sábado, 29 de febrero de 2020
Lecturas
Esto dice el Señor: «Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y al calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía.
En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme».
Palabra del Señor.
El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos.
Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan.
Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas, volverás a levantar los cimientos de otros tiempos; te llamarán “reparador de brechas”, “restaurador de senderos”, para hacer habitable el país.
Si detienes tus pasos el sábado, para no hacer negocios en mi día santo y llamas al sábado “mi delicia”, y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras, evitando viajes, dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos, entonces encontrarás tu delicia en el Señor. Te conduciré sobre las alturas del país y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre. Ha hablado la boca del Señor».
En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y los escribas diciendo a los discípulos de Jesús: «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?».
Jesús les respondió: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».
Palabra del Señor.
San Augusto Chapdelaine
En la ciudad de Xilinxian, en la provincia china de Guangxi, san Augusto Chapdelaine, presbítero de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, que, detenido por los soldados junto con muchos neófitos de esta región a los que había convertido, recibió trescientos azotes, fue encerrado en una reducida jaula y finalmente decapitado.
Nació en La Rochelle, Francia, en el seno de una familia de campesinos. Estudió en el seminario de Coutances y, fue ordenado sacerdote en 1843. Fue destinado al pueblo de Boucey como coadjutor, y después fue párroco del mismo. Cumplió con sus obligaciones pastorales y atrajo a muchos a la iglesia. Pero él sentía la vocación misionera. En 1851, ingresó en la Sociedad de Misiones Extranjeras de París.
En 1852, fue enviado a China como misionero en el vicariato apostólico de Kuang-si, en el que hacía más de un siglo que no había entrado ningún misionero y se desconocía si quedaban cristianos. Con el fin de tener más noticias de su territorio, prefirió quedarse un tiempo en Ta-Chan, hasta que por las noticias de un indígena convertido supo que había cristianos. Pudo trabajar en su territorio durante cuatro años, que tuvo su apostolado un gran fruto de conversiones.
En diciembre de 1854, fue denunciado al mandarín de la región por el celoso pariente de un convertido. Fue arrestado y pasó en la prisión algunos días de ansiedad, pero el mandarín se mostró bondadoso y no le hizo daño alguno. El P. Chapdelaine volvió con mayor ímpetu al trabajo apostólico y logró muchas conversiones, a pesar de su imperfecto conocimiento de la lengua.
Pero algún tiempo después, un nuevo mandarín sustituyó al primero. El P. Chapdelaine fue denunciado por segunda vez por un hombre despechado porque una de sus concubinas, se había convertido y se negaba a seguir con él, lo delató, por lo que con muchos neófitos fue arrestado por un grupo de soldados, en 1856. Sus valientes respuestas provocaron la cólera de los jueces, quienes le condenaron a ser apaleado. El mártir quedó medio sordo a resultas del castigo, pero no dejó escapar ni una queja ni una protesta y, uno o dos días después se restableció milagrosamente. Creyendo el mandarín que su curación se debía a la magia, mandó que bañaran al santo con la sangre de un perro para anular el conjuro. La segunda vez que el P. Chapdelaine compareció ante los jueces, fue condenado a recibir trescientos golpes en el rostro con una especie de pesada suela de cuero; en el suplicio perdió varios dientes y sufrió la fractura de la mandíbula. Al fin, los jueces le dieron a entender que le dejarían libre por 1.000 taels, o aun por 300, pero los cristianos no pudieron reunir esa suma.
Así pues, los jueces ordenaron su ejecución en la llamada jaula: metido en ella, la cabeza se le ponía en la cubierta superior, en la que se había hecho un agujero, y quitando el fondo de la jaula, se dejaba el cuerpo colgando hasta que se producía la muerte por asfixia. Los verdugos decapitaron al mártir después de la muerte, y se cuenta que de su cuello brotaron tres chorros de sangre, cosa que convenció a todos los presentes de que algo extraordinario había en él. Murió en la ciudad china de Sy-Lin-Hien. Fue canonizado el 1 de octubre de 2000 por san Juan Pablo II.
Nació en La Rochelle, Francia, en el seno de una familia de campesinos. Estudió en el seminario de Coutances y, fue ordenado sacerdote en 1843. Fue destinado al pueblo de Boucey como coadjutor, y después fue párroco del mismo. Cumplió con sus obligaciones pastorales y atrajo a muchos a la iglesia. Pero él sentía la vocación misionera. En 1851, ingresó en la Sociedad de Misiones Extranjeras de París.
En 1852, fue enviado a China como misionero en el vicariato apostólico de Kuang-si, en el que hacía más de un siglo que no había entrado ningún misionero y se desconocía si quedaban cristianos. Con el fin de tener más noticias de su territorio, prefirió quedarse un tiempo en Ta-Chan, hasta que por las noticias de un indígena convertido supo que había cristianos. Pudo trabajar en su territorio durante cuatro años, que tuvo su apostolado un gran fruto de conversiones.
En diciembre de 1854, fue denunciado al mandarín de la región por el celoso pariente de un convertido. Fue arrestado y pasó en la prisión algunos días de ansiedad, pero el mandarín se mostró bondadoso y no le hizo daño alguno. El P. Chapdelaine volvió con mayor ímpetu al trabajo apostólico y logró muchas conversiones, a pesar de su imperfecto conocimiento de la lengua.
Pero algún tiempo después, un nuevo mandarín sustituyó al primero. El P. Chapdelaine fue denunciado por segunda vez por un hombre despechado porque una de sus concubinas, se había convertido y se negaba a seguir con él, lo delató, por lo que con muchos neófitos fue arrestado por un grupo de soldados, en 1856. Sus valientes respuestas provocaron la cólera de los jueces, quienes le condenaron a ser apaleado. El mártir quedó medio sordo a resultas del castigo, pero no dejó escapar ni una queja ni una protesta y, uno o dos días después se restableció milagrosamente. Creyendo el mandarín que su curación se debía a la magia, mandó que bañaran al santo con la sangre de un perro para anular el conjuro. La segunda vez que el P. Chapdelaine compareció ante los jueces, fue condenado a recibir trescientos golpes en el rostro con una especie de pesada suela de cuero; en el suplicio perdió varios dientes y sufrió la fractura de la mandíbula. Al fin, los jueces le dieron a entender que le dejarían libre por 1.000 taels, o aun por 300, pero los cristianos no pudieron reunir esa suma.
Así pues, los jueces ordenaron su ejecución en la llamada jaula: metido en ella, la cabeza se le ponía en la cubierta superior, en la que se había hecho un agujero, y quitando el fondo de la jaula, se dejaba el cuerpo colgando hasta que se producía la muerte por asfixia. Los verdugos decapitaron al mártir después de la muerte, y se cuenta que de su cuello brotaron tres chorros de sangre, cosa que convenció a todos los presentes de que algo extraordinario había en él. Murió en la ciudad china de Sy-Lin-Hien. Fue canonizado el 1 de octubre de 2000 por san Juan Pablo II.
viernes, 28 de febrero de 2020
Lecturas
Esto dice el Señor Dios: «Grita a plena pulmón, no te contengas, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados.
En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole: «Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunaran».
Palabra del Señor.
Consultan mi oráculo a diario, desean conocer mi voluntad. Como si fuera un pueblo que practica la justicia y no descuida el mandato de su Dios, me piden sentencias justas, quieren acercarse a Dios. “¿Para qué ayunar, si no haces caso; mortificarnos, si no te enteras?”
En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos.
No ayunéis de este modo, si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo.
¿Es ése el ayuno que deseo en el día de la penitencia: inclinar la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿A eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor?
Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las corras del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará ña justicia, detrás de ti la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”».
En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole: «Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunaran».
Palabra del Señor.
Beato Pablo Uchibori y 15 compañeros
En el monte Unzen, en Nagasaki, beatos mártires Pablo Uchibori Sakuemon, Samurai, Gaspar Kisayemon, María Mine, Gaspar Nagai, Luis Shinzaburo, Dionisio Saiki Zenka, Luis Saiki Kizo, Damián Ichiyata, León Nakayama Sokan, Pablo Nakayama, Juan Kisaki Kyuhachi, Juan Heisaku, Tomás Shingoro, Alejo Shohachi, Tomás Kondo Heiemon y Juan Araki Kenshichi.
Son un grupo de veintinueve, todos ellos indicados con sus nombres y datos concretos. Destacan el samurai Pablo Uchibori, con sus tres hijos, y el anciano señor ("tono") de la aldea Hachirao, Pablo Onizuka, padre del mártir beato Pedro Onizuka, s.j., quemado vivo en 1622. Pero los veintinueve mártires se distribuyen en tres grupos, según la fecha del martirio: 21 de febrero, 28 de febrero y 17 de mayo de 1627. Se les conoce como los “mártires del monte Huzen” en Nagasaki. Hoy celebramos los 16 que murieron el día 28 de febrero.
Casi todos habían sufrido anteriormente cárcel y torturas. Algunos son descendientes o familiares de mártires. Otros mueren con su esposa e hijos. Algunos eran catequistas o jefes de aldeas, o habían hospedado a los misioneros ocultos, arriesgando su propia vida.
A los tres hijos de Pablo Uchibori, antes de matarlos y arrojarlos al mar (21 de febrero de 1627), les cortaron los dedos de las manos, ante su padre y ante un gran grupo de condenados al martirio, para presionarlos a apostatar. El niño Ignacio Uchibori, de cinco años, sufrió la mutilación con gran serenidad, levantando sus dedos y mano mutilada y sangrienta, con la admiración de todos los presentes. Con ellos murió del mismo modo, con los dedos mutilados y arrojada al mar, Gracia, esposa de Tomás Soxin, porque no quiso renegar de la fe; también mataron allí mismo, arrojándolos al mar, a otros doce.
Cinco de los veintiséis mártires de la presente lista, martirizados en los sulfatos del monte Unzen —en dos grupos y fecha distinta: 28 de febrero y 17 de mayo— son firmantes, entre otros doce, de la carta dirigida anteriormente a Pablo V (18 de octubre de 1620), expresando su disponibilidad de "ofrecer nuestras vidas en testimonio de Cristo y de la santa Iglesia romana... Nada tenemos tan grabado en el corazón como el padecer el martirio, cuando la ocasión se ofrezca, con la gracia de Dios".
El samurai Pablo Uchibori, ya desde las torturas en la cárcel y durante los tormentos de los sulfatos, animaba a todos sus compañeros a perseverar en la fe, mientras él y otros eran torturados y mutilados en rostro y manos. Murió diciendo: "Alabado sea el Santísimo Sacramento". De él se conserva una carta escrita desde la cárcel, en la que explica el martirio de otros mártires anteriores y su propia disponibilidad martirial por amor a Cristo: "Deseo padecer por su amor".
Todos murieron orando, fuertes en la fe y con alegría, a veces dejando escritas, durante el trayecto hacia el martirio, expresiones poéticas de despedida, como hicieron los mártires Joaquín Mine y Bartolomé Baba con esta afirmación: "Hasta ahora creía que el cielo estaba muy lejos; ahora, viéndolo tan cerca, me llena de alegría". El samurai Juan Marsutake murió orando: "¡Señor Jesús, no me dejéis de vuestra mano!". Los testigos han dejado constancia de la actitud martirial de todos. Fueron beatificados por SS. Benedicto XVI el 24 de noviembre de 2008.
Son un grupo de veintinueve, todos ellos indicados con sus nombres y datos concretos. Destacan el samurai Pablo Uchibori, con sus tres hijos, y el anciano señor ("tono") de la aldea Hachirao, Pablo Onizuka, padre del mártir beato Pedro Onizuka, s.j., quemado vivo en 1622. Pero los veintinueve mártires se distribuyen en tres grupos, según la fecha del martirio: 21 de febrero, 28 de febrero y 17 de mayo de 1627. Se les conoce como los “mártires del monte Huzen” en Nagasaki. Hoy celebramos los 16 que murieron el día 28 de febrero.
Casi todos habían sufrido anteriormente cárcel y torturas. Algunos son descendientes o familiares de mártires. Otros mueren con su esposa e hijos. Algunos eran catequistas o jefes de aldeas, o habían hospedado a los misioneros ocultos, arriesgando su propia vida.
A los tres hijos de Pablo Uchibori, antes de matarlos y arrojarlos al mar (21 de febrero de 1627), les cortaron los dedos de las manos, ante su padre y ante un gran grupo de condenados al martirio, para presionarlos a apostatar. El niño Ignacio Uchibori, de cinco años, sufrió la mutilación con gran serenidad, levantando sus dedos y mano mutilada y sangrienta, con la admiración de todos los presentes. Con ellos murió del mismo modo, con los dedos mutilados y arrojada al mar, Gracia, esposa de Tomás Soxin, porque no quiso renegar de la fe; también mataron allí mismo, arrojándolos al mar, a otros doce.
Cinco de los veintiséis mártires de la presente lista, martirizados en los sulfatos del monte Unzen —en dos grupos y fecha distinta: 28 de febrero y 17 de mayo— son firmantes, entre otros doce, de la carta dirigida anteriormente a Pablo V (18 de octubre de 1620), expresando su disponibilidad de "ofrecer nuestras vidas en testimonio de Cristo y de la santa Iglesia romana... Nada tenemos tan grabado en el corazón como el padecer el martirio, cuando la ocasión se ofrezca, con la gracia de Dios".
El samurai Pablo Uchibori, ya desde las torturas en la cárcel y durante los tormentos de los sulfatos, animaba a todos sus compañeros a perseverar en la fe, mientras él y otros eran torturados y mutilados en rostro y manos. Murió diciendo: "Alabado sea el Santísimo Sacramento". De él se conserva una carta escrita desde la cárcel, en la que explica el martirio de otros mártires anteriores y su propia disponibilidad martirial por amor a Cristo: "Deseo padecer por su amor".
Todos murieron orando, fuertes en la fe y con alegría, a veces dejando escritas, durante el trayecto hacia el martirio, expresiones poéticas de despedida, como hicieron los mártires Joaquín Mine y Bartolomé Baba con esta afirmación: "Hasta ahora creía que el cielo estaba muy lejos; ahora, viéndolo tan cerca, me llena de alegría". El samurai Juan Marsutake murió orando: "¡Señor Jesús, no me dejéis de vuestra mano!". Los testigos han dejado constancia de la actitud martirial de todos. Fueron beatificados por SS. Benedicto XVI el 24 de noviembre de 2008.
jueves, 27 de febrero de 2020
Lecturas
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Pues yo te mando hoy amar al Señor, tu Dios, seguir sus caminos, observar sus preceptos, mandatos y decretos, y así vivirás y crecerás y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para poseerla. Pero, si tu corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses y les sirves, yo os declaro hoy que moriréis sin remedio; no duraréis mucho en la tierra adonde tú vas a entrar para tomarla en posesión una vez pasado el Jordán.
Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo delante de ti la vida y muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que viváis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que juró dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob».
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
Entonces decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».
Palabra del Señor.
Beato José Tous y Soler
En Barcelona, beato José Tous Soler, sacerdote capuchino, fundador del Instituto de Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor, para la formación cristiana de la infancia y la juventud, y dar a conocer a María, Madre del Divino Pastor.
Nació en Igualada, Barcelona. A los 16 años ingresó en los capuchinos de Sarría. Desde el Noviciado se distinguió por su exquisita fidelidad a la vida de novicio, con una entrega generosa al estudio y a la oración. El Evangelio, María, san Francisco y el amor al prójimo modeló su corazón capuchino. Fue ordenado sacerdote en 1834. Al año fue destinado al Convento de Santa Madrona.
Las revueltas sociales del 1835 le obligaron a exclaustrase y marchar a Italia, donde partió para Toulouse, para dedicarse durante 7 años a la misión sacerdotal y dirección de las almas en el Monasterio de las Benedictinas. Allí pudo dedicar tiempo a la contemplación y a la adoración de la Eucaristía y a la ayuda espiritual de las jóvenes del internado.
Regresó a España en 1843, y fue obligado a vivir como sacerdote secular, porque no se admitían las comunidades religiosas. Vivió con sus padres mientras desarrollaba el ministerio sacerdotal en diferentes parroquias. La Eucaristía, la devoción a María, Madre de Jesús Buen Pastor, la Asociación de doncellas de la niña y mártir santa Romana, fueron los medios de los que el P. Tous se sirvió para derramar la Paz y el Bien en la juventud que le buscaba para recibir consejo y orientación.
Fundó el Instituto de Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor que tendrían como objetivo la formación cristiana de la niñez y de la juventud. Los sentimientos de compasión hacia los niños y jóvenes, que el Buen Pastor puso en el corazón del Padre José, convergían con los piadosos deseos de las jóvenes Isabel Jubal, Marta Suñol y Remedio Palos: “Derramar en el tierno corazón de los niños los santos pensamientos y devotos afectos que Dios les comunicaba en la oración”. Después de madurar en la oración y consultar el proyecto, el P. Tous aceptó orientarles. Partiendo de la Regla de Santa Clara, adecua las Constituciones capuchinas de la beata Mª Ángela Astorch para unas Capuchinas Terciarias de Enseñanza. Se establecieron en Ripoll en marzo de 1850 para iniciar la vida comunitaria, y, el 27 de mayo abrían las puertas de la primera escuela.
Vivió siempre como un capuchino entregado a la oración en silencio, y una perfecta humildad. Los años que le quedan de vida, los dedica a la atención caritativa y prudente a las Hermanas así como a las comunidades que se van formando: San Quirico de Besora, Barcelona y Madrid. En sus escritos a las Hermanas aflora su espíritu capuchino: las Hermanas “están llamadas a la vida mixta de contemplación y acción”. Insiste en que sólo desde el “amor a Jesús” alimentado en la oración, es posible “la unión santa”; que sólo desde la “humildad” es posible la “obediencia”; que el trabajo de las Hermanas es su única fuente de recursos; que “María os conducirá a Jesús”, la forma de renovar la presencia amorosa de Dios en la vida; que es necesario vivir desde la “fe y la confianza en Dios que ya sabe lo que nos conviene”… Murió en Barcelona, mientras celebraba la Eucaristía.
Fue beatificado por Benedicto XVI el 25 de abril de 2010. Su Memoria Litúrgica se celebraba el 27 de mayo, día del inicio de la actividad de la primera escuela del Instituto en Ripoll, pero el Martirologio de 2007 sitúa su festividad el día de su muerte el 27 de febrero.
Nació en Igualada, Barcelona. A los 16 años ingresó en los capuchinos de Sarría. Desde el Noviciado se distinguió por su exquisita fidelidad a la vida de novicio, con una entrega generosa al estudio y a la oración. El Evangelio, María, san Francisco y el amor al prójimo modeló su corazón capuchino. Fue ordenado sacerdote en 1834. Al año fue destinado al Convento de Santa Madrona.
Las revueltas sociales del 1835 le obligaron a exclaustrase y marchar a Italia, donde partió para Toulouse, para dedicarse durante 7 años a la misión sacerdotal y dirección de las almas en el Monasterio de las Benedictinas. Allí pudo dedicar tiempo a la contemplación y a la adoración de la Eucaristía y a la ayuda espiritual de las jóvenes del internado.
Regresó a España en 1843, y fue obligado a vivir como sacerdote secular, porque no se admitían las comunidades religiosas. Vivió con sus padres mientras desarrollaba el ministerio sacerdotal en diferentes parroquias. La Eucaristía, la devoción a María, Madre de Jesús Buen Pastor, la Asociación de doncellas de la niña y mártir santa Romana, fueron los medios de los que el P. Tous se sirvió para derramar la Paz y el Bien en la juventud que le buscaba para recibir consejo y orientación.
Fundó el Instituto de Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor que tendrían como objetivo la formación cristiana de la niñez y de la juventud. Los sentimientos de compasión hacia los niños y jóvenes, que el Buen Pastor puso en el corazón del Padre José, convergían con los piadosos deseos de las jóvenes Isabel Jubal, Marta Suñol y Remedio Palos: “Derramar en el tierno corazón de los niños los santos pensamientos y devotos afectos que Dios les comunicaba en la oración”. Después de madurar en la oración y consultar el proyecto, el P. Tous aceptó orientarles. Partiendo de la Regla de Santa Clara, adecua las Constituciones capuchinas de la beata Mª Ángela Astorch para unas Capuchinas Terciarias de Enseñanza. Se establecieron en Ripoll en marzo de 1850 para iniciar la vida comunitaria, y, el 27 de mayo abrían las puertas de la primera escuela.
Vivió siempre como un capuchino entregado a la oración en silencio, y una perfecta humildad. Los años que le quedan de vida, los dedica a la atención caritativa y prudente a las Hermanas así como a las comunidades que se van formando: San Quirico de Besora, Barcelona y Madrid. En sus escritos a las Hermanas aflora su espíritu capuchino: las Hermanas “están llamadas a la vida mixta de contemplación y acción”. Insiste en que sólo desde el “amor a Jesús” alimentado en la oración, es posible “la unión santa”; que sólo desde la “humildad” es posible la “obediencia”; que el trabajo de las Hermanas es su única fuente de recursos; que “María os conducirá a Jesús”, la forma de renovar la presencia amorosa de Dios en la vida; que es necesario vivir desde la “fe y la confianza en Dios que ya sabe lo que nos conviene”… Murió en Barcelona, mientras celebraba la Eucaristía.
Fue beatificado por Benedicto XVI el 25 de abril de 2010. Su Memoria Litúrgica se celebraba el 27 de mayo, día del inicio de la actividad de la primera escuela del Instituto en Ripoll, pero el Martirologio de 2007 sitúa su festividad el día de su muerte el 27 de febrero.
miércoles, 26 de febrero de 2020
Lecturas
Ahora - oráculo del Señor convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto; rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos; y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor que se arrepiente del castigo.
¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá dejando tras de sí la bendición, ofrenda y liberación para el Señor, vuestro Dios!
Tocad la trompeta en Sión, proclamad un ayuno santo, convocad a la asamblea, reunid a la gente, santificad a la comunidad, llamad a los ancianos; congregad a muchachos y niños de pecho; salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, servidores del Señor, y digan: «Ten compasión de tu pueblo, Señor no entregues tu heredad al oprobio, ni a las burlas de los pueblos».
¿Por qué van a decir las gentes: «Dónde está su Dios»?
Entonces se encendió el celo de Dios por su tierra y perdone a su pueblo.
Hermanos.
Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecad, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Y como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé».
Pues mirad: ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
Palabra del Señor.
Beato Roberto Drury
En Londres, en Inglaterra, beato Roberto Drury, presbítero y mártir, que, acusado injustamente de participar en una conjura contra el rey Jacobo I, subió al patíbulo en Tyburn confesando a Cristo y revestido con el hábito eclesiástico para demostrar su dignidad sacerdotal.
Nació en Egerley, en el seno de una familia de la nobleza. Estudió en Colegio Inglés de Reims, el 1 de abril de 1588. El 17 de septiembre de 1590, fue enviado a la nueva Escuela de Valladolid, donde terminó sus estudios, fue ordenado sacerdote, y volvió a Inglaterra en 1593. Trabajó principalmente en Londres, donde su enseñanza y sus virtudes lo hicieron muy respetado entre sus hermanos.
Fue uno de los recurrentes contra el arcipreste Blackwell (un proceso judicial y eclesiástico de la época, relacionado con el problema de la autoridad del Papa). Una invitación del Gobierno a estos sacerdotes a reconocer su lealtad y deber hacia la reina (1602) condujo a la «Directiva leal» del 1603, elaborada por el Dr. William Bishop, y firmada por trece de los principales sacerdotes, incluidos dos mártires, Drury y Cadwallader. En esta directiva reconocen a la Reina como su legítima soberana, repudian la pretensión del Papa de liberarlos de su obligación de lealtad a ella, y expresan su rechazo a los intentos ya realizados de restaurar por la fuerza la religión católica y su determinación de revelar cualquier otra conspiración contra el Gobierno que llegara a su conocimiento. A cambio -ingenuamente- declaran que, como están dispuestos a dar al César lo del César, se les permitiera rendir obediencia al sucesor de Pedro, distinguiendo, entre varias tareas y obligaciones, aquellas por las que "están dispuestos a dar su sangre en defensa de su Majestad", y aquellas por las que están dispuestos "a perder sus vidas, por no desobedecer la autoridad legítima de Iglesia católica de Cristo" (aspectos de esta directiva fueron rechazados por la Universidad Católica de Lovaina, pero de hecho años más tarde el Dr. Bishop es ordenado Obispo por la Santa Sede).
Los resultados de la diretiva fueron decepcionantes. La Reina falleció a los tres meses de su firma, y Jacobo I pronto demostró que no estaría satisfecho con cualquier alianza puramente civil. Tenía sed de autoridad espiritual, y, con la asistencia de un jesuita apóstata, elaboró un nuevo juramento de lealtad, que sutilmente fue redactado para poner en problemas de conciencia a los católicos y dividir entre los dispuestos a permanecer en la ley y los no leales.
Se impuso el juramento el 5 de julio de 1606, y fue en esta época que Drury fue arrestado. Fue condenado por su sacerdocio, pero se le ofreció su vida si aceptaba el nuevo juramento. Posiblemente Drury no llegó a conocer la doctrina firme de la imposibilidad de aceptar ese juramento, pero sentía que su conciencia no le permitía hacerlo, y murió como mártir en Tyburn. De un relato contemporáneo de este martirio se deduce que pudo haber sido, además de sacerdote secular, oblato benedictino, o de alguna manera relacionado con la Orden. Fue beatificado por SS Juan Pablo II en 1987.
Nació en Egerley, en el seno de una familia de la nobleza. Estudió en Colegio Inglés de Reims, el 1 de abril de 1588. El 17 de septiembre de 1590, fue enviado a la nueva Escuela de Valladolid, donde terminó sus estudios, fue ordenado sacerdote, y volvió a Inglaterra en 1593. Trabajó principalmente en Londres, donde su enseñanza y sus virtudes lo hicieron muy respetado entre sus hermanos.
Fue uno de los recurrentes contra el arcipreste Blackwell (un proceso judicial y eclesiástico de la época, relacionado con el problema de la autoridad del Papa). Una invitación del Gobierno a estos sacerdotes a reconocer su lealtad y deber hacia la reina (1602) condujo a la «Directiva leal» del 1603, elaborada por el Dr. William Bishop, y firmada por trece de los principales sacerdotes, incluidos dos mártires, Drury y Cadwallader. En esta directiva reconocen a la Reina como su legítima soberana, repudian la pretensión del Papa de liberarlos de su obligación de lealtad a ella, y expresan su rechazo a los intentos ya realizados de restaurar por la fuerza la religión católica y su determinación de revelar cualquier otra conspiración contra el Gobierno que llegara a su conocimiento. A cambio -ingenuamente- declaran que, como están dispuestos a dar al César lo del César, se les permitiera rendir obediencia al sucesor de Pedro, distinguiendo, entre varias tareas y obligaciones, aquellas por las que "están dispuestos a dar su sangre en defensa de su Majestad", y aquellas por las que están dispuestos "a perder sus vidas, por no desobedecer la autoridad legítima de Iglesia católica de Cristo" (aspectos de esta directiva fueron rechazados por la Universidad Católica de Lovaina, pero de hecho años más tarde el Dr. Bishop es ordenado Obispo por la Santa Sede).
Los resultados de la diretiva fueron decepcionantes. La Reina falleció a los tres meses de su firma, y Jacobo I pronto demostró que no estaría satisfecho con cualquier alianza puramente civil. Tenía sed de autoridad espiritual, y, con la asistencia de un jesuita apóstata, elaboró un nuevo juramento de lealtad, que sutilmente fue redactado para poner en problemas de conciencia a los católicos y dividir entre los dispuestos a permanecer en la ley y los no leales.
Se impuso el juramento el 5 de julio de 1606, y fue en esta época que Drury fue arrestado. Fue condenado por su sacerdocio, pero se le ofreció su vida si aceptaba el nuevo juramento. Posiblemente Drury no llegó a conocer la doctrina firme de la imposibilidad de aceptar ese juramento, pero sentía que su conciencia no le permitía hacerlo, y murió como mártir en Tyburn. De un relato contemporáneo de este martirio se deduce que pudo haber sido, además de sacerdote secular, oblato benedictino, o de alguna manera relacionado con la Orden. Fue beatificado por SS Juan Pablo II en 1987.