sacrificios particulares; y era una de las tres fiestas de peregrinación (Pascua, Tiendas, Pentecostés), que cada devoto judío era invitado a celebrar en Jerusalén.

Hechos de los Apóstoles 2,1-11: 
“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban: - «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.»

Evangelio según San Juan 20,19-23: 
“Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: - «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: - «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: - «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»

PENTECOSTES EN EL CRISTIANISMO: 

Los cristianos inicialmente llamaron Pentecostés, al periodo de cincuenta días después de Pascua. Por lo que parece, fue Tertuliano, el primero en hablar de una fiesta explícita en honor al Espíritu Santo. Al final del siglo IV, Pentecostés era una fiesta solemne en la que se confería el bautismo a quienes no lo habían podido recibir durante la Vigilia Pascual. 

Las "Constituciones apostólicas" dan testimonio de la Octava de Pentecostés en Oriente, mientras que en Occidente aparecen el periodo carolingio. La Octava litúrgica se conservó hasta el 1969; mientras los días festivos de Pentecostés se redujeron en el 1094, a los tres primeros días de la semana; luego reducidos a dos en las reformas del Setecientos. 

Al inicio del siglo XX, fue eliminado el Lunes de Pentecostés, que todavía hoy se conserva como fiesta en Francia y en los países protestantes. 

La Iglesia, en la fiesta de Pentecostés, ve su verdadero acto de nacimiento de inicio misionero, considerándola junto a la Pascua, la fiesta más solemne de todo el calendario cristiano.

Lecturas


Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de un viento que soplaba fuertemente, que llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo.
Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo: « ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?
Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».

Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común. Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor.

Beato Nicolás Barré


En París, en Francia, beato Nicolás Barré, presbítero, el cual, siendo maestro en teología y célebre educador de almas en el espíritu del Evangelio, instituyó en toda Francia las Escuelas Cristianas y de Caridad, así como el Instituto de Hermanas del Niño Jesús, para impartir educación gratuita a los hijos del pueblo.

Nació en Amiens, Francia, en el seno de una familia de comerciantes de la clase media. Durante su niñez estudió en los jesuitas de su ciudad natal. Allí conoció la figura de san Luis Gonzaga y en él inspiró su conducta. Antes de terminar sus estudios confió a sus padres el deseo que anidaba en su corazón de entregarse totalmente al Señor en la vida religiosa, ellos aceptaron cristianamente la determinación de su hijo, cuando llegue el momento le ayudarían y ofrecerían su apoyo para que lo pudiera realizar.

Ingresó en los Mínimos, cuyo lema “Charitás” será una constante en su vida. Fue ordenado sacerdote y su primera misión será, inicialmente, en la predicación y la confesión en el convento de los Mínimos en la plaza Royale de París. Su tarea alcanzó mucho éxito, y Nicolás descubrió lo difícil que era no dejarse arrastrar por la institución y luchó contra ello, que le costó una grave enfermedad, y sus superiores le enviaron de regreso a su ciudad natal. Aquí recibió la revelación de dedicarse a los niños y niñas que vivían en la marginación y la pobreza.

En 1.659, cuando Nicolás cuenta ya 38 años, fue enviado a Rouen. Allí constata la miseria e ignorancia que reina, el abandono de niños y jóvenes y sobre todo las niñas que son las más desfavorecidas. Medita, ora sobre esta situación en la que los ve sumergidos sin posibilidad de salir por ellos mismos; se pregunta una y mil veces ¿qué es lo que puedo hacer? ¿qué es lo que debo hacer?. Le supone una presión tremenda verlos explotados en trabajos impropios porque tienen que ayudar a la familia: hacinados por la falta de espacio, con los graves perjuicios morales que esto supone; supersticiosos y alejados de la grandeza de la fe que recibieron en el bautismo.

Nicolás cada día que pasa reflexiona más sobre este asunto, va entrando en contacto con otras personas que se hacen éstas o parecidas preguntas. Las autoridades de Rouen por su parte, adoptan las mismas medidas que ya se han tomado en otras localidades francesas, recoger a estos niños y jóvenes en el Hospital General; intentan con ello remediar estos males y quitar de la vista a aquellos que pueden hacer desdecir la buena marcha de la sociedad; pero esta situación es mucho peor si cabe: las condiciones son todavía más duras y lastimosas, junto a los niños están recogidos dementes, alcohólicos, vagabundos, lisiados, incapaces, enfermos crónicos, etc. 

En 1666, puso en obra su proyecto: pequeñas escuelas gratuitas diseminadas por las zonas rurales en las que acoge a los niños más pobres. Fundó para su proyecto las Hermanas del Niño Jesús, que no tenían votos, ni clausura, pero viviendo en la sencillez y la pobreza, dispuestas a descubrir a Dios en la acción contemplativa. 

Bajo la iniciativa de Nicolás Barré, un grupo de mujeres de Rouen y sus alrededores, se consagraron totalmente a la formación humana y cristiana de las jóvenes y mujeres que la pobreza y la miseria habían dejado sin recursos. Las hermanas dedicadas a esta labor se multiplicaron prodigiosamente y de todos los rincones de Francia solicitaban su presencia benéfica. Ellas por su parte vivían en un total abandono en la Divina Providencia, atareadas en la labor educativa y de formación humana y religiosa. 

El Padre Barré las animaba con sus consejos y palabras de aliento para el duro trabajo que realizaban. Hay que señalar que no hubo ninguna dificultad entre las hermanas durante varios años. Así, la comunidad continuó creciendo más y más, y las Escuelas se fueron multiplicando y la gracia de Dios se derramaba en abundancia. Sin embargo, hubo grandes dificultades después de varios años. “No puedo detallar las que nos vinieron por parte de los sacerdotes, de los clérigos, religiosos y seglares, que causaron muchas penas a nuestro muy reverendo padre Barré que tuvo que sufrir, sudar y trabajar, y sacrificarse mucho para establecer la casa, y se cansó mucho y arruinó su salud para darnos santos y sobrenaturales consejos, llenándonos el corazón y el espíritu de todo lo necesario para nuestra salvación y la del prójimo. No se puede expresar el penoso trabajo a que se entregó nuestro reverendo padre".

Los estatutos de l685 están dirigidos a los Hermanos maestros y a las Hermanas maestras de las escuelas a los cuales formaba en seminarios para que realizasen su labor educativa de la forma más fecunda. Constatamos aquí el comienzo de las Escuelas Normales.

En la actualidad las Maestras Caritativas forman una Confederación, con dos ramas diferentes: Hermanas del Niño Jesús-Providencia de Rouen que han saltado con sus casas desde Europa hasta Madagascar y Africa Central y las Hermanas del Niño Jesús-Nicolás Barré que desde Europa se han extendido por Asia, Africa y América Latina

Los Hermanos Maestros no perduraron, las condiciones de vida para ellos son más duras que para las maestras, son inconstantes, no perseveran. Necesitarían otro tipo de atención y dedicación que el P. Barré no puede tener con ellos.

San Juan Bautista de la Salle consultó al Padre Barré (1688) sobre el tema de los maestros, en el cual ha quedado envuelto de forma un poco involuntaria. El P. Barré se alegra de que alguien emprenda este camino; le aconseja desde su experiencia, le exige desde su posición de guía y consejero. Juan Bautista le pide consejo en varias ocasiones sobre el mismo tema y sobre la forma en que ha de actuar. Barré sabe que si Juan tiene a los maestros organizados y junto a sí, podrá conseguir aquello en lo que él fracasó. El no podía por su condición de religioso llevarlos a su convento y organizarlos allí de forma estable y permanente. Pero el señor De La Salle sí puede, aunque para hacerlo tenga que oponerse a toda su familia, quedar en ridículo delante de sus amigos y conocidos, invertir toda su fortuna y renunciar a todas sus seguridades. Juan Bautista de la Salle tiene madera de Santo, se deja modelar por la mano de Dios a través de su guía experto, Nicolás, y funda los Hermanos de las Escuelas Cristianas que hasta el día de hoy juegan un papel muy importante en la educación de niños y jóvenes. 

Fue un hombre humilde, abandonado en manos de la Providencia, audaz y creativo. Murió en Amiens. Fue beatificado por Juan Pablo II el 7 de marzo de 1999.

Lecturas


Cuando llegamos a Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con el soldado que lo vigilaba.
Tres días después, convocó a los judíos principales y, cuando se reunieron, les dijo: «Yo, hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las tradiciones de nuestros padres, fui entregado en Jerusalén como prisionero en manos de los romanos. Me interrogaron y querían ponerme en libertad, porque no encontraban nada que mereciera la muerte; pero, como los judíos se oponían, me vi obligado a apelar al César; aunque no es que tenga intención de acusar a mi pueblo. Por este motivo, pues, os he llamado para veros y hablar con vosotros; pues por causa de la esperanza de Israel llevo encima estas cadenas». Permaneció allí un bienio completo en una casa alquilada, recibiendo a todos los que acudían a verlo, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos.

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?».
Os enviaré el Espíritu de la verdad - dice el Señor -; él os guiará hasta la verdad plena.
Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y este ¿qué?». Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme».
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?». Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir.

Palabra del Señor.

San Huberto de Lieja


En Tervueren, también en Brabante, en Austrasia, tránsito de san Huberto, obispo de Tongres y Maastricht, discípulo y sucesor de san Lamberto, que se dedicó con todas sus fuerzas a la difusión del Evangelio por Brabante y las Ardenas, donde terminó con las costumbres paganas.

Natural de Toulouse del Languedoc, Francia. Vivió durante un tiempo como anacoreta y luego viajo a Roma, donde el Papa le nombró sucesor de san Lamberto como obispo de Maastricht y Tongres (c.706). En un pequeño pueblo de pescadores, sepultó el cuerpo de su predecesor, el obispo mártir san Lamberto; y de aquí surgirá la ciudad de Lieja, de la que fue su primer obispo (722-727). Evangelizó la región de las Ardenas, y murió a causa de un accidente de pesca que le deparó una herida en los dedos, en Tervuren, Bélgica. Algunos escritores afirman que Huberto ingresó en la comunidad de Stavelot.

Según la leyenda, era un cortesano de Pipino de Heristal, hijo mayor de Bertrán y de Hugbern, o Afre que era hermana de santa Oda de Amay. Algunas genealogías tienen a santa Oda como la esposa de Bertrán y madre de Huberto y de su hermano Eudo. Como los nobles merovingios de su tiempo, Huberto practicaba asiduamente la caza. Se trasladó a Metz, donde se casó (682) con Floribana, hija de Dagoberto, Conde de Lovaina. Fue una elección matrimonial conveniente por la importancia de las dos familias. Su hijo san Floriberto, como Huberto, llegaría a ser obispo de Lieja.

Huberto partió, luego de sentir el llamado del Señor, hacia Maastricht, donde san Lamberto era obispo, y a partir de entonces actuó como su director espiritual. Huberto renunció a su rango y derechos de primogenitura en el Ducado de Aquitania en favor de su hermano Eudo, que fue nombrado tutor de san Floriberto, el hijo de Huberto y Floribana. Distribuyó a los pobres su riqueza y estudió órdenes sagradas, para ser consagrado presbítero, asistiendo en la administración de la diócesis de Maastricht-Tongres a san Lamberto. Siguiendo su consejo, partió en romería hasta Roma el año 708, durante su ausencia fue asesinado su obispo y mentor. La hagiografía de Huberto indica que este asesinato fue revelado al Papa con la indicación de designar a Huberto, sucesor de san Lamberto en la diócesis de Maastricht-Tongres, como así sucedió.

Como obispo, trasladó la sede de Mastricht a Lieja, enterró a su predecesor en una basílica construida para honrar su memoria en el lugar mismo del asesinato y sentó las bases para hacer de Lieja una gran ciudad. El obispo Huberto destacó por su sencillez y austeridad, por intensidad de sus oraciones y ayunos y su famosa elocuencia. Evangelizó el área de las Ardenas.

Huberto murió en Tervuren, Brabante y fue enterrado en Lieja. Sus restos fueron luego exhumados el año 825 y trasladados a la abadía benedictina de Andain, situada en la población que actualmente se llama San Huberto. En los siguientes años hasta el siglo XVI, en que desaparecieron los restos, su sepulcro fue muy visitado y centro de peregrinación.

Según una leyenda posterior, al morir Floribana, al dar a luz a su hijo, se retiró Huberto a las boscosas Ardenas y se entregó a la caza. Pronto se obró un cambio espiritual en él. Cuando un Viernes Santo se encontraba cazando, al perseguir a un hermoso venado, éste se volvió y dejó ver un crucifijo entre la cornamenta, resaltado por luminosos rayos, según relata la pía leyenda. Seguidamente, oyó que decía: "Huberto, si no vuelves al Señor y llevas una vida santa, irás al infierno". Al oírlo, Huberto bajó del caballo, se postró y dijo: "Señor, ¿qué quieres que haga?. La respuesta fue: "Ve y busca a Lamberto, que te dirá lo que tienes que hacer".

La leyenda del ciervo crucífero apareció en la hagiografía medieval, repitiendo la leyenda que ya se atribuía de san Eustaquio, mártir romano del siglo II. Hacia el siglo XV, era una leyenda muy repetida en muchas partes Europa central. Es el patrón de los cazadores. El nombre y la protección de San Huberto se tomaron por algunas Ordenes Militares en el siglo XV. 

Lecturas


En aquellos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesárea para cumplimentar a Festo. Como se quedaron allí bastantes días, Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole: «Tengo aquí un hombre a quien Félix ha dejado preso y contra el cual, cuando fui a Jerusalén, presentaron acusación los sumos sacerdotes y los ancianos judíos, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana entregar a un hombre arbitrariamente; primero, el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse de la acusación. Vinieron conmigo, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre.
Pero, cuando los acusadores comparecieron, no presentaron ninguna acusación de las maldades que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su propia religión y de un tal Jesús, ya muerto, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí de esto Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel, para que decida el Augusto, he dado orden de que se le custodie hasta que pueda remitirlo al César».

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, le dice a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú, sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: « ¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: Sígueme».

Palabra del Señor.

Santa Úrsula Ledóchowska


En Roma, tránsito de santa Úrsula (Julia) Ledóchowska, virgen, que fundó el Instituto de Religiosas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante, y afrontó fatigosos viajes a través de Polonia, Escandinavia, Finlandia y Rusia.

Nació en Loosdorf, Austria, en el seno de una familia de la nobleza polaca y suiza en decadencia y exiliada y se llamaba Julia. Su hermana la beata María Teresa Ledóchowska, fue fundadora de las Misioneras de San Pedro Claver (Hermanas Claverianas) y conocida como “madre África”; su hermano Vladimiro, fue Prepósito General de la Compañía de Jesús; otro de sus hermanos, Ignacio, general del ejército polaco, murió en el campo de concentración de Dora-Nordhausen en 1945 por los nazis. 

Se trasladó con su familia a Cracovia (1883) y se dedicó a los pobres, ingresó en el monasterio de Santa Úrsula de Cracovia. Durante su profesión en 1889 tomó el nombre de María Úrsula de Jesús. Destacó por su amor a Dios, su talento educativo y su sensibilidad ante las necesidades sociales de las jóvenes. En 1904 fue elegida superiora del convento de Cracovia. Abrió el primer internado para universitarias en Polonia. Convencida de cambiar las Constituciones según las nuevas exigencias pastorales, se dirigió a Roma, y en audiencia con san Pío X, le pidió realizar su trabajo apostólico en Rusia.

Se marchó a Petroburgo para dirigir el convento "Stella Maris" para las muchachas rusas de religión católica, siempre en clandestinidad. Expulsada de Rusia durante la I Guerra Mundial (por ser austriaca), viajó por Escandinavia y Dinamarca recogiendo ayuda para las víctimas de la guerra. Trasladó su comunidad a Aalborg, en Dinamarca, en 1917 a raíz de la revolución bolchevique. En este tiempo la Santa Sede le concedió permiso para transformar su convento autónomo de Ursulinas en la Congregación de Hermanas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante. 

La espiritualidad de esta Congregación se centra en la contemplación del amor salvífico de Cristo y en la participación en la misión por medio de la educación y el servicio al prójimo, especialmente a los más necesitados. Úrsula educaba a sus religiosas para amar a Dios sobre todas las cosas y en Dios a toda persona humana y a toda la creación. Recomendaba, como testimonio creíble de una relación personal con Cristo, la sonrisa, la serenidad de espíritu, la humildad y la capacidad de vivir la vida ordinaria como camino privilegiado para la santidad. Ella misma era un ejemplo notable de ese tipo de vida. Por su gran labor recibió condecoraciones estatales y eclesiásticas. Murió en Roma. Fue canonizada por san Juan Pablo II el 18 de mayo de 2003.