lunes, 31 de enero de 2011

Reflexión del día


Lecturas



Hermanos: ¿Para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas; éstos, por medio de la fe, subyugaron reinos, practicaron la justicia, obtuvieron promesas, amordazaron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, derrotaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus difuntos. Pero otros fueron tundidos a golpes y rehusaron el rescate, para obtener una resurrección mejor; otros pasaron por la prueba de la flagelación ignominiosa, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los serraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados; el mundo no era digno de ellos: vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos éstos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido; Dios tenía preparado algo mejor para nosotros, para que no llegaran sin nosotros a la perfección.


En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenla fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: -« ¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes. » Porque Jesús le estaba diciendo: -«Espíritu inmundo, sal de este hombre.» Jesús le preguntó: -« ¿Cómo te llamas?» El respondió: -«Me llamo Legión, porque somos muchos.» Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. -os espíritus le rogaron: -«Déjanos ir y meternos en los cerdos.» Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago. Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué habla pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que habla tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que habla pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país. Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: -«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.» El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

Palabra del Señor.

domingo, 30 de enero de 2011

Reflexión del día


Lecturas



Buscad al Señor, los humildes, que cumplís sus mandamientos; buscad la justicia, buscad la moderación, quizá podáis ocultaros el día de la ira del Señor. «Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera; pastarán y se tenderán sin sobresaltos.»


Fijaos en vuestra asamblea, hermanos, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así -como dice la Escritura- «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».


En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: -«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»

Palabra del Señor.

Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.

Homilía


BIENAVENTURADOS LOS POBRES

Bienaventuranzas modernas.

Una chica joven, la víspera de morir en accidente de tráfico, dejó escritas en su diario unas palabras conmovedoras:

"Bienaventurados los dulces, los que no se irritan,los que acogen la crítica propia en silencio,los que saben corregir sin hacer daño, los que devuelven bien por mal, los que saben descubrir a Dios en los demás.

Bienaventurados los que tienen la valentía de defender a una persona, que es criticada injustamente los que se arriesgan a decir la verdad delante de quien sea,
los misioneros que son expulsados de un país, los fieles a un compromiso.

Bienaventurados los que saben definirse como personas de fe,aunque con ello pierdan el aprecio de los demás”.

Carta Magna de Jesús.

Hermosas palabras de una joven que supo madurar en pocos años, de una santa anónima de nuestro tiempo, que nos invitan a reflexionar sobre el mensaje de Jesús, proclamado en el Sermón de las Bienaventuranzas, su Carta Magna.
Es el primer gran discurso del Maestro de Galilea, que nos retrotrae a Moisés, el gran legislador judío, cuando sube al Sinaí, para recibir las Tablas de la Ley. Entonces, toda la montaña temblaba y el auditorio se veía envuelto en una atmósfera de miedo, terror y muerte. Aquí es distinto. La gente acompaña a Jesús al monte, ansiosa de escuchar y ver reflejada en él la imagen de Dios.

Su voz cosquillea gozosamente el oído de aquellas personas sencillas, acostumbradas a sufrir, a ser explotadas sin compasión, a quedar marginadas dentro de una sociedad ya de por sí con muchísimos problemas.
Por primera vez alguien se ocupa de ellas y enarbola el estandarte de su causa: “Bienaventurados los que eligen ser pobres”

¿Qué entendemos por pobreza?

Caben numerosas interpretaciones del término “pobreza”. Parece ser que San Mateo no se refiere únicamente a la pobreza material, a los pobres por necesidad, sino a los pobres por decisión. Es decir: a las personas que disponiendo de bienes materiales no los utilizan para sojuzgar a los demás, para vivir lujosamente y tirar el dinero a espuertas, sino que los invierten en mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos, comparten en fraternidad y viven ellos mismos con sencillez y sobriedad. Escasean este tipo de personas, pero las hay. Yo conozco algunas.

Abundan, por desgracia, los egoístas, los acaparadores, los que rodean sus riquezas de blindajes, los que intentan convertir el mundo en un coto privado de “caza”, donde todo vale, porque ellos ostentan el poder y dictan las leyes mientras a su alrededor crecen los esclavos de sistemas sociales injustos, cuya voz es sistemáticamente desescuchada. Estos, cansados de la injusticia de los hombres, terminan poniendo la confianza en la misericordia de Dios.

Esta situación, que es vivida por buena parte del mundo, ha despertado el interés de los analistas sociales, de los moralistas y de los pensadores religiosos.

Jesús no quiere la pobreza. Nadie quiere la pobreza y habrá que poner los remedios adecuados para salir cuanto antes de ella dentro de un marco de igualdad de oportunidades.

En sus “bienaventuranzas” no dice: “sufre para entrar en el reino de Dios.” Sufrir por sufrir es absurdo. Pero, si llega, tendremos que darlo un sentido. Como tampoco debemos buscar la persecución para demostrar que somos fieles a Dios. Pero, si somos perseguidos por intentar ser fieles, entraremos a formar parte del reino de Dios.
En modo alguno se pueden interpretar las “Bienaventuranzas” con un conformismo pasivo e inoperante, asumiendo con derrotismo que ya nada se puede hacer en esta vida y que nuestra única perspectiva es el cielo.
Jesús mismo con su ejemplo nos impulsa a llevar a la realidad las promesas de Dios, que son también una exigencia que emana del corazón del Evangelio. Debemos ir realizándolas ya ahora.

Decía Feuerbach: “Quiero hacer teólogos y antropólogos; amantes de Dios y de los hombres; candidatos al más allá y estudiosos del más acá; hombres de oración y de trabajo, cristianos y ciudadanos libres.”

Creo que el término “pobres en el espíritu” lo utilizamos con frecuencia en un sentido amplio, entendiendo por pobres a las personas con poca salud, sin afecto, sin cultura.. De esta manera nos metemos todos en el mismo “saco”, porque no hay nadie sin alguna carencia o limitación. Y deslavamos la expresión de tal manera que continúa siendo una palabra más de las equívocas de nuestro vocabulario. No se puede llamar pobre a todo el mundo.

Por eso es importante que de cara al futuro nos clarifiquemos y lo acuñemos para referirnos a los pobres económicos: los que viven bajo el umbral de unos determinados ingresos. Porque, a la hora de la verdad, la pobreza económica conlleva otras pobrezas. El pobre en este sentido dispone de menos oportunidades para acceder a los centros de salud, a la cultura, a la vivienda, a los transportes y desplazamientos, al ocio y al descanso y suele ser menos culto y menos preparado para asumir los retos del resto de la sociedad. Y es en este terreno donde más nos debemos involucrar y de hecho los mejores brazos de la Iglesia consumen sus energías en orfanatos, clínicas, centros docentes, justa aplicación del agua... para hacer más visible el Reino de Dios, anunciado en las Bienaventuranzas. El complemento lo encontramos en el testimonio leído de la joven, fallecida en accidente.

Con esta secreta esperanza proclamemos juntos nuestra fe.

sábado, 29 de enero de 2011

Reflexión del día


Lecturas



Hermanos: La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. Por su fe, son recordados los antiguos. Por fe, obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas -y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa-, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por fe, también Sara, cuando ya le habla pasado la edad, obtuvo fuerza para fundar un linaje, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y así, de uno solo y, en este aspecto, ya extinguido, nacieron hijos numerosos como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. Con fe murieron todos éstos, sin haber recibido lo prometido; pero viéndolo y saludándolo de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues, si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por fe, Abraham, puesto a prueba, ofreció a Isaac; y era su hijo único lo que ofrecía, el destinatario de la promesa, del cual le habla dicho Dios: « Isaac continuará tu descendencia.» Pero Abraham pensó que Dios tiene poder hasta para hacer resucitar muertos. Y así, recobró a Isaac como figura del futuro.


Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: -«Vamos a la otra orilla.» Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: -«Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: -«¡Silencio, cállate!» El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: -«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» Se quedaron espantados y se decían unos a otros: -« ¿Pero quién es éste? ¡ Hasta el viento y las aguas le obedecen! »

Palabra del Señor.

viernes, 28 de enero de 2011

Reflexión del día



Lecturas



Hermanos: Recordad aquellos días primeros, cuando, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: ya sea cuando os exponían públicamente a insultos y tormentos, ya cuando os hacíais solidarios de los que así eran tratados. Pues compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que tentáis bienes mejores, y permanentes. No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa. Os falta constancia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. Un poquito de tiempo todavía, y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá de fe, pero, si se arredra, le retiraré mi favor. Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.


En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: -«El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.» Dijo también: -« ¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.» Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Palabra del Señor.

jueves, 27 de enero de 2011

Reflexión del día

Lecturas



Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura. Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa; fijémonos los unos en los otros, para estimularnos a la caridad y a las buenas obras. No desertéis de las asambleas, como algunos tienen por costumbre, sino animaos tanto más cuanto más cercano veis el Día.


En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: -«¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.» Les dijo también: -«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará.

Palabra del Señor.

miércoles, 26 de enero de 2011

Reflexión del día


Lecturas



Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido; te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día. Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme de alegría, refrescando la memoria de tu fe sincera, esa fe que tuvo tu abuela Loide y tu madre Eunice, y que estoy seguro que tienes también tú. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mi, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios.


En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: -«Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.» Y añadió: -«El que tenga oídos para oír, que oiga.» Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: -«A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que 6 1 por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen. “» Y añadió: -«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»

Palabra del Señor.

martes, 25 de enero de 2011

Reflexión del día


Lecturas



En aquellos días, dijo Pablo al pueblo: -«Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como vosotros mostráis ahora. Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran. Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Yo pregunté: “¿Quién eres, Señor?” Me respondió: “Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues.” Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz. Yo pregunté: “¿Qué debo hacer, Señor?” El Señor me respondió: ‘Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer. “ Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco. Un cierto Ananlas, devoto de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo: “Saulo, hermano, recobra la vista.” Inmediatamente recobré la vista y lo vi. Él me dijo: “El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados.”»


En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: -«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Palabra del Señor.

lunes, 24 de enero de 2011

Reflexión del día


Lecturas



Hermanos: Cristo es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna. Pues Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres -imagen del auténtico-, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a si mismo muchas veces -como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo-. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.


En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: -«Tiene dentro a BeIzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.» Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: -« ¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra si mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre. » Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Palabra del Señor.

domingo, 23 de enero de 2011

Reflexión del día

Lecturas



En otro tiempo el Señor humilló el país de Zabulón y el país de Neftali; ahora ensalzará el camino del mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, corno gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián.


Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir. Hermanos, me he enterado por los de Cloe que hay discordias entre vosotros. Y por eso os hablo así, porque andáis divididos, diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo. » ¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pablo? Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.


Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftali. Así se cumplió lo que habla dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló. » Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: -«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, S’ o al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redel con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.

Homilía


¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO DE LA LUZ?

“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz” (Is 9, 1).

La liturgia de hoy nos sitúa en los comienzos de la predicación del Evangelio. Jesús llama a la conversión “porque está cerca el Reino de Dios”
El término “Reino de Dios” no alude a un territorio concreto, en el que Dios va a reinar, sino a la acción de Dios, que reina sobre los hombres.

Por otro lado, la conversión que Jesús preconiza es un cambio de la mente y del corazón, una apertura interior y en las formas, capaz de transformar nuestras vidas y desterrar viejos encorsetamientos, que , a menudo son un obstáculo a esta acción de Dios.

Galilea es una región fértil y verde, donde se habían asentado colonias de gentiles y donde florecía la civilización romana, que había sustituido a la griega. Poco a poco se había ido convirtiendo en una encrucijada de culturas y de pueblos, que convivían entre sí y se toleraban.

Jesús se halla en Cafarnáun, ciudad de la orilla norte del lago de Tiberíades, que sería el centro de sus correrías apostólicas. Escoge para su misión a un puñado de hombres, que en adelante le acompañarán como colaboradores y amigos muy cercanos, a quienes les descubre con infinita paciencia sus más íntimos secretos y la batalla emprendida contra el mal.
La curación de las enfermedades físicas se enmarca también en este contexto de la acción salvadora de un Dios que se conmueve ante los hombres e intenta involucrarnos en esta sagrada misión.

Sin necesitar nuestra ayuda, se apoya en nosotros haciéndonos partícipes y responsables de llevar la luz al pueblo que anda en tinieblas.

El P. Congar, uno de los teólogos inspiradores del Concilio Vaticano II, que se sentía llamado a ser luz, decía: “Cada día Cristo me llama, cada día me impide detenerme: su palabra y su ejemplo me arrancan de la tendencia instintiva que me retendría pegado a mí mismo, a mis costumbres, a mi egoísmo. Yo le pido que tenga conmigo la misericordia de no dejarme en mí mismo, sentado en mi tranquilidad”.

Dar testimonio de la luz.

El egoísmo, los respetos humanos, el miedo a la responsabilidad o a las oposición de los demás nos impiden dar testimonio de la luz. Lo más sencillo es claudicar, dejarse arrastrar por la corriente, pero es esto precisamente lo que los cristianos no debemos hacer.

Pasó hace siglos la época de las catacumbas, de las persecuciones sin cuartel hacia los seguidores de Jesús, pero vivimos en la actualidad, sobre todo en España, con miedo a manifestar públicamente nuestra fe.
Y, sin embargo, a nadie debería asombrar que un personaje público o un importante intelectual se acercara a proclamar la Palabra de Dios en un funeral o en cualquier acto religioso, como lo hacen en otros países oficialmente menos católicos.

Existe miedo, pudor, cobardía y achantamiento por nuestra condición religiosa o por un pasado de simbiosis con la sociedad civil. Cuenta más en mostrarse como políticamente correcto, para no defraudar expectativas electorales, que nuestra condición de creyentes.
Corren tiempos de desventaja para los cristianos. Es mejor visto en muchos sectores un ateo, un agnóstico, un budista o un homosexual, que un cristiano practicante.

Una sociedad, que se precia de ser tolerante y respetuosa no puede ser al mismo tiempo descalificante e incomprensiva con los miembros-paradojas de la vida- de su propia familia en la fe. Porque, eso sí, todos somos católicos y apostólicos cuando las circunstancias son favorables y nos volcamos en recibir al Papa como vicario de Cristo, mientras negamos el ”pan y la sal” a nuestros propios correligionarios.. Algo falla. Cabe preguntarnos “¿qué hemos hecho de la luz?” ¿A qué viene ese complejo de inferioridad por no ser un revolucionario o un iconoclasta al uso de modas estúpidas? ¿Eso es ser un progresista y un liberado?
Un liberado... ¿de qué? ¡Cuánto tendríamos que enrojecer si el Señor nos formulara estas preguntas!

Cambiar las actitudes negativas.

¡Claro que hemos de convertirnos!
La conversión no consiste en ponerse triste, en compunciones espirituales, sino un cambio operativo de sabernos encontrar con ese Dios que nos quiere más humanos, más fraternos, más testigos libres del amor, más vitales en el aprecio de un sistema de valores que pone en un segundo orden la consecución de bienes materiales y coloca la mutua pertenencia en el eje de la buena comunicación. Rumiar las tristezas y despotricar de todo no conduce a ninguna parte, humanamente hablando, salvo a amargarnos la vida.

Si sembramos oscuridades, mirando todo con ojos negativos, la tiniebla siempre enturbiará nuestra vista y nos impedirá ver las maravillas que existen a nuestro alrededor, que son inagotables, pues el buen Dios ha tenido a bien complacerse en la Creación.
Los hombres somos parte de este don gratuito de Dios.

¿Por qué nos empeñamos tanto en valorar la mala voluntad y las malas artes reduciendo el mundo a un rincón sombrío de dudas, deslealtades y juicios críticos destructivos?

¡Con lo fácil que sería cultivar el elogio que estimula, el saludo afectuoso, la bondad que enamora y el positivismo práctico en todas las acciones que emprendemos!

Hagámoslo así intentando ver el mundo y los acontecimientos con la mirada de Dios, que nos ama, nos llama y nos elige para ser mensajeros de esa luz, como hizo en su tiempo con los Apóstoles. Ayer, como hoy y como probablemente mañana el mundo necesita mensajeros de luz y no agoreros de calamidades y sembradores de desconfianzas.

¡Feliz Domingo!

sábado, 22 de enero de 2011

Reflexión del día


Lecturas



Hermanos: De hecho se construyó un tabernáculo, el primero, donde estaban el candelabro, la mesa y los panes presentados -éste se llama «el santo »-, y detrás de la segunda cortina el tabernáculo llamado «el santísimo ». Pero Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.


En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.

Palabra del Señor.