lunes, 31 de octubre de 2016

Reflexión de hoy

Lecturas


Hermanos:
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.
No obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.

En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

Palabra del Señor.

San Wolfgango de Ratisbona


Nacido de una noble familia de Suabia, fue durante la primera parte de su vida un apasionado de las letras. A los siete años le ponen a estudiar la gramática; a los doce empieza a frecuentar la escuela de Reichenau, famosa por sus escribas, por sus pintores y por sus gramáticos. Sus condiscípulos se ríen de lo poco eufónico de su nombre y aun de su significado; Wolfango, o, mejor, Wolfgango, quiere decir: andar de lobo. Él solía traducirlo al latín, y se llamaba Lupámbulo, y así, en el estante de su librería, estaba escrita esta frase: «Esta sala construyó Lupámbulo, el monje.» «No se llamó así—advierte Otión el gramático, su biógrafo—por ninguna condición ignominiosa que hubiese en él, sino porque era un nombre muy usado en su familia; además, es bien claro que el nombre no justifica ni condena a nadie.»

Sea como quiera, el joven suabio dejaba decir y se entregaba con toda su alma al estudio de los clásicos; supo que en la catedral de Wurzburg había entonces una escuela famosa, y allí se dirigió con su amigo y condiscípulo Enrique de Babemberg. Esteban de Novara, jefe de los estudios, era un maestro pedante y muy pagado de su saber. Recibió a los dos jóvenes muy satisfecho de ver que venían de lejos por el prestigio de su fama, pero no tardó en percatarse de que el nuevo discípulo podía ser un rival temible. Y sucedió un día que Esteban se hizo un lío explicando un pasaje del libro que servía de texto en las escuelas medievales, Las bodas de Mercurio y la filosofía de Marciano Cápela. Los estudiantes, que no habían entendido nada, pidieron a Wolfango que les explicase lo que el maestro no había sabido explicar; él lo hizo sencillamente, y al día siguiente fue arrojado de la escuela. Al poco tiempo, su amigo Enrique, nombrado arzobispo de Tréveris, le encomendaba la dirección de las escuelas de su catedral (956). Durante ocho años fue un maestro, un escolástico, como entonces se decía, grave y austero. Nunca exigió paga alguna ni admitió regalos, pero era exigente tratándose de estudios y disciplina. Explicaba los poemas de Virgilio y las historias de Tácito, pero se proponía, ante todo, formar buenos clérigos.

Y he aquí que muere su amigo, que era el único lazo que le ataba al mundo; San Bruno el Grande le llama a continuar sus lecciones en Colonia; pero él abandona sus títulos y sus bienes, y a la edad de cuarenta años viste el hábito benedictino en Einsiedein. En aquella confusión general que acongojaba a la cristiandad al desmoronarse la obra de Carlomagno, la Orden monástica había caído en la mayor postración. Parecía agotado todo vigor espiritual, era difícil encontrar el texto mismo de la Regla benedictina, y había que recorrer muchas leguas—dice un escritor de aquel tiempo—para dar con un monje observante. Desde la primera mitad del siglo X empiezan a formarse algunos focos de restauración; Cluny lanza a Borgoña el grito de reforma, y sus ecos resuenan con entusiasmo en la abadía suiza de Einsiedein, ilustre aún en nuestros días. Wolfango ha oído aquella voz; es como una réplica de la que algún tiempo antes resonaba en el fondo de su alma. Reforma, reforma: ésa era su obsesión desde que dirigía las escuelas de Tréveris. Ha comprendido que si el mundo necesita lecciones, tiene aún mucha más necesidad de acción. Se da cuenta de la verdadera situación de la sociedad germánica, a que pertenece. Ha sido bautizada, pero no es cristiana todavía. Ha entrado sinceramente, ardientemente, en la sociedad cristiana, que la ha recibido con ternura maternal. Aquellos hombres semibárbaros respiraban con gratitud la atmósfera del cristianismo; saboreaban las certidumbres, las esperanzas y los consuelos de la religión; la majestad de la Iglesia les subyugaba, y la grandeza moral de sus obispos les llenaba de admiración. Como las fieras de sus bosques, ellos caían también amansados en presencia de aquellos ancianos semidivinos que los introducían en el santuario y desplegaban a sus ojos la magnificencia de un culto que hablaba a su corazón, a la vez que a su imaginación y a su inteligencia. No obstante, quedaba aún por hacer otra conversión más profunda; el paganismo seguía enroscado en aquellos corazones, llenos aún de las taras hereditarias de la barbarie. La moral evangélica no entraba en ellos sino levantando las protestas enconadas del vicio y del error.

Wolfango vio con claridad su misión: profundizar en las almas de sus compatriotas, cultivarlas pacientemente, purificarlas. En aquel mismo ambiente, Bruno de Colonia nos ofrece el tipo del obispo que es a la vez un gran político; Bernardo de Hildesheim se nos presenta como un renovador de cultura, como un civilizador; él será, ante todo, un misionero, un reformador. Seis años había vivido en el monasterio enseñando, practicando rigurosamente la regla y empapándose en aquella atmósfera de renovación moral, cuando en su afán de hallar un campo más vasto a su actividad, se dirige a predicar el Evangelio a los húngaros, aquellos hombres feroces que unos años antes habían aparecido en el centro de Europa sembrando el espanto y la ruina. Llevábanle a esta empresa sueños misteriosos, que no eran más que un eco de su voz interior. Pero la mano de Dios le guiaba. Cuando estaba más embebido en su misión, recibe la noticia de que le han nombrado obispo de Ratisbona, También su diócesis es tierra de misioneros; toda la Bohemia está sometida a su jurisdicción. Es un campo inmenso lleno de mies, que le inquieta y le alegra al mismo tiempo. Pero antes de conquistar es preciso reformar. Empieza por los monjes. La disciplina de Einsiedein pasa a Ratisbona y desde allí se extiende por toda Baviera. Los monasterios se convierten en cuarteles generales de apostolado. De ellos salen los evangelizadores de Checoeslovaquia y sus primeros obispos. Wolfango ha querido dividir su diócesis, creando el obispado de Praga. Muchos se lo critican. «De todas partes os alaban—le dicen—; pero es un absurdo perder así vuestra jurisdicción en un gran territorio. Hay que condimentar la locura evangélica con la sal de la sabiduría.» «No me importa que me llamen loco—responde él—; ya decía San Pablo que la sabiduría de este mundo es necedad delante de Dios.»

La reforma continúa con el clero regular. Es preciso, ante todo, formar la conciencia con respecto a la ley del celibato y en ella insiste el obispo sin cesar. «Muchos—solía decir el obispo—viven en un error tan grande, que creen poder borrar sus crímenes con la comunión del cuerpo y la sangre de Cristo»; y les recordaba las palabras del profeta: «Mi amado ha obrado mal en mi casa; ¿acaso podrán limpiarle las carnes santificadas?» Proveía a las parroquias de misales, vestimentas y vasos sagrados, .y habiendo sabido que algunos sacerdotes celebraban con agua por carecer de vino, lo lamentó y encargó a doce de sus criados que recorriesen constantemente la tierra para socorrer todas las necesidades. Él iba también con frecuencia de pueblo en pueblo, visitando las parroquias, confirmando y predicando. Las gentes le seguían ansiosas de recoger su doctrina, en la cual se mezclaba sabiamente la dulzura con la severidad.

Monje ante todo, aborrece toda ostentación, y en cuanto le es posible sigue las costumbres aprendidas en el monasterio. También él construye fortalezas para defender a sus gentes de sorpresas militares, pero no es el tipo del obispo cortesano y gran señor. Los que no pueden comprender la sublimidad de aquella sencillez, se la critican acerbamente y le desprecian. Un caballero decía: «¿Acaso no hay en el reino ilustres personajes, para que ese emperador imbécil nos mande a este monje andrajoso?» Tal vez estas palabras nos revelan el gesto amargo de la nobleza ante la conducta del obispo. Sus amigos no eran los señores de la tierra, sino los pobres. Las arcas episcopales, las bodegas y los graneros estaban siempre abiertos a todas las necesidades. Donde quiera que iba, siempre tenía a su lado una escolta de mendigos, a los cuales solía llamar sus hermanos y señores. Le acompañaban en la comida, en la lectura, en la oración y en los viajes; a cualquier hora tenían libre acceso en el palacio y sitio para hospedarse en él. Cuenta su biógrafo que una noche uno de estos hombres que le hacían compañía cortó una parte de la cortina que pendía delante de su lecho, y huyó; pero apresado por uno de los camareros, fue llevado a presencia del obispo para recibir el castigo conveniente. Él, lejos de irritarse, arguyó que mayor culpa tenían los encargados de guardar el dormitorio, y volviéndose luego a aquel desgraciado, le dijo:

—¿Cómo te has atrevido a hacer eso delante de mí?

—Señor—respondió el mendigo, temblando—, yo sabía que sois bueno, y ya veis la necesidad que tengo de un poco de lienzo para cubrirme.

—¿Veis?—dijo Wolfango, dirigiéndose a sus servidores—. La culpa es vuestra; si este hombre estuviese bien vestido, nunca se le hubiera ocurrido robar. Vestidle pronto, y si después viene cortando las cortinas, podremos pensar en castigarle.

Así fue la vida de este hombre admirable, y digna de ella fue también la muerte. Sorprendióle cumpliendo su deber, recorriendo la tierra encomendada a sus cuidados. Sintió la fiebre en el camino, mas no quiso suspender el viaje. Después, viendo que se moría, mandó que le llevasen a una ermita y le colocasen delante del altar. Allí hizo confesión de sus pecados y recibió el Viático. El pueblo se agolpaba en torno suyo, llorando y rezando. Quiso desalojar la ermita uno que le acompañaba, pero él no lo consintió.

—Cerrad las puertas—dijo—, pero que entre todo el que quiera. Soy mortal, como todos, y no debemos avergonzarnos más que de las malas obras. Dejadles que vean en mi muerte lo que en la suya deben temer y evitar.

Estas fueron sus últimas palabras. Después cerró los ojos y se durmió en paz.

Había sido un gran reformador. Durante veinte años había lanzado la semilla infatigablemente. Él no vería el fruto, pero, recogido por Hildebrando, su programa traería días de gloria para la cristiandad. 

domingo, 30 de octubre de 2016

Domingo, 30-10-2016 31ª Semana TIEMPO ORDINARIO


Reflexión de hoy

Lecturas


Señor, el mundo entero es ante ti como un grano en la balanza, como gota de rocío mañanero sobre la tierra.
Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste; pues, si odiaras algo, no lo habrías creado.
¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras?, o ¿cómo se conservaría, si tú no las hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas porque son tuyas, Señor, amigo de la vida.
Pues tu soplo incorruptible. Está en todas ellas.
Por eso, corriges poco a poco a los que caen, los reprendes y les recuerdas su pecado, para que, apartándose del mal, crean en ti, Señor.

Hermanos:
Oramos continuamente por vosotros, para que nuestro Dios os haga dignos de la vocación y con su poder lleve a término todo propósito de hacer el bien y la tarea de la fe.
De este modo, el nombre de nuestro Señor será glorificado en vosotros y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
A propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima.

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
«Zaqueo, data prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prosa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa; pues también este es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Palabra del Señor.

Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.

Homilía



La primera lectura de este Domingo nos adentra en la fragilidad del mundo frente a Dios: (Sa“El mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero”  (Sabiduría 11,22).

Pero esta misma fragilidad y pequeñez de las criaturas nos da la clave de la misericordia de Dios: “Te compadeces de todos, porque todo lo puedes” (Sabiduría 11,23).

Nadie puede ser tan compasivo como el Señor, porque nadie tiene tanto poder como Él.

Los dioses de los pueblos limítrofes con Israel eran presentados como vengativos, crueles con los enemigos.

Sin embargo, el Dios de Israel es un “Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad” (Salmo.103, 8-9).

“Pues ¿qué nación grande tiene un dios tan cercano como está el Señor, nuestro Dios, cuando lo invocamos?” (Éxodo. 4,7).

Dios ama a todos los seres que, a fin de cuentas, son obra de sus manos, y no quiere la destrucción de los malvados, sino que se conviertan y vivan.

Por eso “corrige poco a poco a los que caen” (Sabiduría.12, 2).

Las afirmaciones de este libro sapiencial conforman unas actitudes que han ido evolucionando con las experiencias religiosas vividas por el Pueblo de Israel.

Tenemos un ejemplo extraordinario de la dinámica divina en el publicano Zaqueo.


Zaqueo es un prototipo más de la grandeza y miseria del ser humano, que deambula por la vida debatiéndose entre el poderío y la fragilidad, el orgullo y la ostentación de estar conquistando espacios siderales y controlando técnicas cada vez más sofisticadas, pero acechado por la muerte y la inconsistencia de todos sus proyectos.

Necesitamos la fe.

Y la fe es un don divino que nos ha sido regalado para cultivarla y desarrollar los talentos recibidos.

Requiere fuerza de voluntad para dar el primer impulso que nos lleve a la búsqueda de Jesús.

Zaqueo lo da y, aunque su estatura se lo impide (una forma bíblica de afirmar su pequeñez moral), toma las diligencias necesarias para ver al Maestro, y encuentra la respuesta a su búsqueda en una higuera.

No es casualidad.

Dios nos coloca estímulos por el camino, que el alma generosa descubre en los pequeños acontecimientos y en hechos concretos de la vida.

No hay obstáculos para la fe cuando prevalece el deseo del encuentro personal con Dios.

Zaqueo siente el impulso de acercarse a Jesús, desea hablar con él, pero queda gratamente sorprendido cuando Jesús le pide ir a su casa.

“Bajó aprisa -dice el evangelio- y con alegría recibió a Jesús” (Lucas 19, 6).

Esta vez no es un mendigo, un ciego, un cojo o un enfermo quien va en busca de Jesús.

Es un rico que sólo quiere verle y que con su actitud abre las puertas de la gracia de la conversión, primer paso para un cambio radical de vida.

Los bienes, en los que había depositado su corazón y sus falsas seguridades, los entregan a los pobres y a los que ha robado.


Zaqueo no tiene que preocuparse ya de la mala fama adquirida, porque su vida ha encontrado su sentido definitivo con Jesús, que lo llena todo con su presencia.

La oscuridad que enturbiaba su mal proceder se ha transformado en luz, alegría y paz interior.

Si, de verdad, el evangelio toca nuestro corazón, seremos antorchas de luz, portadores del bien y testigos del amor.

Al mismo tiempo, nos alejaremos del peligro de las riquezas y desterraremos el egoísmo acaparador.

A todos nos cuesta reconocer nuestros pecados o confesarlos como hizo Zaqueo, pero es el único camino para cambiar el corazón, abrir las puertas a Jesús y dejar que los hilos de la felicidad discurran por nuestra venas.

El árbol en la Biblia tiene un carácter simbólico.

Está presente en el nacimiento de la humanidad (“árbol del bien y del mal”) y en el momento crucial de la salvación “en el leño donde estuvo clavada la salvación del mundo” (liturgia del Viernes Santo).

Desde el momento en que Zaqueo se sube al árbol empieza el itinerario de su conversión, del renacer a una nueva vida junto a la persona que busca Zaqueo representa a una parte de la humanidad, que tiene trabajo, bienes económicos y facilidad para disfrutar de los placeres de la vida, pero no es feliz, porque necesita algo más que llene los vacíos espirituales de su corazón.

Son muchos los que piensan y sienten que el materialismo nos deshumaniza, nos hace esclavos del consumo y pervierte nuestros ideales, pero no creen tener fuerzas para combatirlo y se dejan arrastrar por el pasotismo y la comodidad.

Todos necesitamos subirnos al árbol de la vida para conocer a Jesús, ver el mundo con los ojos de Dios, sentir la llamada de los pobres, cambiar y compartir con los demás los bienes espirituales y materiales que nos han sido regalados.


San Alonso Rodríguez


Gracias Señor por estos modelos admirables que nos presentas en tus santos. 
Haz que queramos imitarlos y que seamos capaces de seguir sus buenos ejemplos.

Alonso significa: "pronto para hacer el bien" (del germano al: el bien. Ons: prontitud).

El santo de hoy es un caso típico. Viudo, comerciante, portero por 45 años de un colegio. Poco instruido en las ciencias del mundo, pero un verdadero místico.

San Alonso nació en Segovia (España) en 1533, hijo de un comerciante acaudalado.

Cuando nuestro santo aún era un niño, tuvo la suerte de que llegó a su ciudad a predicar el Beato Pedro Fabro (discípulo muy amado de San Ignacio de Loyola) y se hospedó en la casa de los padres de Alonso y luego en compañía del jovencito se fue a una finca que poseía la familia Rodríguez, y allá lo preparó a la Primera Comunión. Esta amistad con un gran apóstol le fue de enorme provecho para su santificación.

Alonso fue después a estudiar en un colegio de los Padres Jesuitas, pero al morir su padre tuvo que volverse a casa para administrar los negocios. Sin embargo el destino que Dios le tenía preparado no era el de negociante y como no poseía las suficientes cualidades para ese oficio, sus negocios fueron decayendo poco a poco. Era como una llamada que Dios le hacía para que se dedicara a otra labor donde sí iba a conseguir la santidad.

Alonso se casó con una mujer muy buena y piadosa y tuvieron un hijo. Pero luego cuando iba a nacer el segundo niño, la esposa murió, dejándolo viudo y con un hijito muy pequeño. En seguida murió también su madre y los negocios empezaron a quebrar. Esta serie de infortunios hizo pensar a Alonso si no sería que Dios quería de él otro modo de vivir. Hasta entonces había sido un honrado comerciante, pero le faltaba todavía ser un creyente fervoroso y heroico

Vendió entonces los pocos bienes que le quedaban y se fue con su hijito a vivir junto a dos hermanas suyas que eran extraordinariamente piadosas, las cuales le enseñaron el arte de rezar bien, y de hacer meditación y oración mental. Las enseñanzas de estas dos sencillas mujeres le fueron de inmensa importancia para su vida. Alonso meditaba dos horas diarias por la mañana, y por la tarde rezaba el rosario pensando en los misterios. Pronto empezó a descubrir la imperfección de su vida pasada, viéndola a la luz de las enseñanzas de Jesucristo. En un momento de meditación alcanzó a contemplar un poco los goces que nos esperan en el cielo, y en esos días hizo una confesión general de toda su vida y empezó una existencia totalmente dedicada a la oración, a la mortificación, a la meditación y a obras de caridad a favor de los pobres.

Luego murió su único hijo. Alonso sintió una agonía de muerte, pero en seguida Nuestro Señor le iluminó con la lectura de una página del Libro de la Sabiduría en la S. Biblia (Capítulo 4) que dice que a muchos jóvenes se los lleva Dios a la otra vida para evitarles terribles peligros que les podían llegar en esta vida contra su santidad y su salvación. Con esto Alonso se consoló inmensamente porque comprendía que su hijito tan amado, al morir tan joven se había librado de muchos peligros de ofender a Dios. Y esa muerte tan dolorosa lo movió a renunciar a todo e irse de religioso.

Alonso pidió a los padres jesuitas que lo aceptaran en su comunidad, pero nadie quería recibirlo porque tenía ya casi 40 años, no había hecho estudios y además era viudo. No se acostumbraba recibir gente de esa clase. Pero de pronto el superior sin saber por qué, cambió de parecer, y lo aceptó como hermano lego. Esa iba a ser la profesión que lo iba a llevar a la santidad.

Los superiores lo enviaron a la isla de Mallorca como portero del colegio de los jesuitas de Montesión. Allí en ese cargo se ganará la gloria del cielo atendiendo durante 45 años con la más exquisita bondad a toda clase de huéspedes y transeúntes.

Ser portero en un gran colegio no es tarea fácil, y menos lo era en aquellos tiempos en los que no había ni teléfono, ni otros medios de fácil comunicación de que disponemos hoy en día. Y los que lo conocieron y trataron dejaron constancia de que jamás alguien recibió del hermano Alonso un trato hosco o maleducado o frío, sino que por el contrario, todos se sentían tratados como si fueran grandes personajes. Allí llegaban montones de alumnos (con su algarabía juvenil), padres de familia, proveedores del colegio, religiosos viajeros que venían a pedir hospedaje por unos días, visitantes, médicos, obispos, militares, empleados del gobierno, vendedores y multitud de pordioseros y cada cual se sentía tratado por el hermano Alonso con una amabilidad que no estaban acostumbrados a recibir en otras partes.

Alonso Rodríguez se propuso ver a Jesús en cada visitante que llegaba, y tratar muy bien a Jesús que llegaba disfrazado de prójimo. Cuando alguien le preguntaba por qué no era más duro y áspero con ciertos tipos inoportunos, le respondía: "Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación". Seguramente que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá repetido aquello que en el Evangelio prometió que dirá a quienes tratan bien a los demás: "Ven siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor, porque cuando me disfracé de huésped me tratase sumamente bien. El buen trato que les diste a los demás, aún a los más humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí en persona" (Mt. 25, 40).

Sus compañeros jesuitas dejaron escrita esta observación verdaderamente admirable: "Declaramos que jamás vimos en el hermano Alonso Rodríguez un comportamiento que no fuera el de un verdadero santo". Algo admirable en verdad.

De entre tantísimos amigos que Alonso trató en su oficio de portero en los 45 años en Montesión, el más santo e importante de todos fue San Pedro Claver. Este gran apóstol vivió tres años con Alonso en aquella casa, y una noche el fervoroso portero oyó en visión que le decían: "Pedro Claver está destinado a hacer un gran bien en Sudamérica". Desde entonces el santo portero se propuso animar a Pedro a que viajara como misionero a América, y lo logró. Pedro Claver bautizó a más de 300,000 negros en Cartagena, y nunca pudo olvidar los buenísimos consejos que le dio su fiel amigo Alonso, en Mallorca.

San Pablo decía que para que no se llenara de orgullo Dios le permitió ataques terribles en su carne. Y así le sucedió también al buen Alonso. De vez en cuando le llegaban sequedades tan espantosas en la oración que para él, rezar era un verdadero tormento. Todo lo que fuera piedad le producía repulsión. Pero así y con esas sequedades seguía rezando. Rezaba todo el día, viajando de un sitio a otro de la casa llevando razones y mensajes, o atendiendo en su portería a todo el que llegaba. Alonso rezaba siempre.

Un día cuando sus tentaciones impuras se le habían vuelto casi enloquecedoras, al pasar por frente a una imagen de la Sma. Virgen le gritó en latín: "Sancta Maria, Mater Dei, memento mei" (Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) e inmediatamente sintió que las tentaciones desaparecían. Desde entonces se convenció de que la Santísima Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus impuros, y se dedicó a encomendase a Ella con mayor fervor. Le rezaba varios rosarios cada día y en honor de la Madre de Dios rezaba salmos diarios. Y la Virgen María fue su gran Protectora y defensora hasta la hora de su muerte y se le apareció varias veces, llenándolo de increíble felicidad.

En sus dolorosas enfermedades se sentía asistido por Jesús y María y decía que había días en que los sentía tan presentes junto a él como si hubiera vivido en Nazaret cuando ellos los dos estaban viviendo allá. Esto le producía intensas alegrías espirituales.

Con autorización de sus superiores fue escribiendo todo lo que recordaba de sus experiencias espirituales, y en esa su autobiografía hay detalles que demuestran cómo este sencillo e ignorante porterito de un colegio llegó a altísimos grados en la vida mística. Con razón las gentes de todas las clases sociales iban al colegio a pedirle sus consejos, a consultarle sus dudas y a recibir consuelos para sus penas.

Cuando ya era muy anciano y estaba sumamente enfermo, un día el superior para ver qué tanta era su obediencia le dijo: "Le ordeno que se vaya de misionero a América del Sur". Inmediatamente Alonso empacó sus pocas ropas y salió por la portería, listo a embarcarse en el primer barco que llegara. El superior tuvo que mandarle otra vez que se volviera a su puesto.

Otro día el superior, que sufría de un reumatismo sumamente doloroso le dijo: " Hermano Alonso, pídale a Dios y a la Virgen que me curen de este mal tan molesto". El santo estuvo toda la noche rezando, y no dejó de rezar pidiendo aquel favor, sino cuando al amanecer supo que el Padre Superior había amanecido totalmente curado.

El 29 de octubre de 1617 sintiéndose sumamente lleno de dolores y de angustias, al recibir la Sagrada Comunión, inmediatamente se llenó de paz y de alegría, y quedó como en éxtasis. Dos días estuvo casi sin sentido y el 31 de octubre despertó, besó con toda emoción su crucifijo y diciendo en alta voz: "Jesús, Jesús, Jesús" expiró.

sábado, 29 de octubre de 2016

Reflexión de hoy

Lecturas


Hermanos:
De la manera que sea, con segundas intenciones o con sinceridad, se anuncia a Cristo, y yo me alegro; y me seguiré alegrando, porque sé que esto será para mi bien, gracias a vuestras oraciones y al Espíritu de Jesucristo que me socorre. Lo espero con impaciencia, porque en ningún caso saldré derrotado; al contrario, ahora, como siempre, Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger.
Me encuentro en este dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Convencido de esto, siento que me quedaré y estaré a vuestro lado, para que avancéis alegres en la fe, de modo que el orgullo que sentís por mí en Jesucristo rebose cuando me encuentre de nuevo entre vosotros.

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te diga: “Cédele el puesto a éste”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba.”
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.

Beatas Josefa Martínez Pérez y 11 Religiosas


Martirologio Romano: En la Comunidad Valenciana, España, Beatas Josefa Martínez Pérez y 11 religiosas profesas de la Congregación de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, quienes junto a Dolores Broseta Bonet, laica, fueron asesinadas por odio a la fe. († 1936)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Nació en Begoña, Bilbao, el 23 de diciembre de 1895. Sus padres fueron Francisco (empleado de comercio) y Jerónima (sus labores). La bautizaron a los pocos días y fue educada cristianamente en el seno de una familia numerosa. Educada con las Hijas de la Caridad de Begoña, fue miembro de la Asociación de Hijas de Maria de la Medalla Milagrosa, a quien profesó verdadera devoción toda su vida. Al ver el trabajo que las Hermanas realizaban con los pobres se sintió llamada por Dios. Tuvo que vencer dificultades por parte de la familia, pero a los 30 años logró ingresar en la Compañía de las Hijas de la Caridad .Realizó la prueba en el hospital de la Princesa de Madrid e ingresó en el Seminario el 17 de enero de 1926.

Recibe su envío a Valencia

Terminado el tiempo de formación inicial, fue destinada a la Casa Beneficencia de Valencia. Allí ejerció su misión durante diez años como maestra y educadora de las Escuelas y talleres, además de asumir el oficio de inspección a fin de controlar el buen funcionamiento y desarrollo de las actividades pedagógicas y profesionales de la casa.

Desempeñó todos sus ministerios con responsabilidad, seriedad y dedicación, ayudando en todo lo que podía a su superiora y a la comunidad. Cuando hacía la guardia con los niños impulsaba mucho la práctica del deporte. Era aficionada al fútbol, pues tenía un hermano futbolista, y disfrutaba mucho enseñando a jugar a los niños en el patio. Cuando los niños le preguntaban algo sobre este deporte ella respondía con destreza y hasta jugaba con ellos a la pelota.

De carácter valiente

Era de constitución fuerte y temple varonil, pero bajo todo esto, escondía un gran corazón, lleno de ternura y caridad. En su porte se manifestaba sencilla y amable, con una simpatía desbordante y a la vez contagiosa. Esto le servía para limar cualquier aspereza.

Entre otros, un rasgo de valentía de Sor Joaquina tuvo lugar en la casa de campo de Benicalap, donde habían mandado ropa las Hermanas y, por orden del Comité comunista, se habían incautado de todo. Cuenta Sor Josefa que la acompañó: “Los comunistas habían arrancado la imagen de la cruz y la tiraron al suelo”. Sor Joaquina se arrodilló, cogió la imagen del suelo, la beso y la puso encima de la mesa. Los milicianos la dijeron: “Deje eso donde estaba”. Ella respondió: “Hay que ver el destrozo que han hecho con todo…Y con esto ¿qué adelantáis?”.

En julio de 1936, durante unos 15 días estuvieron los milicianos preparándose para quedarse con la casa. Las Hermanas se sintieron presas en su Comunidad. No les permitían bajar a rezar a la capilla ni salir ni entrar. Sor Joaquina les acompañaba a los diversos departamentos y hasta les bajaba todos los días la comida. Los comunistas les pedían que se quedaran con ellos a trabajar. Pero ellas, por encima de todo, prefirieron seguir siendo Hijas de la Caridad al servicio de los pobres. Como no tenían personal, el director les dijo a los milicianos: “Mientras estas señoras estén aquí, cuidadito que ninguno les falte al respeto”. Mas en aquellos momentos de anarquía y persecución, no se tenían en cuanta estas consignas.

Despedidas del establecimiento

El 25 de julio, fiesta del Apóstol Santiago, el capellán D. Ramón Sancho Amat les celebró la última Eucaristía, animándolas a que fueran valientes como el apóstol. Al día siguiente, sin contemplaciones, los comunistas echaron a toda la Comunidad. Se fueron refugiando de dos en dos en casas amigas de la Comunidad. Sor Joaquina fue la última en salir y, una vez que había entregado todo, dejo con gran dolor a sus niños pobres. Ella se refugió con otras hermanas de la comunidad en el pueblo cercano de Foyos, en casa del familiar de una hermana. Allí fueron localizadas y les mandaron presentarse a ella y su compañera, Sor Victoria Arregui, en la sede del Comité comunista; fueron sentenciadas a muerte por su condición de religiosas, juntamente con dos sacerdotes que habían celebrado la Eucaristía clandestinamente en su refugio, D. José Ruiz y D. Antonio Bueno. Este fue su delito y la causa de su muerte.

Sor Joaquina se defendió con argumentos sólidos, antes de aceptar la condena a muerte sin cargos ni juicio previo. Y antes de ser fusilada en la tapia del cementerio de Gilet, arrebató con viveza el arma al verdugo que intentó violarla antes de disparar. Entonces uno de los sacerdotes compañero del martirio, D. José Ruiz, le dijo que no perdiera la ocasión de entrar triunfante en el cielo. Reflexionó inmediatamente, entregó el arma y pidió perdón públicamente por su cobardía. Seguidamente pidió la absolución a D. José, ofreció el perdón a sus perseguidores y aceptó los tiros de muerte mientras gritaba: “Viva Cristo Rey”. Era el 29 de octubre de 1936 al amanecer.

Traslado de sus restos

La exhumación, reconocimiento y traslado de los cadáveres se realizó muy pronto. Los mismos del Comité las enterraron en el cementerio de Gilet en una fosa común, con las otras personas que acababan de fusilar. Al terminar la guerra, los cadáveres de las Hermanas fueron reconocidos fácilmente ya que los cuerpos y sus ropas estaban bien conservados. Se trasladaron a Foyos y se colocaron en unos nichos hasta pasarlas al Panteón de los Mártires de la Parroquia, junto con tres sacerdotes y 11 seglares, fusilados por su condición de católicos. El 13 de marzo de 1996, el Tribunal eclesiástico que dirigió la exhumación y conservación de los restos de las mártires, con el Juez Delegado del Sr. Arzobispo, D. Francisco Vinaixa Monsonis, el Párroco y parientes de los Mártires, el enterrador, forense, miembros de la funeraria y público se procedió a la exhumación de los restos. La funeraria los trasladó al Colegio de San Juan Bautista de Valencia donde se procedió a su limpieza, siendo depositados en unas urnas nuevas, lacradas, y al final se trasladaron a la Casa de San Eugenio, donde en un pequeño panteón reposan, junto con los restos de otras Hermanas, esperando la resolución de la Iglesia sobre la autenticidad de su martirio. Desde el primer momento de su fusilamiento gozan de la fama de verdaderas santasmártires.

Además de Joaquina, este grupo de mártires está integrado por:

1.- SOR JOSEFA MARTÍNEZ PÉREZ

Nació en Alberique (Valencia), 6.V.1898, en una familia de labradores del campo y hondas raíces cristianas. Es la tercera hija entre seis hermanos del matrimonio formado por José y Marcela, quienes la educan cristianamente en la familia y en el colegio de las Hijas de la Caridad de la ciudad. Desde pequeña se manifestó piadosa, alegre y servicial, tanto dentro del hogar como en el colegio. Formó parte de la Asociación de Hijas de María y a través de la oración y el servicio a los necesitados sintió la llamada de Dios. Realizó el Postulantado o prueba en el Hospital provincial de Valencia, dedicándose de lleno a los ancianos enfermos. Ingresó en el Seminario de las Hijas de la caridad de la Provincia española en la calle Jesús, 3, de Madrid el 30.X.1925.

Terminada su formación inicial fue destinada al Hospital en el que realizó su prueba como postulante. Desde su llegada destacó por su fidelidad a las Reglas, piedad y entrega a los enfermos. Allí realizó los estudios de Enfermería y ejercía de lleno la profesión en 1936. Al estallar la revolución fue despedida la Comunidad integrada por 100 Hermanas. Ella buscó refugio en Alberique, junto a sus padres y su hermana Natalia que esperaba su cuarto hijo. Al ser detenido y amenazado de muerte su cuñado, por su condición de padre católico, ella se ofreció en su lugar pero no fue aceptada. A los pocos días la apresaron junto con su hermana. Sor Josefa intercedió ante los milicianos para que liberasen a su hermana que estaba en cinta, y pidió que sólo la matasen a ella. Y así lo hicieron. Fue fusilada por causa de la fe el 15.X.1936 en Llosa de Ranes (Valencia) en el término llamado "puente de los perros". Antes de morir, perdonó a los que la fusilaban, puso su vida en manos de Dios y pidió la intercesión de la Stma. Virgen con el rezo del santo Rosario.

2.- SOR MARTINA VÁZQUEZ GORDO

Nació en Cuellar (Segovia) el 30.I.1865. Sus padres Zacarías y Antonia eran dueños de la confitería de aquella ciudad y educadores cristianos de una familia numerosa de ocho hijos. Desde niña se mostró inteligente, abierta y audaz. Experimentó la vocación a través de un buen consejo del párroco que no veía como voluntad de Dios sus relaciones de noviazgo con un joven de Toro (Zamora). Aceptado el consejo y percibido como llamada divina, decidió ingresar en la Compañía de las Hijas de la Caridad. Con tesón y constancia superó la oposición paterna y logró realizar el Postulantado en el Hospital general de Valladolid a los 31 años. Ingresó en el Seminario de la calle Jesús de Madrid el 26.II.1896. Terminada su formación inicial tuvo varios destinos: Hospicio y Colegio Medalla Milagrosa de Zamora, Hospital de Segorbe, Casa Provincial de Madrid, Hospital Doker de Melilla y de nuevo, el Hospital, Escuelas y Comedor de Caridad de Segorbe (Castellón). Desde 1906 hasta 1936 desempeñó servicios de responsabilidad como superiora local, asistenta o vicaria provincial y organizadora de los Hospitales Militares del norte de África. En todos los destinos destacó por su coraje e intrepidez a favor de los pobres.

Era de fe firme, carácter abierto, ávida de hacer el bien a todos, valiente, creativa y tenía gran sentido del humor. Sabía superar todas las dificultades con optimismo y esperanza, sin arredrarse ante los problemas. Al estallar la guerra, la Comunidad fue despedida del Hospital. Ella y las Hermanas se refugiaron en la casa de una antigua alumna, donde vivían como presas. Amenazadas de muerte varias veces y viendo que el martirio era una realidad cercana, ella aconsejó la preparación inmediata. Se confesaron por escrito con un sacerdote que vivía enfrente de ellas clandestinamente y les dio la absolución a través del cristal de su ventana. Esto sucedió la víspera de su martirio 4.X.1936. Ese día, al saber que era apresada para morir, se puso el hábito y seguidamente fue conducida en un camión al lugar del martirio, en la carretera de Algar de Palancia. Ella misma pidió no proseguir más lejos para efectuarlo. Previamente se arrodilló, encomendó su alma a Dios, rezó por sus perseguidores y les ofreció públicamente su perdón. Después pidió morir de frente, con los brazos en cruz y el crucifijo entre los dedos de su mano derecha. Antes de recibir los disparos confesó su fe así: "Creo en las palabras de Cristo: "Quien me confesare delante de los hombres, también yo le reconoceré delante de mi Padre"". Los milicianos que dispararon habían sido socorridos por ella en el Comedor de Caridad que había fundado.

3.- SOR JOSEFA LABORRA GOYENECHE

Nació en Sangüesa (Navarra) el 6.II.1864. Sus padres, Francisco y Javiera, agricultores y buenos cristianos la llevaron al Colegio de la Inmaculada regido por Hijas de la Caridad. Allí se educó cristianamente, formó parte de la Asociación de Hijas de María y experimentó la llamada de Dios. En casa manifestó respeto, obediencia, responsabilidad, diligencia en el trabajo, amor a Dios y a los pobres. Su conducta era ejemplar para los tres hermanos. Ingresó en la Compañía el 18.III.1881, después de terminada su prueba en el Hospital de la Princesa de Madrid. Destinada al Hospicio de Cuenca demostró cariño y dedicación a todos los acogidos. En julio de 1900 fue destinada como superiora del Colegio-Asilo de Bétera (Valencia) y en 1911 pasó al hospital de Murcia. Pronto volvió a Bétera, requerida por los acogidos, las familias y la comunidad.

Su conducta fue ejemplar siempre, destacando por su entrega y bondad maternal. En julio de 1936 la casa fue asaltada y la comunidad despedida. Refugiadas las cinco hermanas en casa de una antigua alumna, fueron localizadas dos días después y obligadas a dejar aquel refugio y marchar a Valencia. Previamente, el alcalde ordenó, mediante un bando público que nadie saliera a la calle para dar cobijo a las Hermanas. En Valencia encontraron una pensión donde se refugiaron. Localizadas por un exalcalde republicano de Bétera a los cinco meses, éste dio orden de prendimiento y martirio. Todas fueron apresadas en la checa ubicada en el Seminario y de allí las sacaron para ser fusiladas en el Picadero de Paterna. Sor Josefa murió perdonando a los enemigos y poniendo su vida en manos de Dios. Los testigos han destacado su comprensión, bondad y prudencia que la atrajeron el cariño y la gratitud de alumnas y acogidos.

4.- SOR CARMEN RODRÍGUEZ BANAZAL

Nació en Cea (Orense) el 26.IV.1877. Sus padres Francisco y Rosa la educaron cristianamente y le proporcionaron la educación básica de cultura general en la escuela de la villa. A los 20 años ingresó en la Compañía el 16.VIII.1897, tras realizar la prueba en el Hospital de mujeres incurables de Madrid. El padre que era Guardia Civil y buen cristiano, facilitó su entrada en la Compañía. Terminada la formación inicial fue destinada a Bétera donde ejerció su ministerio como maestra de párvulos. Piadosa, observante y trabajadora, se preparaba con responsabilidad y esmero las clases y catequesis. En 1935 fue nombrada superiora de la Comunidad y al año siguiente, al estallar la revolución, sufrió el asedio y la persecución en las mismas circunstancias que su compañera Sor Josefa Laborra y, como ella, fue martirizada en la misma fecha y lugar. Murió rezando y perdonando a sus agresores.

5.- SOR Mª PILAR NALDA FRANCO

Nació en Algodonales (Cádiz) el 24.V.1871. Era hija de Manuel, médico y Josefa dedicada a las tareas del hogar. Educada cristianamente conoció a las Hijas de la Caridad a través de la Asociación de las Hijas de María y experimentó la llamada de Dios hacia la Compañía. Realizó la prueba en el Hospital de Santa Isabel de Jerez de la Frontera y seguidamente ingresó en el Seminario el 6.X.1889, habiendo cumplido los 18 años. Tuvo como formadora a la Sierva de Dios Sor Justa Domínguez de Vidaurreta en las clases de Cultura general y Pedagogía. Terminada la formación inicial ejerció su actividad primero en el campo sanitario: Hospital-Asilo de Mondoñedo y Hospital Psiquiátrico de Leganés. Después de 1900 al ampliarse la Escolaridad obligatoria y las Escuelas de párvulos, cursa los estudios de maestra parvulista y fue destinada a la enseñanza en las Escuelas Católicas de Cádiz y seguidamente en las de Dos Hermanas (Sevilla) y Bétera (Valencia). En estas ciudades desempeñó su misión como maestra de Párvulos, con dedicación y entrega a los niños más pobres. Sufrió el martirio el 9.XII.1936 en el Picadero de Paterna, en las mismas condiciones que sus hermanas de Comunidad.

6.- SOR ESTEFANÍA IRISARRI IRIGARAY

Nació el 26.XII.1878 en el seno de una familia dedicada a la agricultura en Peralta (Navarra).- Sus padres Idelfonso y Juana la educaron cristianamente y facilitaron su traslado a Palencia con una tía Hija de la Caridad. Allí realizó su postulantado en el Hospital y Escuelas de San Bernabé. Ingresó en la Compañía el 21.XI.1896 y seguidamente fue destinada a Bétera (Valencia) donde ejerció su misión como maestra de párvulos durante 39 años. Destacó por su paciencia, bondad y humildad en su forma de educar y enseñar. En comunidad se manifestó siempre fiel a las Reglas de la Compañía. Sufrió el martirio el 9.XII.1936 en las mismas circunstancias que sus compañeras de comunidad.

7.- SOR ISIDORA IZQUIERDO GARCÍA

Nacida en Páramo del Arroyo (Burgos), el 2.I.1885, fue bautizada a los ocho días de su nacimiento. Sus padres Esteban y Felicitas, labradores, la educaron cristianamente juntamente con su hermana Irene. Fue alumna interna del colegio de La Milagrosa de Rabé de las Calzadas (Burgos) y en él recibió una formación esmerada. Escucha la llamada de Dios muy joven y decide seguirla, realizando la prueba en el Hospital de San Juan de Burgos. El 15.X.1901 llega a Madrid al Seminario de la calle Jesús para ingresar en la Compañía. Terminado este periodo de formación, es destinada al Asilo de Párvulos de Bétera, donde realiza su misión como maestra. Durante 35 años fue catequista responsable de la preparación de los niños para la primera Comunión, desempeñando esta labor con dedicación y bondad. Preparaba con cariño la comida de ese día para todos los niños y niñas. Era muy apreciada por el interés y cercanía con que seguía a sus exalumnos y exalumnas. Con frecuencia hombres y mujeres, educados por ella, acudían a pedirle consejo. Se ocupó además de la crianza de los animales de la granja que proporcionaban alimentos a los acogidos del Asilo. Sufrió el martirio el 9.XII.1936 en las mismas circunstancias que sus compañeras de comunidad.

8.- DOLORES BROSETA BONET

Nació en Bétera (Valencia) en 1892 en el seno de una familia trabajadora y numerosa, integrada por seis hijos, dos de ellos murieron en edad muy temprana. Los padres, Joaquín y María, trabajadores y buenos cristianos llevaron a sus hijos al Colegio-Asilo de las Hijas de la Caridad, a partir de los tres años. En él se educó Dolores y los tres hermanos que llegaron a edad adulta. Llegada a la juventud se afilió a la Asociación de Hijas de María de la Medalla Milagrosa y cultivó en ella los tres pilares de la misma: oración, servicio a los pobres e imitación de la Stma Virgen. En este ambiente sintió la vocación y decidió seguirla como Hija de la Caridad. A los 21 años realizó la prueba como postulante en el Hospital provincial de Valencia, pero por padecer hemorragias frecuentes no pudo ingresar en la Compañía. De acuerdo con las Hermanas decidió volver a Bétera y trabajar en el Colegio-Asilo, como Hija de María. Colaboraba con las Hermanas en las clases de párvulos y en el obrador de bordados. Al morir su madre en 1925, pasó a vivir al Asilo, ayudando en todo a las Hermanas, y con ellas fue expulsada y perseguida.

Cuando buscaron refugio en la pensión "El Gallo" de Valencia, ella era la que salía a la calle en busca de lo necesario para vivir e iba con frecuencia a Bétera a recoger los víveres que algunos vecinos del pueblo donaban para las Hermanas. Seguida por miembros del Comité comunista, localizaron a la comunidad que fue apresada en la Checa ubicada en el Seminario diocesano de Valencia, juntamente con Dolores Broseta. Pocos días después, el 9.XII.1936, fueron llevadas todas al Picadero de Paterna y fusiladas por su condición religiosa.

9.- SOR VICTORIA AREGUI GUINEA

Nació en Bilbao el 19.XII.1894. Era hija de Venancio (jornalero) y Liboria. Educada con las Hijas de la Caridad fue miembro de la Asociación de las Hijas de María de la Medalla Milagrosa, cultivando con esmero la oración, el servicio a los necesitados y la devoción mariana. En este ambiente percibió la vocación y fiel a ella, ingresó en la Compañía el 17.III.1921. Realizó el postulantado en el Hospital provincial de Pamplona y el Seminario en Madrid. Terminada su formación inicial, fue destinada a la Casa Beneficencia de Valencia a los talleres de bordado del obrador de costura, pues era una artista de la aguja y en aquella Casa se bordaban ornamentos para muchas iglesias de España y países extranjeros. Desempeñó su misión bordando y enseñando a bordar a las jóvenes del obrador y cumpliendo sus deberes establecidos en las Reglas de la Compañía.

Al llegar la persecución fue expulsada de la Comunidad con sus compañeras y se refugió en Foyos con Sor Joaquina Rey. Con ella pasó el refugio, la prisión y el martirio, con la diferencia de que Sor Victoria Arregui, más tímida que su compañera, aceptó sin rechistar la condena a muerte y el martirio, después de recibir la absolución y la Eucaristía de manos de D. José Ruiz, sacerdote compañero de martirio. Murió como su compañera gritando: "Viva Cristo Rey"

10.- SOR Mª ROSARIO CIÉRCOLES Y GASCÓN

Nació en Zaragoza el 5.X.1873. Sus padres, Juan (guitarrista) y María, se preocuparon de darle una buena educación en el colegio dirigido por las Hijas de la Caridad. Curso los estudios de Música antes de ingresar en la Compañía. Desde joven participó en la Asociación de Hijas de María de la Medalla Milagrosa que vivía entonces su espiritualidad mariana con una exigencia fuerte de oración y servicio a los necesitados. En este ambiente percibió la llamada de Dios y decidió ingresar en la Compañía el 24.X.1892. Realizó el postulantado en el Hospital general de Madrid y terminado el Seminario, tuvo varios destinos, desempeñando su misión como organista, profesora de Música y manualidades profesionales: Escuelas de la Purísima de Barcelona, Colegio de Barbastro, Escuelas de la Milagrosa de Madrid y Colegio-Asilo de San Eugenio de Valencia. Tenía el temperamento enérgico, pero se dominaba mucho y se entregaba de lleno a su misión de educadora.

Llegada la persecución de 1936, fue expulsada y dispersada la comunidad del Asilo de san Eugenio de Valencia. Sor Rosario con otras dos compañeras se fueron a Puzol (Valencia), a la casa de un familiar de una hermana. Allí estuvieron muy vigiladas y amenazadas por los miembros del Comité comunista del pueblo. En la casa estaba también refugiado un sacerdote que celebraba la Eucaristía clandestinamente. El 17 de agosto de 1936 fueron apresadas y conducidas al Comité, juntamente con el sacerdote. Sor Rosario intentó defenderse y defender a sus hermanas, pero no logró nada. Las tuvieron toda la noche limpiando las dependencias y a la mañana siguiente, al amanecer, las martirizaron moral y físicamente, debajo de un limonero cerca del cementerio de Benavites (Valencia), acribillando su cuerpo con tiros de metralla.

11.- SOR MICAELA HERNÁN MARTÍNEZ

Nació en Burgos el día 6.V.1881. Era hija de Benito (comerciante) y Micaela. Educada con las Hijas de la Caridad fue miembro de la Asociación de las Hijas de María de la Medalla Milagrosa del colegio de Saldaña en Burgos. Realizó el postulantado en el Hospicio de Burgos y terminada la prueba, ingresó en la Compañía el 21.XI.1901. Al terminar su tiempo de formación en el Seminario tuvo varios destinos: Hospital provincial de Albacete, Asilo de la Infancia de Jerez, Cocina y Comedor del salvador en Jerez, Escuelas de Polanco (Santander) y Colegio-Asilo de San Eugenio de Valencia. Su servicio estuvo preferentemente entre los niños pequeños de párvulos, a los que cuidaba y enseñaba con bondad y paciencia. En comunidad se mostró siempre disponible y fiel a las Reglas de la Compañía. Al llegar la persecución con motivo de la guerra de 1936, fue expulsada del Asilo con toda la comunidad y sufrió el martirio el mismo día y en las mismas circunstancias que Sor Mª Rosario Ciércoles.

12.- SOR Mª LUISA BERMÚDEZ RUIZ

Nació en San Pelayo de Sabugueira (Coruña) el 10.X.1893. Era hija de D. Elías Bermúdez Cotón y Dña Mª del Carmen Ruiz García-Flores, ambos oriundos de la nobleza. Tenían grandes posesiones y casa palaciega con escudo familiar propio, alusivo a los títulos de nobleza ostentados, pero con la cruz y la inscripción. "Ave María", prueba de la religiosidad y carácter cristiano de la familia. Tenía otra hermana dos años más joven que ella, que también fue Hija de la Caridad. Se llamaba Sor Mª Asunción Bermúdez Ruiz. Ambas fueron educadas en el Colegio que las Hijas de la Caridad tenían en Santiago de Compostela y allí percibieron el amor a los pobres y la llamada de Dios. De común acuerdo dejaron todo su patrimonio a favor de la Congregación de la Misión.

Mª Luisa realizó el postulantado o prueba en el Asilo San Blas de Madrid y seguidamente ingresó en la Compañía el 30.VIII.1917.

Terminado su tiempo de formación inicial fue destinada a casas dedicadas a la infancia abandonada. Tenía un don especial para los niños más pequeños y era una excelente parvulista, dulce en el trato y compasiva, aunque un poco apocada de carácter. Sus destinos fueron: la Residencia de Niños Santa Eulalia de Barcelona (1918), Casa Cuna del Niño Jesús en Logroño (1920)y la Casa Caridad de Zaragoza (1921). Después cayó enferma y tuvo que estar algún tiempo de reposo en la Casa San Cayetano de Madrid. Una vez repuesta, fue destinada al Colegio-Asilo de Las Mercedes de Madrid (1922) y finalmente al Colegio-Asilo San Eugenio de Valencia (1931). Al llegar la persecución de 1936, fue expulsada del Asilo con toda la comunidad y sufrió el martirio el mismo día y en las mismas circunstancias que Sor Mª Rosario Ciércoles y su compañera Sor Micaela.

viernes, 28 de octubre de 2016

Reflexión de hoy

Lecturas


Hermanos:
Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.
Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Palabra del Señor.