martes, 31 de octubre de 2017
Lecturas
Hermanos:
En aquel tiempo, decía Jesús:
Palabra del Señor.
Considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy toda la creación entera está gimiendo y sufre dolores de parto.
Y no sólo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo. Pues hemos sido salvados en esperanza. Y una esperanza que se ve, no es esperanza; efectivamente, ¿cómo va a esperar uno algo que ve?
Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.
En aquel tiempo, decía Jesús:
¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé?
Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas». Y dijo de nuevo:
¿A qué compararé el reino de Dios?
Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó».
Palabra del Señor.
San Quintín - Mártir
Fue Quintín hijo de un senador romano muy apreciado de la gente.
Se hizo amigo del Papa San Marcelino, quién lo bautizó.
El más grande deseo de Quintín era hacer que muchas personas conocieran y amaran a Jesucristo, y poder derramar su sangre por defender la religión.
Cuando el Papa San Cayo organizó una expedición de misioneros para ir a evangelizar a Francia, Quintín fue escogido para formar parte de ese grupo de evangelizadores.
Dirigido por el jefe de la misión, San Luciano, fue enviado Quintín a la ciudad de Amiens, la cual ya había sido evangelizada en otro tiempo por San Fermín, por lo cual hubo un nutrido grupo de cristianos que le ayudaron allí a extender la religión. Quintín y sus compañeros se dedicaron con tan grande entusiasmo a predicar, que muy pronto ya en Amiens hubo una de las iglesias locales más fervorosas del país.
Nuestro santo había recibido de Dios el don de sanación, y así al imponer las manos lograba la curación de ciegos, mudos, paralíticos y demás enfermos. Había recibido también de Nuestro Señor un poder especial para alejar los malos espíritus, y eran muchas las personas que se veían libres de los ataques del diablo al recibir la bendición de San Quintín. Esto atraía más y más fieles a la religión verdadera. Los templos paganos se quedaban vacíos, los sacerdotes de los ídolos ya no tenían oficio, mientras que los templos de los seguidores de Jesucristo se llenaban cada vez más y más.
Los sacerdotes paganos se quejaron ante el gobernador Riciovaro, diciéndole que la religión de los dioses de Roma se iba a quedar sin seguidores si Quintín seguía predicado y haciendo prodigios. Riciovaro, que conocía a la noble familia de nuestro santo, lo llamó y le echó en cara que un hijo de tan famoso senador romano se dedicara a propagar la religión de un crucificado. Quintín le dijo que ese crucificado ya había resucitado y que ahora era el rey y Señor de cielos y tierra, y que por lo tanto para él era un honor mucho más grande ser seguidor de Jesucristo que ser hijo de un senador romano.
El gobernador hizo azotar muy cruelmente a Quintín y encerrarlo en un oscuro calabozo, amarrado con fuertes cadenas. Pero por la noche se le soltaron las cadenas y sin saber cómo, el santo se encontró libre, en la calle. Al día siguiente estaba de nuevo predicando a la gente.
Entonces el gobernador lo mandó poner preso otra vez y después de atormentarlo con terribles torturas, mandó que le cortaran la cabeza, y voló al cielo a recibir el premio que Cristo ha prometido para quienes se declaran a favor de Él en la tierra.
lunes, 30 de octubre de 2017
Lecturas
Hermanos:
Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga.
Palabra del Señor.
Somos deudores, pero no de la carne para vivir según la carne. Pues si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: « ¡Abba, Padre!».
Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.
Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga.
Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad».
Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, se puso a decir a la gente: «Hay seis días para trabajar; venid, pues, a que os curen en esos días y no en sábado».
Pero el Señor le respondió y dijo:
«Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre y lo lleva a abrevar?
Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?». Al decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.
Palabra del Señor.
San Alonso Rodríguez
Gracias Señor por estos modelos admirables que nos presentas en tus santos.
Haz que queramos imitarlos y que seamos capaces de seguir sus buenos ejemplos.
Alonso significa: "pronto para hacer el bien" (del germano al: el bien. Ons: prontitud).
El santo de hoy es un caso típico. Viudo, comerciante, portero por 45 años de un colegio. Poco instruido en las ciencias del mundo, pero un verdadero místico.
San Alonso nació en Segovia (España) en 1533, hijo de un comerciante acaudalado.
Cuando nuestro santo aún era un niño, tuvo la suerte de que llegó a su ciudad a predicar el Beato Pedro Fabro (discípulo muy amado de San Ignacio de Loyola) y se hospedó en la casa de los padres de Alonso y luego en compañía del jovencito se fue a una finca que poseía la familia Rodríguez, y allá lo preparó a la Primera Comunión. Esta amistad con un gran apóstol le fue de enorme provecho para su santificación.
Alonso fue después a estudiar en un colegio de los Padres Jesuitas, pero al morir su padre tuvo que volverse a casa para administrar los negocios. Sin embargo el destino que Dios le tenía preparado no era el de negociante y como no poseía las suficientes cualidades para ese oficio, sus negocios fueron decayendo poco a poco. Era como una llamada que Dios le hacía para que se dedicara a otra labor donde sí iba a conseguir la santidad.
Alonso se casó con una mujer muy buena y piadosa y tuvieron un hijo. Pero luego cuando iba a nacer el segundo niño, la esposa murió, dejándolo viudo y con un hijito muy pequeño. En seguida murió también su madre y los negocios empezaron a quebrar. Esta serie de infortunios hizo pensar a Alonso si no sería que Dios quería de él otro modo de vivir. Hasta entonces había sido un honrado comerciante, pero le faltaba todavía ser un creyente fervoroso y heroico
Vendió entonces los pocos bienes que le quedaban y se fue con su hijito a vivir junto a dos hermanas suyas que eran extraordinariamente piadosas, las cuales le enseñaron el arte de rezar bien, y de hacer meditación y oración mental. Las enseñanzas de estas dos sencillas mujeres le fueron de inmensa importancia para su vida. Alonso meditaba dos horas diarias por la mañana, y por la tarde rezaba el rosario pensando en los misterios. Pronto empezó a descubrir la imperfección de su vida pasada, viéndola a la luz de las enseñanzas de Jesucristo. En un momento de meditación alcanzó a contemplar un poco los goces que nos esperan en el cielo, y en esos días hizo una confesión general de toda su vida y empezó una existencia totalmente dedicada a la oración, a la mortificación, a la meditación y a obras de caridad a favor de los pobres.
Luego murió su único hijo. Alonso sintió una agonía de muerte, pero en seguida Nuestro Señor le iluminó con la lectura de una página del Libro de la Sabiduría en la S. Biblia (Capítulo 4) que dice que a muchos jóvenes se los lleva Dios a la otra vida para evitarles terribles peligros que les podían llegar en esta vida contra su santidad y su salvación. Con esto Alonso se consoló inmensamente porque comprendía que su hijito tan amado, al morir tan joven se había librado de muchos peligros de ofender a Dios. Y esa muerte tan dolorosa lo movió a renunciar a todo e irse de religioso.
Alonso pidió a los padres jesuitas que lo aceptaran en su comunidad, pero nadie quería recibirlo porque tenía ya casi 40 años, no había hecho estudios y además era viudo. No se acostumbraba recibir gente de esa clase. Pero de pronto el superior sin saber por qué, cambió de parecer, y lo aceptó como hermano lego. Esa iba a ser la profesión que lo iba a llevar a la santidad.
Los superiores lo enviaron a la isla de Mallorca como portero del colegio de los jesuitas de Montesión. Allí en ese cargo se ganará la gloria del cielo atendiendo durante 45 años con la más exquisita bondad a toda clase de huéspedes y transeúntes.
Ser portero en un gran colegio no es tarea fácil, y menos lo era en aquellos tiempos en los que no había ni teléfono, ni otros medios de fácil comunicación de que disponemos hoy en día. Y los que lo conocieron y trataron dejaron constancia de que jamás alguien recibió del hermano Alonso un trato hosco o maleducado o frío, sino que por el contrario, todos se sentían tratados como si fueran grandes personajes. Allí llegaban montones de alumnos (con su algarabía juvenil), padres de familia, proveedores del colegio, religiosos viajeros que venían a pedir hospedaje por unos días, visitantes, médicos, obispos, militares, empleados del gobierno, vendedores y multitud de pordioseros y cada cual se sentía tratado por el hermano Alonso con una amabilidad que no estaban acostumbrados a recibir en otras partes.
Alonso Rodríguez se propuso ver a Jesús en cada visitante que llegaba, y tratar muy bien a Jesús que llegaba disfrazado de prójimo. Cuando alguien le preguntaba por qué no era más duro y áspero con ciertos tipos inoportunos, le respondía: "Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación". Seguramente que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá repetido aquello que en el Evangelio prometió que dirá a quienes tratan bien a los demás: "Ven siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor, porque cuando me disfracé de huésped me tratase sumamente bien. El buen trato que les diste a los demás, aún a los más humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí en persona" (Mt. 25, 40).
Sus compañeros jesuitas dejaron escrita esta observación verdaderamente admirable: "Declaramos que jamás vimos en el hermano Alonso Rodríguez un comportamiento que no fuera el de un verdadero santo". Algo admirable en verdad.
De entre tantísimos amigos que Alonso trató en su oficio de portero en los 45 años en Montesión, el más santo e importante de todos fue San Pedro Claver. Este gran apóstol vivió tres años con Alonso en aquella casa, y una noche el fervoroso portero oyó en visión que le decían: "Pedro Claver está destinado a hacer un gran bien en Sudamérica". Desde entonces el santo portero se propuso animar a Pedro a que viajara como misionero a América, y lo logró. Pedro Claver bautizó a más de 300,000 negros en Cartagena, y nunca pudo olvidar los buenísimos consejos que le dio su fiel amigo Alonso, en Mallorca.
San Pablo decía que para que no se llenara de orgullo Dios le permitió ataques terribles en su carne. Y así le sucedió también al buen Alonso. De vez en cuando le llegaban sequedades tan espantosas en la oración que para él, rezar era un verdadero tormento. Todo lo que fuera piedad le producía repulsión. Pero así y con esas sequedades seguía rezando. Rezaba todo el día, viajando de un sitio a otro de la casa llevando razones y mensajes, o atendiendo en su portería a todo el que llegaba. Alonso rezaba siempre.
Un día cuando sus tentaciones impuras se le habían vuelto casi enloquecedoras, al pasar por frente a una imagen de la Sma. Virgen le gritó en latín: "Sancta Maria, Mater Dei, memento mei" (Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) e inmediatamente sintió que las tentaciones desaparecían. Desde entonces se convenció de que la Santísima Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus impuros, y se dedicó a encomendase a Ella con mayor fervor. Le rezaba varios rosarios cada día y en honor de la Madre de Dios rezaba salmos diarios. Y la Virgen María fue su gran Protectora y defensora hasta la hora de su muerte y se le apareció varias veces, llenándolo de increíble felicidad.
En sus dolorosas enfermedades se sentía asistido por Jesús y María y decía que había días en que los sentía tan presentes junto a él como si hubiera vivido en Nazaret cuando ellos los dos estaban viviendo allá. Esto le producía intensas alegrías espirituales.
Con autorización de sus superiores fue escribiendo todo lo que recordaba de sus experiencias espirituales, y en esa su autobiografía hay detalles que demuestran cómo este sencillo e ignorante porterito de un colegio llegó a altísimos grados en la vida mística. Con razón las gentes de todas las clases sociales iban al colegio a pedirle sus consejos, a consultarle sus dudas y a recibir consuelos para sus penas.
Cuando ya era muy anciano y estaba sumamente enfermo, un día el superior para ver qué tanta era su obediencia le dijo: "Le ordeno que se vaya de misionero a América del Sur". Inmediatamente Alonso empacó sus pocas ropas y salió por la portería, listo a embarcarse en el primer barco que llegara. El superior tuvo que mandarle otra vez que se volviera a su puesto.
Otro día el superior, que sufría de un reumatismo sumamente doloroso le dijo: " Hermano Alonso, pídale a Dios y a la Virgen que me curen de este mal tan molesto". El santo estuvo toda la noche rezando, y no dejó de rezar pidiendo aquel favor, sino cuando al amanecer supo que el Padre Superior había amanecido totalmente curado.
El 29 de octubre de 1617 sintiéndose sumamente lleno de dolores y de angustias, al recibir la Sagrada Comunión, inmediatamente se llenó de paz y de alegría, y quedó como en éxtasis. Dos días estuvo casi sin sentido y el 31 de octubre despertó, besó con toda emoción su crucifijo y diciendo en alta voz: "Jesús, Jesús, Jesús" expiró.
domingo, 29 de octubre de 2017
Lecturas
Esto dice el Señor:
Hermanos:
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
Palabra del Señor.
Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
«No maltratarás ni oprimirás al emigrante, pues emigrantes fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos. Si los explotas y gritan a mí, yo escucharé su clamor, se encenderá mi ira y os mataré a espada; vuestras mujeres quedarán viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a alguien de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»
Hermanos:
Sabéis cómo nos comportamos entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
No solo ha resonado la palabra del Señor en Macedonia y en Acaya desde vuestra comunidad, sino que además vuestra fe en Dios se ha difundido por doquier, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la visita que os hicimos: cómo os convertisteis a Dios abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?». Él le dijo:
«”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
En estos dos mandamientos sostienen toda la Ley y los Profetas».
Palabra del Señor.
Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
Homilía
El pueblo de Israel se sentía orgulloso de la Torá, la Ley que Dios le había dado por medio de Moisés.
Entre los contenidos de las leyes divinas de la Torá, conocida también como “Código de la Alianza”, destacan los de índole social.
La primera lectura de hoy se fija en los derechos de los inmigrantes, huérfanos y viudas, los menos considerados en el escalafón, “porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé” (Éxodo 22, 23).
Por la misma razón, castiga los abusos en los préstamos de ropa o dinero (usura) al pobre.
Este texto, junto a otros muchos del Antiguo Testamento, ratifica que Dios está con los pobres, que son los que más le necesitan.
La marginación sigue siendo, pasados varios siglos, una lacra que hunde hasta la desesperación a una mayoría de emigrantes y parados de larga duración, condenados a quedar fuera de los circuitos de producción y a vivir en la pobreza y en la exclusión social.
¿A quién recurrir? ¿Qué hacer?
Es un drama humano de grandes dimensiones, que amenaza la estabilidad mundial y la convivencia de los pueblos, porque los que tienen que solucionar el problema miran para otro lado o están atrapados por la corrupción y el tráfico de influencias.
Los medios de comunicación social se hacen eco a diario de los abusos de poder, de la ostentación y el lujo que exhiben algunos y de los “triunfadores”.
Escasas menciones, sin embargo, y pocas palabras para los “fracasados”.
No interesa; la pobreza no vende, porque no cotiza a la seguridad social ni aporta beneficios en el mercado
Es difícil salir de este pozo sin fondo, cuando falta sensibilidad institucional práctica – abundan las promesas y buenas palabras- a nivel de gobiernos y de sindicatos, que tan sólo protegen a los trabajadores en activo y dejan de lado al resto.
¡Ay si el profeta Amós levantara la cabeza!
La historia se repite. Desde los tiempos del Éxodo no ha menguado la voracidad de los hombres, el sometimiento de los semejantes y la explotación de los pobres.
“A lo pobres los tenéis siempre con vosotros”, dice Jesús
(Marcos 14, 7).
Entre los contenidos de las leyes divinas de la Torá, conocida también como “Código de la Alianza”, destacan los de índole social.
La primera lectura de hoy se fija en los derechos de los inmigrantes, huérfanos y viudas, los menos considerados en el escalafón, “porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé” (Éxodo 22, 23).
Por la misma razón, castiga los abusos en los préstamos de ropa o dinero (usura) al pobre.
Este texto, junto a otros muchos del Antiguo Testamento, ratifica que Dios está con los pobres, que son los que más le necesitan.
La marginación sigue siendo, pasados varios siglos, una lacra que hunde hasta la desesperación a una mayoría de emigrantes y parados de larga duración, condenados a quedar fuera de los circuitos de producción y a vivir en la pobreza y en la exclusión social.
¿A quién recurrir? ¿Qué hacer?
Es un drama humano de grandes dimensiones, que amenaza la estabilidad mundial y la convivencia de los pueblos, porque los que tienen que solucionar el problema miran para otro lado o están atrapados por la corrupción y el tráfico de influencias.
Los medios de comunicación social se hacen eco a diario de los abusos de poder, de la ostentación y el lujo que exhiben algunos y de los “triunfadores”.
Escasas menciones, sin embargo, y pocas palabras para los “fracasados”.
No interesa; la pobreza no vende, porque no cotiza a la seguridad social ni aporta beneficios en el mercado
Es difícil salir de este pozo sin fondo, cuando falta sensibilidad institucional práctica – abundan las promesas y buenas palabras- a nivel de gobiernos y de sindicatos, que tan sólo protegen a los trabajadores en activo y dejan de lado al resto.
¡Ay si el profeta Amós levantara la cabeza!
La historia se repite. Desde los tiempos del Éxodo no ha menguado la voracidad de los hombres, el sometimiento de los semejantes y la explotación de los pobres.
“A lo pobres los tenéis siempre con vosotros”, dice Jesús
(Marcos 14, 7).
Las legislaciones del Éxodo para atajar los atropellos e injusticias hacia los más débiles culminan con la clara definición del primer mandamiento:
“Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas”
(Deuteronomio 6, 4-6).
Este mandamiento, en el Nuevo Testamento, va unido al del amor al prójimo.
Ambos son inseparables (evangelio), pues si queremos responder a lo que Dios pide de nosotros ha de ser atendiendo a las necesidades de los demás.
Desde este punto de vista, los seguidores de Jesús hemos de afrontar las crisis humanas y la resolución de los problemas con sensibilidad y entrega desinteresada, compartiendo los bienes materiales y espirituales, y recabando ayudas para garantizar la asistencia a los pobres, independientemente de lo que hagan o dejen de hacer los mandatarios del pueblo.
Acoger a los más necesitados es algo es algo que está en las mismas entrañas de las religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo.
Las tres consideran como deber sagrado la limosna, pues hemos de ser compasivos y misericordiosos con el prójimo para alcanzar también la misericordia de Dios, supremo valedor de los pobres.
El amor a Dios y al prójimo, aunque van íntimamente unidos y son semejantes, no son lo mismo.
Para Jesús el amor a Dios, buscar su voluntad, su Reino, es lo primero.
Tampoco el amor al prójimo es una ocasión para amar a Dios, pues el prójimo necesita ser amado por sí mismo y no porque esté mandado.
¿Quién le dice a una madre cómo debe amar a su bebé?
Lo hará, porque es su hijo, le sale del corazón, cuidará de él y dará, si es preciso, su vida, para que nunca le falte de nada.
Amar al prójimo como a uno mismo significa ponerme en su lugar y comportarme con él como quiero que se comporten conmigo y amar como quiero que me amen.
El resumen sobre lo que somos y a lo que aspiramos lo encontramos en el pensamiento de Jesús (versículo del aleluya):
“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amaré, y vendremos a él”
(Juan 14, 23).
“Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas”
(Deuteronomio 6, 4-6).
Este mandamiento, en el Nuevo Testamento, va unido al del amor al prójimo.
Ambos son inseparables (evangelio), pues si queremos responder a lo que Dios pide de nosotros ha de ser atendiendo a las necesidades de los demás.
Desde este punto de vista, los seguidores de Jesús hemos de afrontar las crisis humanas y la resolución de los problemas con sensibilidad y entrega desinteresada, compartiendo los bienes materiales y espirituales, y recabando ayudas para garantizar la asistencia a los pobres, independientemente de lo que hagan o dejen de hacer los mandatarios del pueblo.
Acoger a los más necesitados es algo es algo que está en las mismas entrañas de las religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo.
Las tres consideran como deber sagrado la limosna, pues hemos de ser compasivos y misericordiosos con el prójimo para alcanzar también la misericordia de Dios, supremo valedor de los pobres.
El amor a Dios y al prójimo, aunque van íntimamente unidos y son semejantes, no son lo mismo.
Para Jesús el amor a Dios, buscar su voluntad, su Reino, es lo primero.
Tampoco el amor al prójimo es una ocasión para amar a Dios, pues el prójimo necesita ser amado por sí mismo y no porque esté mandado.
¿Quién le dice a una madre cómo debe amar a su bebé?
Lo hará, porque es su hijo, le sale del corazón, cuidará de él y dará, si es preciso, su vida, para que nunca le falte de nada.
Amar al prójimo como a uno mismo significa ponerme en su lugar y comportarme con él como quiero que se comporten conmigo y amar como quiero que me amen.
El resumen sobre lo que somos y a lo que aspiramos lo encontramos en el pensamiento de Jesús (versículo del aleluya):
“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amaré, y vendremos a él”
(Juan 14, 23).
Un niño, que se acercó a comprar un perrito en una tienda de animales domésticos, donde estaba expuesta la foto de cuatro hermosos cachorros rubios que llamaron su atención.
- “Buenos días, dice el niño al dueño del establecimiento.
- Buenos días, le respondió éste, picado por el interés. ¿Qué deseas?
- Quiero comprar uno de sus perros, ¿puedo verlos?
- Claro, faltaría más. Vale cada uno 50 euros. ¿Tienes dinero suficiente?
- Sólo dispongo de 3 euros, la paga que me dan mis padres cada semana, pero le pagaré poco a poco, se lo aseguro.
- Te los enseñaré, aunque no sé si debo fiarme de ti.
Dio unas palmadas, profirió un fuerte silbido y casi al momento apareció corriendo la perra acompañada de tres de sus cachorros y el cuarto más retrasado
- Me quedo con el último, gritó el niño visiblemente emocionado
- Ése te lo regalo, porque está cojo. Me ha dicho el veterinario que nunca se curará y pienso sacrificarlo.
- De ninguna manera, agregó contrariado. Este perrito vale tanto como los otros. Le iré pagando los 50 euros.
El comerciante accedió contento por el negocio que había hecho, pero el rictus de su cara cambió al ver alejarse al niño con el perrito en los brazos y cojeando. Tenía una pierna ortopédica”.
Dios ha pagado un alto precio por nosotros, porque siendo “cojos” nos ha rescatado de la muerte y nos ha regalado su Amor.
- “Buenos días, dice el niño al dueño del establecimiento.
- Buenos días, le respondió éste, picado por el interés. ¿Qué deseas?
- Quiero comprar uno de sus perros, ¿puedo verlos?
- Claro, faltaría más. Vale cada uno 50 euros. ¿Tienes dinero suficiente?
- Sólo dispongo de 3 euros, la paga que me dan mis padres cada semana, pero le pagaré poco a poco, se lo aseguro.
- Te los enseñaré, aunque no sé si debo fiarme de ti.
Dio unas palmadas, profirió un fuerte silbido y casi al momento apareció corriendo la perra acompañada de tres de sus cachorros y el cuarto más retrasado
- Me quedo con el último, gritó el niño visiblemente emocionado
- Ése te lo regalo, porque está cojo. Me ha dicho el veterinario que nunca se curará y pienso sacrificarlo.
- De ninguna manera, agregó contrariado. Este perrito vale tanto como los otros. Le iré pagando los 50 euros.
El comerciante accedió contento por el negocio que había hecho, pero el rictus de su cara cambió al ver alejarse al niño con el perrito en los brazos y cojeando. Tenía una pierna ortopédica”.
Dios ha pagado un alto precio por nosotros, porque siendo “cojos” nos ha rescatado de la muerte y nos ha regalado su Amor.